VÍCTOR SUÁREZ –

El extraordinario narrador peruano Alfredo Bryce Echenique publicó en 1981 La vida exagerada de Martín Romaña, en la que elabora a un joven que cambió Lima por París con el fin de hacerse un hombre, casarse, escribir una novela y convertirse en un revolucionario modélico. Por el contrario y al revés, a sus casi 80 años, Bryce podría distraer sus días finales boceteando la vida precoz y relancina de Catire, un satánico delincuente venezolano de 23 años que cambió Maracay por Lima, con el fin de robar una agencia bancaria, en el entendido de que en la actualidad los bancos en Venezuela no guardan ni disponen de dinero en efectivo, ni de moneda extranjera, sus bóvedas enmohecen, los cajeros automáticos no dispensan billetes, cerraron sus mesas de dinero y están enredados con la inminente implementación de un nuevo cono monetario que le ha birlado cinco ceros al valor del bolívar. A todos los había atracado el gobierno antes de que Catire actuara. El perfil se titularía La vida exagerada de Catire Barrera.

Hace mes y medio, Catire se despidió de Maracay rumbo a Lima. Entrada ilegal por Ecuador. Llevó consigo su leyenda personal como jefe de la banda Los Malditos del Tren de Aragua, una de las más sanguinarias y crueles de su país. Su prontuario delictivo, desde que cometió su primer homicidio a los 14 años hasta el día en que se hizo un selfie con una cabeza humana colgándole de una mano y otro portando un pie troceado un poco más arriba de un infortunado tobillo, a los 22 años, lo cuenta por doquier con verdadero deleite.

Los venezolanos llegan al Perú en oleadas de hasta 5 mil por día. Ya son más de medio millón. Ese país los recibe, los ampara, legaliza su estadía, les brinda oportunidades, pero también les vigila porque “no todos son gente de bien”. Entre las guabinas se han colado hasta 72 infractores de la ley que hoy se encuentran bajo proceso judicial. Una vez que ocurre la detención de Catire, el viernes 3 de agosto, la Dirección General de Inteligencia Civil (Digicri) de Perú prepara un informe inmenso que contiene parte del historial de este chamaco de escaso vocabulario, cabello pintado de amarillo, varios tatuajes en el cuerpo y una sonrisa boba que a menudo se le estanca. Se trata de un imberbe de pelusa por bigote que en la audiencia de presentación el domingo 12 de agosto es capaz de exigir a la fiscal, a su abogado, a la jueza que, en cualquier caso, lo deberían depoltal a Venezuela. Pronuncia poco las eres.

El viernes 3 de agosto fue apresado junto a cuatro secuaces en un centro comercial de Lima “cuando estaban” a punto de atracar una agencia bancaria. El grupo de acciones tácticas (Suat) de la policía le redujo sin resistencia aunque pleno de arrogancia, y le incautaron dos pistolas, un revolver, una cacerina, siete pasamontañas, una camioneta robada y  cantidades mínimas de marihuana y cocaína, cargamento que llevaba en una mochila, además del croquis que había diseñado en la planificación de la fechoría inconclusa.

Pero el estado de alucinación y desconcierto que en la audiencia preliminar mostraban las autoridades judiciales no lo motivaban esos delitos que, en cualquier otra circunstancia, habrían sido catalogados como menores y de poco alcance en medios. En este caso, los cinco indiciados son jóvenes venezolanos, y su jefe cuenta con dilatada biografía criminal.

La jueza Silvia Marisa Villar Rodríguez, titular del 8° Juzgado de Investigación Preparatoria de Lima Norte en la Corte Superior de Justicia de Lima Norte, no deja de mirar, de hojear con rapidez, el cartapacio que le ha entregado la fiscalía. Casi que no lo cree. Ni por instantes retira la mirada del legajo, se detiene bastante en las fotos, en la descripción de los hechos de sangre en los que se asegura ha incurrido Catire en Venezuela. Se devuelve para ver una y otra vez todo lo que segundos antes le había sorprendido, y para cerciorarse de que tiene realmente a tal malévolo ante sí levanta la vista hacia Catire que a escasos metros está sentado a su izquierda en la estancia judicial, con las manos maniatadas a la espalda, al lado de su Defensa Técnica. Es un niño que hace muecas, algo miope, que retuerce la cabeza para tratar de rascarse el mentón con la chamarra felpuda que le abriga.

Durante la presentación de cargos, a la fiscal Delma Brígida Carpio Arias le pasa lo mismo que a la jueza Silvia Marisa. En su escritorio, a la derecha del estrado, con la ayuda de su asistente, pasa y repasa cientos de veces la vista por los folios del voluminoso expediente, mientras formula sus peticiones. Pero se está dirigiendo a su señoría y no vuelve la mirada hacia el indiciado. Está espantada y absorta al remirar el prontuario. Al parecer, cuánto querría formular cargos ante tamaño contenedor de delitos cometidos por Catire en Venezuela y no por los que no llegó a cometer en el Perú. Delma Brígida viene de ser Fiscal de Tránsito y Seguridad Vial de la Fiscalía de Lima Norte, y ahora es Fiscal Provincial Titular Penal de la misma circunscripción judicial. Lo que obra sobre los mimbres de Catire no se puede comparar ni en desmesura ni  procacidad con lo sucedido, por ejemplo típico, con el caso del falso curandero Ángel de Dios, a quien hace un par de años solicitó privativa de libertad durante nueve meses, acusado de abusar sexualmente de una adolescente de 14 años.

La vida exagerada de Catire Barrera les hace flipar, al punto de que deben recurrir una y otra vez a la “chuletica” que tienen al lado para poder decir el nombre completo del indiciado, según se desprende de la transmisión por TV de la sesión.

¿Qué mierda de país es ese que acuna tales criminales? ¿No hay ley, no hay ministerio público, no hay autoridad, no hay gobierno? ¿Se cansaron de matar y ahora quieren exportar aquí su suerte? Son sicarios, señorías, matan por cuenta y bajo protección de otros mucho más desalmados.

Ambas han estado allí, en esa misma sala, desde las once de la mañana del domingo y son las doce peeme pasadas y la madrugada del lunes 13 se les viene encima. Los alguaciles, los custodios, la señora de la limpieza, el asistente de la fiscal, el señor que maneja el sonido de la sala, se mueren de sueño, pero se enderezan de vez en cuando al oir de las hazañas de estos Hijos de la Patria, cuyas edades, a la hora del estrado, cuentan entre 18 y 30 años. A cada uno de los otros secuaces de Catire le ha llegado la hora del baño judicial. A cada uno les han presentado cargos, que en general se resumen en ilícitos contra la seguridad pública en la modalidad de tenencia ilegal de armas y municiones, de materiales peligrosos (granada tipo piña), micro-comercialización de drogas y el delito contra la tranquilidad pública en la modalidad de banda criminal.

La jueza otorga la palabra a Catire. Catire va diciendo lo mismo, ante el Digricri, ante el forense, ante el instructor, ante los psiquiatras que le entrevistaron:

-No tengo nada que ver, a mí no me encontraron con nada. (…) Me discriminan por lo que yo viví en mi país. Eso fue en mi país, eso no fue aquí. Yo no vine a hacerle daño a nadie. Yo sí quisiera que me mandaran para mi país, que me mandaran para Venezuela. ¿Usted me entiende?

Al ser inquirido, días antes, por personal de la División de Robos de la Dirección de Investigación Criminal de la Fiscalía (Dirincri) en torno a las acusaciones por homicidio, Catire contesta con espantosa soltura que había asesinado a más de tres personas con pistola, entre ellos a un sujeto que asesinó a su hermano. “A uno le decían ‘Dieguito’, al otro ‘Miguelito’, eran varios”, declaró Catire. En otra oportunidad dijo que habían sido más de cinco. Así, limpiamente, sin arrugar el entrecejo. Catire es una pieza marmórea, sin venas, sin sangre propia, barnizado con un mechón rubio.

Ni siquiera se sorprende cuando, al ser conducido a tribunales, es saludado con besos y griticos por varias jovencitas que quisieron despedir a su Justin Bieber de paja.

En el perfil psicológico realizado por la Policía Nacional se lo describe como un hombre violento y vengativo. También fue examinado por los peritos de criminalística de la Dirincri. En la evaluación psicológica, es catalogado como egocéntrico, desenfrenado, de comportamiento descontrolado, capaz de atentar contra la vida humana sin escatimar ningún sentimiento de culpa.

Los peritos también determinaron que puede actuar de manera impulsiva y descargar sus frustraciones mediante ataques brutales cargados de odio y un desafío destructivo hacia los demás.

Asimismo, según el informe, Catire se caracteriza por su absoluta frialdad y deseo intenso de venganza. Admitió ante los peritos que en Venezuela perteneció a una banda que recolectaba dinero para conseguir armas.

El ministro del Interior, Mauro Medina, días antes de la audiencia había lanzado un petardo en televisión: “Esta organización tenía que ver con la Policía venezolana”. Lo dejó allí, como para abrir tertulia. Aseguró que el actual contacto con la policía venezolana “aún es muy débil”, a diferencia del que tiene Perú con Colombia y Ecuador. Medina dijo que algunos venezolanos vinculados a delitos se cuelan por las fronteras, como es el caso de los denominados Los Malditos del Tren de Aragua, que tiene en sus filas a “un delincuente muy peligroso”.

Por su parte, el abogado de Catire es hombre de vista gorda y propenso a la bronca. “Lo que sucedió en el centro comercial del distrito Independencia, al norte de Lima, no tiene nada que ver ni es vinculante con lo que presuntamente sucedió o no en el país de mi patrocinado”, dijo en la audiencia.

-Esos presuntos videos o esas presuntas fotografías bien pudieran haber sido clonadas, señora magistrada. Se le quieren imputar todos los delitos habidos y por haber. Interpol ni siquiera busca a mi patrocinado. Por reciprocidad, mi patrocinado debería ser expulsado para que pueda pagar por los presuntos delitos cometidos en su país.

Para la Defensa Técnica de Catire no existen graves elementos de convicción. “Se basan en una situación mediática y no en una investigación real”, reclama. Además, justificó la reunión de este grupo en Perú señalando que «son jóvenes que están huyendo de una situación crítica en su país».

La fiscal Delma Brígida, sin quitar la mirada del expediente fabuloso, desglosa las penas máximas establecidas en los códigos. Por este delito, 10 años; por este otro, 15; por el tercero, 7 años; por el cuarto, 8; y por el quinto una máxima de 4 años. Si se le aplicaran las máximas condenas, Catire debería pasar 45 años en reclusión.

Entonces, hace la fiscal lo que llama una prognosis. En tanto que es muy probable que las penas acumuladas por los cinco delitos de que le acusa a Catire, al igual que a sus cuatro compinches, superen los cuatro años de prisión, “pido a la señora magistrada que dicte privativa de libertad a… (mira la chuleta por última vez) a Edison Agustín Barrera”.

Al filo de las 00:30 del lunes 13 de agosto la jueza Silvia Marisa concuerda con la fiscal en todo. Catire se puede fugar, no tiene oficio conocido, tampoco tiene residencia fija, sin familia en Perú, así como entró ilegalmente se podría marchar sin avisar. Lo necesitamos aquí, a disposición del tribunal, la investigación no ha concluido, otros dos sospechosos de pertenecer a la banda se encuentran en paradero desconocido. Esto no es una condena. Por tanto, decreto prisión preventiva de 9 meses contados desde el 3 de agosto del 18 hasta el 2 de mayo del 19.

A las 12 y 36 minutos, luego de abroncar al abogado de Catire por falta de respeto a la majestad del tribunal, hizo sonar la campanita y se fue a dormir.

Menuda pesadilla tendrían jueza y fiscal en lo que les quedaba de madrugada. Un efecto secundario aparece cuando los expedientes judiciales son presentados e impresos en papel, que al ser estáticos no dan cuenta de la emoción en cadena que produce la hiperrealidad multimedia. Dejan a los primerizos con ganas de saber más y más del espeluznante proceso de la descomposición del alma. A Catire hay que verlo en acción, en low y en high motion. Varias veces, para que sepan los peruanos lo que nos han hecho Chávez, Nicolás Maduro y esa jefa de pranes y trenes Iris Valera.

Víctor Suárez, periodista venezolano. Escribe desde Madrid, España.

Fuente principal: Emisión de Justicia TV, canal de Poder Judicial de Perú, sobre la solicitud del Ministerio Público de prisión preventiva contra presuntos integrantes de organización criminal venezolana “Los malditos del tren de Aragua” – Séptima parte. 12 y 13 de agosto de 2018.


 

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.