LAURA ZAMARRIEGO –
Ricardo Hausmann (Venezuela, 1956) es uno de los economistas más influyentes de América Latina. Exministro de Estado durante el Gobierno de Carlos Andrés Pérez, actualmente vive en Estados Unidos, donde dirige el Centro para el Desarrollo Internacional de la Universidad de Harvard. Nos recibe en una reciente visita a Madrid, en la Fundación Rafael del Pino.
Hace un par de años, declaraba que la comunidad internacional había manejado muy mal el capítulo venezolano. ¿En qué sentido? ¿Lo mantiene?
Venezuela es la catástrofe humana más grande que se ha generado en período de paz. El desgaste del nivel de vida de los venezolanos, la caída del PIB, el colapso del abastecimiento alimentario, el deterioro de las comisiones de salud, el aumento de la criminalidad… Atendiendo a las estadísticas económicas, algo tan grave como lo que está pasando en Venezuela ha ocurrido en muy pocos momentos de la historia, y menos en momentos de paz. Y ocurre con un Gobierno que ha violado acuerdos y normas internacionales a los que debía someterse, en particular, la Carta Democrática de la Organización de Estados Americanos (OEA). Durante muchos años, la OEA ha hecho la vista gorda, y estos compromisos internacionales dentro de los Derechos Humanos, la Constitución, la democracia que había adquirido Venezuela, se han violado sin ninguna consecuencia. En el último año se ha dado la vuelta a la situación de manera importante. Me siento muy agradecido por las cosas que ha hecho la comunidad internacional. Hay una mayoría significativa de países en la OEA que se han manifestado muy tajantemente sobre el tema de Venezuela, entre ellos el gobierno español y la Comunidad Europea, de modo que en este momento el mundo ha entendido la magnitud de las catástrofes que están ocurriendo en este país. Escribí un artículo en diciembre de 2015 anunciando que Venezuela sufriría una hambruna, pero no se hizo nada para paralizarla. No sé cuántas personas habrán muerto, pero la causa no debería ser las deficientes condiciones de salud. Hay tanta hambre en el país que mucha gente muere por ingerir yuca amarga, que es venenosa, porque no encuentra nada más que comer. Ha habido un cambio importante en esa actitud. Creo que el liderazgo de personas como Luis Almagro, presidente de la OEA, ha sido histórico. Muchos de los líderes de organismos multilaterales deberían aprender de esta experiencia, porque Almagro se ha tomado en serio los compromisos internacionales y ha actuado no según las conveniencias políticas de turno, sino en base a tratar de hacer cumplir los acuerdos.
Hablando de conveniencias políticas, en España, la situación de Venezuela fue tema central de debate durante la última campaña electoral, impulsado por ciertos partidos políticos de manera claramente oportunista: tras las elecciones, paradójicamente, Venezuela ha pasado a un segundo, tercer o cuarto plano. Si bien los problemas que atraviesa el país no se han ido…
Es notorio que hay una relación muy fuerte entre el Gobierno venezolano y Podemos. José Luis Rodríguez Zapatero estuvo presente en momentos críticos y, en ocasiones, actuó de forma bastante inconveniente. Intervino para tratar de legitimar el desastre. Entiendo que haya una discusión en España sobre el tema, pero lo cierto es que los que dijeron que el tema de Venezuela era perjudicial, al final tenían razón. Respecto a la situación real, el año pasado el PIB de Venezuela cayó un 18%, más de lo que cayó en España durante toda la crisis. En los últimos tres años, se ha desplomado alrededor de un 30%. Hablamos de un deterioro muy acelerado y muy reciente de la situación de Venezuela. Esto, que se veía venir, deja entrever lo que realmente está pasando en el país.
¿Un cambio político mejoraría la economía en el país latinoamericano?
Su economía es básicamente una catástrofe. En primer lugar, porque se les quitó a los venezolanos la libertad económica: control de cambio, divisas a dedo, sistema distorsionado del dólar… Nunca en la historia de Venezuela se han visto unos diferenciales así. Esto ha generado todo un conjunto de incentivos perversos que hacen que, si alguien quiere comprar o vender algo, debe hacerlo al precio que exige el Estado. No permite que funcione el mecanismo de la oferta y la demanda, que es lo que necesita la sociedad para autocoordinarse. En segundo lugar, el gobierno venezolano decidió renunciar a la financiación internacional, incluso a la ayuda humanitaria. Los países de todo mundo están ofreciendo medicina, alimentos, etc., y el Gobierno se niega a aceptarlo para no reconocer que hay una crisis humanitaria en el país. Han priorizado por encima de todo pagar los bonos en dólares de la deuda pública -que los tienen, en una fracción importante, los ricos de Venezuela- antes que hacerse cargo de las necesidades sociales. Ese Gobierno socialista ha preferido matar de hambre a la gente antes que dejar de servir los bonos de deuda pública. Está dispuesto a comprometer el futuro del país. El Gobierno de Venezuela se endeudó con Goldman Sachs a una tasa de interés del 48% en dólares para tener dinero con el que seguir manteniendo el pago del resto de los bonos, y la única forma de pagarlos es con más hambre en el futuro. Estos son los factores que han llevado a la catástrofe. Un cambio político pasaría por devolver a la sociedad sus derechos, la libertad económica, unificar el régimen cambiario, permitir el libre acceso de divisas, liberar los precios para que se puedan determinar por la oferta y la demanda, acceder a la financiación internacional como han hecho los países en crisis de Europa… Hay que reestructurar la deuda y, con estas medidas, la economía venezolana renacería y reflorecería. Un cambio político puede llevar a una recuperación económica importante.
¿A qué llama «bonos del hambre»?
Los «bonos del hambre» son aquellos que solo se pueden pagar empeorando las condiciones de vida de la gente. Una cosa es endeudarse para hacer cosas positivas por el país, para que sea más próspero en el futuro, pero estos son bonos con tasas y condiciones impagables que no serán usados para mejorar el bienestar social y que solamente se pueden pagar si la gente pasa hambre. Es inmoral que los gestores de fondos inviertan en esos activos y es inmoral que la gente confíe dinero a estos gestores, más aún si los mismos anuncian que continuarán invirtiendo en deuda venezolana.
La dependencia petrolera, dice, ha hecho mucho daño a Venezuela. La era del oro negro, ¿acabará más pronto que tarde?
En el corto plazo, Venezuela tiene la capacidad de aumentar mucho la producción. Esta ha caído de manera acelerada por las decisiones políticas, la ineptitud, la distorsión de prioridades y la ideologización del manejo de la empresa petrolera. A largo plazo, el petróleo será desplazado y las reservas de Venezuela, estimadas por el propio Gobierno como superiores a las de Arabia Saudí, se quedarán en el subsuelo. Su valor económico será cero porque el mundo tendrá mejores formas de generar energía. Venezuela tiene que asumir que será absorbido por otras tecnologías; se generarán otros modelos de negocio que le permitirían insertarse en el mercado internacional si hiciera las cosas de otra manera. Su caso es extremo, pues la diversificación que había ha muerto. Es una consecuencia dramática de la reducción del número de actividades productivas en el país. El Gobierno ha generado un ambiente tan hostil y perverso en la producción que muchas empresas se han marchado. Creo que para Venezuela será un reto empezar a desarrollar otras actividades más allá del petróleo.
¿Qué sectores podrían despuntar en Venezuela? ¿Las energías renovables tienen potencial?
La catástrofe venezolana es de tal magnitud que el país ha colapsado; la recuperación tiene que producirse volviendo a lo que ya hacía. La población tiene grandes capacidades productivas, cierto conocimiento de modelos de negocio que han sido asesinados y que hay que recrear. Con respecto a lo nuevo, hay muchas áreas. Existe una revolución agrícola mundial que no ha llegado a Venezuela, pero el país tiene unos recursos importantes y puede ser una fuente de crecimiento. Goza de una capacidad hidroeléctrica muy grande, también energía solar. En materia de turismo, Venezuela tiene un potencial enorme sin desarrollar. Esto puede sonar un poco chovinista, pero la Isla de Margarita y el Archipiélago de los Roques, ambos en Venezuela, son los parajes más bonitos del Caribe. La escasa industria turística no es por falta de naturaleza, sino por falta de capacidad para generar oportunidades económicas para el país. También existe potencial en tecnologías de la información. En este momento, todos los ingenieros de computación que trabajaban en empresas globales se los han llevado a otro lado. La estampida de profesionales en Venezuela ha dejado muy desprotegidas estas actividades, pero es posible imaginar que lo que se tuvo una vez se puede recuperar. El sistema debe ser lo suficientemente abierto para que las nuevas industrias se potencien por iniciativa privada. Ya veremos cuáles son esas áreas y cómo se puede adecuar el ambiente de negocio para que puedan prosperar.
¿Qué rol debe jugar, según su opinión, el Estado y cuál la iniciativa privada?
El fracaso de Venezuela es una visión totalitaria de la sociedad. En las sociedades hay ciertas cosas complementarias que se pueden organizar a través de mecanismos de mercado, y la sociedad se autogestiona sin ninguna coordinación central. Pero otros muchos aspectos solo pueden organizarse a través del Estado. El secreto de los países está en coevolucionar, saber acompañar el ámbito de las relaciones de mercado con el espacio de los bienes públicos y el rol del Estado, el cual debe acompañar ese proceso. El fracaso del chavismo refleja que se ha sustituido a la sociedad por el Estado. Venezuela debe devolverle a la sociedad sus libertades para que la sociedad pueda organizarse por vías de mercado, y completar estas actividades con los bienes públicos que estas requieren. El primer bien público que aparece en todas las encuestas de opinión en Venezuela es la seguridad. En el país se producen 18.000 asesinatos al año, de un total de 31 millones de habitantes, es decir, casi 90 asesinatos por casa 100.000 habitantes. La tasa de homicidios en Venezuela es 30 veces más alta que la de España. La segunda necesidad de la economía es la infraestructura, que requiere de gente con capacidades. Se ha degenerado la educación, las capacidades han emigrado. El salario mínimo no llega a los 30 dólares al mes y solo cubre el 50% de las necesidades. Esto requiere de un marco jurídico, de impartir justicia, asegurar cumplimientos de contratos… Hay que crear un Estado más capaz y complementario de la sociedad que facilite la organización a través de mecanismos de mercado. Necesitamos un Estado más pragmático que se vea como el acompañante de la sociedad, no un Estado vengador que trata de restringir y recortar los derechos y libertades.
¿Qué aterrizaje y qué alcance pueden tener los Objetivos de Desarrollo Sostenible en Venezuela y en América Latina en general?
Yo soy enemigo de todos los mecanismos que llevaron a esos objetivos. Su lógica me parece un tanto inconveniente. Esos ODS están diseñados para que los sigan los países pobres, que son dependientes de la ayuda internacional. La idea es que los beneficiarios utilicen el dinero que los Estados ricos se comprometieron a aportar a la ayuda internacional, extraído del 0,7% de su PIB, para cosas que los ricos valoran. Es decir: «Para que yo te dé el dinero, tienes que invertirlo en lo que yo te exija». Es una agenda de Norte a Sur. Seguí las campañas electorales de España, Reino Unido y Francia y no oí a ninguno de los candidatos hablar sobre cuáles son sus estrategias para alcanzar los ODS. Es un pacto impuesto por organismos como el Banco Mundial o Naciones Unidas. Hoy por hoy, América Latina no es dependiente de la ayuda internacional. En el fondo, no puedes tener simultáneamente los ODS y tener una democracia, son dos cosas incompatibles. El rol de la democracia es definir los objetivos. El rol de la política es participar del proceso político para decidir los cambios de tu país y definir las prioridades. No puede venir Naciones Unidas a imponer objetivos. Los políticos no hablan de las metas para alcanzar los ODS, lo que están tratando es de ver qué es lo que ellos pueden ofrecer como proyecto de Gobierno para que la gente los vote. Esta es una agenda donde, a la hora de votar todo esto de la ayuda al desarrollo, la audiencia son los parlamentarios de los países ricos. América Latina no está en esa película, así que no creo que tenga mayor impacto.
Cambiando de geografía: ¿Cómo un hombre con claros ademanes fascistas ha llegado a la Casa Blanca? Usted sostiene que Estados Unidos está generando anticuerpos contra Trump. ¿Cuáles?
Los logros de Trump, hasta la fecha, han sido destructivos, como la salida de Estados Unidos del Acuerdo de París. Trump está matando la esencia de un país exitoso como es Estados Unidos, su apertura y tolerancia a la diversidad en muchas dimensiones. Por ejemplo, la mayoría de los profesores en áreas de innovación de la Universidad de Harvard somos extranjeros. En la población en general, el 14% de la población es del exterior. La sociedad estadounidense no se habría desarrollado sin la presencia de los extranjeros. El sistema de hospitales de Harvard tiene una lista de casi 100 idiomas en los que ofrecen traducción a los pacientes. Massachusetts, California y Nueva York son los territorios más avanzados del país por su aperturismo. Trump representa un rechazo a esta visión de Estados Unidos, por eso perdió las elecciones por casi 30 millones de votos. Ahora bien, hay una parte del país donde caló el discurso anti Estado. Pero ahora se le están viendo las costuras a Trump, por lo que su popularidad se ha visto afectada. Los anticuerpos se están generando de muchas formas. Trump trató de prohibir a los musulmanes realizar viajes y las Cortes no le dejaron. Sus actuaciones generan una movilización de los jóvenes en contra de estas políticas porque no ven sus valores representados. Trump está bajo investigación criminal por el Senado y el Ministerio de Justicia. El sistema está funcionado para que el presidente no pueda impedir que se haga justicia. Hay muchas dimensiones en las cuales la sociedad está reaccionando a Trump. El peligro es que la Constitución americana le da mucha discreción en materia de política exterior y ya ha hecho mucho daño con eso. Trump mantiene una guerra abierta con los medios de comunicación y estos responden con calidad. The New York Times, The Washington Post, etcétera, están manteniendo a la gente informada de lo que está pasando, rompen esa posverdad. Todas estas reacciones le dan a uno esperanza. Ya veremos si la administración Trump es un capítulo importante de la historia o una nota al pie, si es una lección para los americanos de que quizás, para gobernar un país, hay que elegir a gente con experiencia. Todas estas lecciones sociales harán que los próximos presidentes de Estados Unidos no tengan las mismas características que Trump.