ELIZABETH ARAUJO –
Médico de Urgencias en un hospital de Lanzarote, en Canarias, Daniel Mouhtar guarda, como todo emigrante, un historial de esfuerzos, éxitos y fracasos. El joven venezolano recoge en el libro Relatos Venezuela los testimonios y experiencias de 300 compatriotas que luchan para continuar sus vidas fuera del país natal
No es nada fácil para un joven profesional de clase media renunciar al confort y, en contra de su voluntad, dejar el país donde nació, creció, estudió y se hizo médico. Solo una conjunción de sueños truncados y otros episodios, como el tema de la inseguridad, se fraguaron para sabotearle el futuro a quien aspiraba servirle a Venezuela, bien como cirujano y como dirigente político.
“Yo había empezado mi especialidad en 2014, y no me quejaba, sino que, por el contrario, me sentía útil, hasta que una noche en el hospital donde estaba de guardia unos delincuentes armados me amenazaron de muerte, exigiéndome salvar al compinche, quien ya había fallecido. Esa noche entendí que mi vida podía valer muy poco en manos de unos tipos drogados y con armas en mano. Apenas tenía 25 años y quería hacer muchas cosas por el país”, recuerda no sin tristeza el médico Daniel Mouhtar, para quien le resultaba impensable la idea de abandonar a sus padres, unos inmigrantes libaneses que habían adoptado a Venezuela como su patria. Pero este incidente cambió los planes. No podía volver al hospital ya que la amenaza se mantenía con motos rondando por las noches. Entonces decidió viajar a Dublín para aprender inglés durante un año, y luego regresar.
“Yo formé parte de los miles de estudiantes que salieron del país, con el Cupo Cadivi, una experiencia que a los meses resultó fatal, porque Cadivi (y después Cencoex) dejó de asegurarnos las divisas preferenciales para estudiar. A los dos meses dejaron de aprobar divisas y aparecieron las deudas en el alquiler del apartamento, no teníamos para comer y, peor aún, nos atrasamos en el pago de los estudios, con la excusa de que ya no éramos prioridad para la patria”.
Ocurrió el regreso y Mouhtar se encaminó hacia la militancia política, realizando con Voluntad Popular jornadas de asistencia médica en pueblos y caseríos. Una experiencia que, dice, le unió más al país, aunque su inquietud era avanzar más en su profesión. “En realidad, desde mi época de estudiante de Medicina participé activamente en cualquier tipo de lucha que reivindicase los derechos de los más desasistidos. Fui dirigente estudiantil, asumí responsabilidades en Voluntad Popular en mi estado Falcón; participé en elecciones, fui vocero y seguidor, militante y apasionado por la lucha política. Es mi principal pasión. Creo que el poder de hacer cambios en la sociedad es una herramienta que ningún ciudadano debe desechar”.
VOLAR SIN MIRAR ATRÁS
Pero meses después de su retorno, Daniel Mouhtar emprendió nuevo vuelo, esta vez a España. Sentía que tal y como estaba Venezuela, “ahogándose en una crisis cada vez más profunda”, no podría cumplir sus metas profesionales. En Madrid tragó grueso para sobrevivir durante un año. “Me preparaba para presentar la prueba de la especialidad médica y vivía con 500 euros al mes, alquilaba una habitación y hacia el mercado con 20 euros a la semana. Empecé a sufrir un poco de ansiedad; no era para menos, la presión venía de todos lados; y mi mayor peso era Venezuela, nunca lograba despegarme de aquella realidad”.
Como todo emprendedor que no ha llegado a los 30, Mouhtar quería perforar la red, desarrollarse, algo que le estaba prohibido en un país donde las colas para comprar no parecen terminar. Reitera que buscaba avanzar, pero avanzar en Venezuela es una odisea. “Era frustrante sentir como cada día tenía que poner mis sueños y metas a hibernar. Todos hemos sentido lo que es caer a la misma velocidad que fue cayendo Venezuela; arrastraba con ese fracasado modelo político nuestros sueños y anhelos. Viéndolo en retrospectiva, en ese entonces sabía lo que buscaba pero no sabía lo que dejaba atrás. Con la ausencia he aprendido a valorar mi presencia y mi país, me refiero a mi familia, mis amigos, mi comida, mis aromas; en fin, mi espacio natural. El que se monta en avión no sabe lo que está dejando atrás”.
Mouhtar cuenta que resultó difícil empezar la profesión en España. Recuerda, por ejemplo, su primer trabajo como médico en Madrid, durante un mes en una clínica privada que nunca le pagó. La frustración de ejercer en ambulancias para eventos deportivos y conciertos, con una paga insignificante, hasta que el destino lo llevó a Canarias. Una oferta en la Sanidad Pública le hizo conocer las islas y dejarlo por dos años enclavado en Lanzarote, “que es lo más cercano a Venezuela que tiene España”-
“Allí me siento que aprendo cada día, como médico de Urgencias del hospital de Lanzarote. Nuestra ventaja es que los médicos venezolanos hemos trabajado en escenarios de hospitales de guerra, como suele ocurrir en nuestro país donde hay que salvar vidas; por lo demás, en Lanzarote no he sufrido discriminación en el ámbito laboral. El acento canario es muy parecido al nuestro, muy pocas veces se dan cuenta de mi origen y cuando lo preguntan no dudo en decirlo con mucho orgullo”.
QUE HABLEN LOS EMIGRANTES
En esta lucha existencial por obtener sus logros y sentirse bien consigo mismo, Daniel Mouhtar no deja de pensar que dejó una vida a medio camino, un giro brusco que le hizo replantearme objetivos básicos. “A mi edad hacer cambios no es realmente dramático. Lo es para quienes han vivido una vida entera en Venezuela y que de la noche a la mañana se ven obligados a dejarlo todo”.
Es a partir de tantas horas acumuladas que surgió la idea de escribir un libro que sirviera para verse en las experiencias de los demás. “Mi experiencia me motivó a escribir el libro, porque escribir se convirtió en una terapia desde hace años. El propósito fue drenar. El emigrante tiene una compañera muy usual: la soledad, y en mi caso escribir fue una buena manera de expulsar no pocas frustraciones”.
Relatos Venezuela no es un libro sobre la experiencia de Daniel Mouhtar; se trata de una obra coral, de venezolanos en el mundo que en la plataforma www.relatosvenezuela.com, dejaron plasmados más de 300 relatos, de los cuales fueron seleccionados 35 en un trabajo arduo que logró resumir lo que significa para el emigrante venezolano la agridulce aventura de partir. “No todo es drama, hay historias muy nutritivas y muy enriquecedoras, todo el que ha leído el libro lo describe como una buena terapia. Todas las historias fueron verificadas; particularmente aquellas que vinculan la pérdida de un ser querido y que tocan la fibra del lector. Hay reflexiones muy profundas e historias que logran exponer los sentimientos más primitivos. Me impactó mucho el tema de la xenofobia en Latinoamérica, precisamente los que buscan emigrar a países hermanos, buscan un poco de cercanía y similitud con nuestra cultura y parece que actualmente son los países que más discriminación expresan. Hay un par de historias sobre el exilio forzado, la persecución tan brutal que muchos sufrieron. Muy pocos conocen al detalle lo que esas personas vivieron. Hay historias que no me dejan de impactar por mucho que las siga leyendo”.
“Escribir Relatos Venezuela fue un proceso muy espontáneo, la selección de los relatos y en algunos casos las entrevistas que realicé fue un proceso más largo. Luego, con la ayuda de la Editorial Paquidermo Libros, obtuvimos la colaboración de 19 ilustradores venezolanos que lograron dibujar en trazos cada historia”. El prólogo es de Laureano Márquez.