Dominic Ongwen, excomandante de brigada del Ejército de Resistencia del Señor (LRA), en Uganda, fue sentenciado el martes 4 de mayo a 25 años de prisión por la Corte Penal Internacional, acusado de crímenes de guerra y delitos de lesa humanidad.

Un total de 61 delitos fueron analizados y decididos por el alto tribunal de La Haya, entre ellos, además, asesinato de gran número de civiles en campos de desplazados, matrimonios forzados, esclavitud sexual y reclutamiento de niños soldados para que participaran activamente en las hostilidades derivadas de una insurgencia armada que comenzó en el norte de Uganda en la década de los años´80.

La CPI consideró que Ongwen había sido plenamente responsable de todos sus actos, y rechazó las circunstancias atenuantes esgrimidas por su defensa, bajo el argumento de que la conducta de Ongwen había sido procada por su condición de “niño abducido” por el LRA a la edad de 9 años, entrenado para matar en contra de su voluntad y sometido a tratos crueles y amenazas de muerte si trataba de escapar de manos de sus raptores.

Desde su detención en 2015, Ongwen se encuentra recluido en el centro de retención de la CPI en La Haya. En el transcurso de 234 audiencias, desde diciembre de 2016 hasta marzo de 2020, los jueces de primera instancia escucharon a 109 testigos y peritos de la acusación y 63 de la defensa; representantes de las víctimas llamaron a siete testigos y peritos. También estuvieron representadas en el tribunal un total de 4.095 víctimas. En abril pasado ya la sentencia estaba lista.

Niño abducido, criminal de guerraSIN ATENUANTES

Los tres jueces que formaron el tribunal superior concordaron en que Ongwen no estaba loco, ni tenía intenciones suicidas, ni sufría trastornos mentales ni deficiencias connitivas en el momento de la comisión de sus crímenes. A pesar de que padres fueron asesinados por el mismo ejército genocida al que ya adulto sirvió con singular eficacia, y de niño haber sido obligado a alimentarse con comida enchumbada en sangre de las víctimas, los expertos que estudiaron  el desarrollo de su personalidad no encontraron relación directa entre los tratos crueles recibidos durante su adolescencia temprana por agentes del LRA y esos mismos tratos inhumanos que por miles infringió a población desarmada e indefensa en nombre del LRA. Tampoco actuó bajo en embrujo y el misticismo espiritual de los líderes del LRA, ni estaba poseído por ningún demonio ancestral.

Los jueces desvirtuaron también el argumento de la defensa que prescribía relación de obediencia y dependencia de la superioridad, puesto que se demostró que muchas veces actuaba por cuenta propia y utilizaba métodos que los generales ni siquiera habían intentado. La defensa también acudió al expediente de ¿qué será ahora de los 20 hijos que engendró?, a lo que los jueces respondieron que esos veinte vástagos, así como las siete madres que declararon en su contra, habían sido producto del rapto, la esclavitud, la violación y el sexo forzado. No era disminuido mental, como arguyen sus defensores, puesto que tanto en las operaciones que planificó como en sus declaraciones ante los instructores del juicio, se mostró siempre como un personaje con grandes dotes para el pensamiento complejo.

A Ongwen, de 42 años de edad, no le socorrió ninguno de los atenuantes que propugnaban una disminución de la pena de 25 años, de los cuales se le descontarán los seis que ha estado detenido en La Haya. Los jueces descartaron pena perpetua en consideración de que, aspiran, en algún momento el condenado podría redimirse. En esto no hubo unanimidad: uno de los tres jueces prefería 30 años tras las rejas.

Niño abducido, criminal de guerraLA CULPA ES DEL PAJARITO

De manera que, cuando le toque, el abogado chavista Hermann Escarrá no vaya a aducir en La Haya que su cliente, como supuesto descendiente de sefarditas holandeses migrados por Curazao, actuó como actuó como secuela del tremendo sufrimiento que le ha afligido durante toda su vida ante la persecución genocida en contra de sus ancestros judíos. Ni tampoco le valdrá el argumento de que su cliente fue abducido en su más tierna juventud por los chamanes Fidel, Raúl Castro y Yemayá. Ni que es tonto del culo, incapaz de dominar sus actos. Ni que su personalidad es tan voluble que hasta su hijo le mete cabra. Ni vaya a poner como ejemplo de sus taras el hecho bailar salsa mirándose los pies.

Nada de eso le valdrá a Escarrá, cuando le toque.


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