ALEJANDRO ARRATIA –
Primero correos de brujas y luego noticias ‘confirmadas’ informan que gobierno y oposición hacen contactos en República Dominicana. La bravuconada de pedir que la MUD reconozca la Asamblea Constituyente ha creado gran revuelo. Se dice, el despropósito liquida el diálogo. ¿Qué esperaban de Maduro y sus huestes? Aceptan conversar obligados por el cerco internacional y la desafección de los venezolanos. Tienen que ver frente a frente –según su lenguaje escatológico- a reos de traición a la patria y vociferan para la tribuna. Su expectativa con esos escarceos es mostrar al mundo un rostro civilizado en el momento en que la Unión Europea evalúa aplicar medidas profilácticas similares a las de Estados Unidos y Canadá. Además, se proponen ganar tiempo presionados por el calendario electoral. La respuesta de la oposición debe fundamentarse en el sincero interés, mejor dicho, en la urgencia de lograr una salida negociada a la situación catastrófica del país.
Los demócratas venezolanos, en un proceso electoral manejado por el gobierno, obtuvieron un triunfo apabullante en diciembre de 2015 y controlan el Poder Legislativo. La respuesta es conocida: negación de la voluntad popular, atropellos e invento de la Asamblea Constituyente: el más folklórico de los parapetos de partido creado en 18 años de desbarajuste. Los ciudadanos de toda la geografía nacional confrontaron en la calle, entre abril y mayo, a las fuerzas criminales del régimen con el trágico saldo de miles de presos y 150 muertos. Un costo demasiado alto, pero ante el mundo el gobierno quedó identificado como una dictadura y su aislamiento agrega limitaciones a la monumental incapacidad del chavismo para gobernar. Maduro y los suyos están incursos en delitos que no caducan. Pese a este lastre, no hubo fractura de las Fuerzas Armadas y hasta hoy continúan ofreciendo sustento al gobierno y eso es suficiente para mantenerlos en el poder.
Los fusiles no alfabetizan y la condición de Estado Fallido del madurismo va a continuar: deficiente control del territorio, altos niveles de corrupción, incapacidad de garantizar los servicios públicos, nula protección de la vida y la propiedad privada, incumplimiento contumaz de leyes y convenios internacionales. Los gobiernos forajidos carecen de legitimidad democrática. La oposición tiene legitimidad y apoyo comprobado de la mayoría nacional e internacional, mas no tiene el respaldo de las Fuerzas Armadas, no posee ejército propio ni lo desea. ¿Existe un energúmeno que atribuya alguna virtud a la guerra civil? El ciclo de los éxitos electorales, la heroica resistencia y la comunidad internacional abren vías al acuerdo entre sectores que no pueden vencer ni imponerse absoluta, tajante y categóricamente. La lucha de calle como la conversación con el enemigo son actos políticos y así hay que enfrentarlos y explicarlos.
El final de un largo choque político con episodios cruentos es la negociación entre las partes. Recordemos tres casos poco analizados: Chile, para cerrar 17 años de dictadura; España para espantar el fantasma de la guerra civil; Checoslovaquia para reponerse del desastre que significó el totalitarismo comunista. En estos ejemplos el resultado ha sido la prosperidad social. Para conversar con el enemigo no se requiere invertir el juicio sobre su naturaleza autoritaria. Muchas y variadas las cuestiones que la oposición necesita conversar con los ciudadanos, de tal manera que logre garantizar la comprensión de las mayorías, sin subestimar al gobierno ni a los aparatos cubanos de desinformación ni a los apasionados del asfalto y críticos acérrimos de la unidad. La población anhela la paz, la seguridad, la comida, las medicinas; los que sufren todos los días el desastre nacional, comprenderán.
Dado que la transparencia es considerada revulsivo de la desconfianza en el liderazgo democrático, nos atrevemos a emitir un criterio. Entendemos por transparencia informar a tiempo que se explora la formalización de una mesa de diálogo: quiénes son los representantes de la oposición y del gobierno; cuál es la participación internacional; cuál el probable cronograma de reuniones, expectativas y jerarquización de temas fundamentales. Es fundamental exponer con valentía, haciendo pedagogía política, la importancia y legitimidad de negociar para resolver los graves problemas que agobian a la población. Los dirigentes deben reflexionar acerca de lo que debe y puede ser publicado, qué es materia reservada, cómo evitar imprudencias que pongan en peligro la misión. He ahí un problema de resolución política cuando se presente; ni secretismo ni ceder a los chantajes de medios y redes. El arte de la conversación con el enemigo reclama la valoración de una tarea nada heroica: elevar la dignidad del diálogo.
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Alejandro Arratia es sociólogo venezolano. Escribe desde Madrid, España.