ATANASIO ALEGRE –
El vapor John Bull zarpó de Londres el 9 de abril de 1867. Esta travesía la hacía dos veces por semana y de acuerdo al estado en que se encontrara el mar del Norte solía durar dos días con sus noches. Eso fue lo que informó el capitán del vapor a uno de los pasajeros que se identificó como Carlos Marx, cuando éste comenzó a experimentar los primeros síntomas de mareo. A la pregunta del capitán si el pasajero viajaba a Hamburgo por razón de negocios, el hombre dudó un poco y al capitán le sorprendió la respuesta por la que se le informaba que iba a publicar un libro en la ciudad de Hamburgo. El capitán del John Bull dio fin a la conversación, recomendando al pasajero que bajara al camarote porque las condiciones del mar podían ir a peor y era peligroso entonces, incluso, permanecer en cubierta.
Dos días después, el John Bull atracó en el llamado puente de desembarco cerca de la Torre Pegel, en la zona de St. Pauli. El pasajero, identificado con el nombre de Carlos Marx, tan pronto puso pie en tierra, abordó uno de los carruajes destinados en el puerto para el traslado de los pasajeros y le dio orden para que le condujera a la Bergstrasse 26, en las inmediaciones del edificio del Ayuntamiento. El cochero subió al pescante, no sin antes advertir, que allí lo que había era una editorial. Cuando le extendió un billete para pagar el pasaje, el hombre recordó que ese dinero formaba parte de las 35 libras que su amigo Federico Engels le había regalado para que iniciara los preparativos para la publicación de la obra más importante que había escrito hasta el momento, haciendo entrega a la editorial del manuscrito en el que ambos, Marx y Engels, estaban implicados.
Marx acababa de cumplir 49 años y recordó, no sin sonrojo, que el traje que llevaba puesto y el reloj liberado por su amigo Engels de la casa de empeños y la ropa de recambio, constituían un aporte y una nueva manifestación de la amistad con la cual le honraba el hijo del empresario de Mánchester, amistad que se había afianzado durante los años de su destierro en Inglaterra. Lo que Marx hacía en ese momento para sacar su vida adelante y la de su familia no era suficiente, como acontecía con otros periodistas, para un buen pasar. Él funcionaba a base de los artículos que escribía tanto para uno de los periódicos de Colonia, otro de Bruselas y, sobre todo, para el New York Daily Tribune, que venía a ser el más prestigioso de Estados Unidos de América.
El lugar donde pensaba alojarse, concluido el encuentro con el editor Otto Meissner, era el hotel Zingg, cerca del edificio de la Bolsa.
Un sol primaveral iluminaba ese mediodía a la ciudad hanseática de Hamburgo, una de las mas industriosas de Europa, en la que no solía preguntarse a nadie por el origen del dinero con tal de que no fuera falso, elegida por Marx para la publicación de su obra porque el ritmo febril del comercio que allí se llevaba a cabo le había inspirado la primera frase con la que arranca esa obra.
Cuando el editor Otto Meissner leyó el título del manuscrito que el visitante se apresuró a sacar del bolsón donde lo llevaba, esbozó una sonrisa: El Capital. Crítica de la economía política. Tomo I. El proceso de la producción del capital. Y si bien el autor le apremiaba para que buscaran un lugar donde tomar una cerveza y poder llevar algo a su desfallecido estómago, el editor se caló unos lentes y leyó completo el prólogo de la obra. Cuando concluyó, se acercaron a la taberna más cercana, a unos cincuenta pasos de la Editorial, y Meissner explicó entonces al cauteloso autor que la imprenta que se encargaría de las labores de impresión de la obra iba a ser, en razón del volumen del texto que bien podía dar unas 800 páginas, la de Alejandro Wigand en Leipzig. Las medidas más razonables, atendiendo al volumen de la obra, sería la de 13 x 21 cms, con letras inglesas de 9 puntos de 3 ¼ milímetros, con 75 caracteres por línea, en papel llamado de biblia viernes.
Cuando en septiembre del 1867 apareció impreso el primer tomo de El Capital en su primera edición, Carlos Marx se enteraría de que los cajistas habrían tenido que emplear 1.900.000 letras de plomo que pasaban de la mano derecha del cajista que tomaba cada una de las letras de la caja para formar el renglón que sostenía con la izquierda. Nada estaba automatizado todavía en esta industria. Al autor tampoco le preocupó que Otto Meissner durante el arreglo del texto, al organizarlo en capítulos y estos en párrafos, hubiera dicho que el primer capítulo no lo iba a entender nadie, pero que el libro iba a dividir al mundo del trabajo. Y tal vez fue esa una de las veces que Marx no reaccionó de la forma como solía hacerlo con sus críticos haciendo gala de un inusual estoicismo.
Ese primer día hablaron también de la persona que iba a encargarse de las correcciones. La persona elegida por Meissner era extrañamente una médico de mujeres, como entonces se decía.
Las cosas fueron más rápidamente de lo previsto porque el Capital apareció en septiembre de 1867.
La impresión había comenzado el viernes 26 de abril de 1867 con la frase que tantas veces se repetiría en un futuro: La riqueza de las sociedades en las cuales impera una forma de producción capitalista, no es más que “un espantoso conglomerado de mercancías.”
Este primer tomo constaba de 800 páginas, con un promedio de 42 líneas y 75 letras por línea, hoy serían 1.935.214 caracteres. Pero entonces emplearon 3,2 toneladas de plomo. Se necesitaron 2.000 horas de trabajo o lo que es lo mismo 40 semanas de trabajo. La producción de cada día era enviada a la correctora, que constituía un verdadero oficio para la época. Todo ello acicateado por la impaciencia de Marx para que el texto apareciera lo más pronto posible. (Cfr. Jürgen Bönig: Marx in Hamburg. VSA. 2017).
En el prólogo de este primer tomo Marx anunciaba la aparición de otros dos más bajo el mismo título, explicando que en el segundo trataría sobre el proceso de la circulación del capital y en el tercero, sobre el proceso total de la producción capitalista. Estos dos tomos fueron publicados después de la muerte Marx y estuvieron a cargo de Federico Engels. Hubo en 1873 una segunda edición del primer tomo.
De la publicación de ese primer tomo se cumplen ahora 150 años.
Marx murió a los 65 años y llegó a conocer la segunda edición del primer tomo que fue traducida al ruso y, bajo severos cambios y modificaciones, al francés. Engels se encargaría de la publicación de los otros dos tomos que aparecerían diez y ocho años después, tras una labor ingente para la interpretación y ordenación de los manuscritos dejados por su amigo y correligionario.
De todas maneras, viendo el sesgo y la inusual manera que se comenzaban a dar a la interpretación de las doctrinas de ese primer tomo y la pronta aparición del adjetivo marxista para bien o para mal, según quien lo pronunciara en referencia a la obra, a Marx no le faltó tiempo antes de morir para aseverar que él nunca había sido marxista.
Atanasio Alegre, narrador y académico de la lengua. Escribe desde Madrid.