La crisis que está viviendo el pueblo y la democracia venezolanos llama a la curiosidad y el interés en todo el mundo, pero en Europa, donde anidaba con mayor fiereza el «chavismo internacional», el caso está ocupando espacios noticiosos que a veces sorprenden por su magnitud y espectacularidad. Los grandes medios no se están conformando con los despachos de las agencias informativas sino que están rotando permanentemente corresponsales y enviados especiales, a pesar de los bloqueos, prohibiciones de entrada, deportaciones y negativas gubernamentales a entregar visas de trabajo a los periodistas. Hace un par de semanas el diario italiano La Repubblica dedicó un reportaje de 8 páginas al tema venezolano. Lo mismo está ocurriendo con frecuencia diaria en prensa y televisión en España, Francia, Reino Unido, Alemania y Bélgica, entre otros países. 
Ha sorprendido, entre la barahúnda de análisis y reportajes europeos, la edición del martes 30 de mayo de 2017 del diario parisino Libération, que dedicó la portada y cuatro páginas consecutivas de su sección de noticias internacionales a lo que tituló «Venezuela, en el corazón de un modelo fracasado«. No se trata de que el tema sea ahora muy importante para los franceses, ni de que el juicio de la enviada especial haya sido el más acertado, o que el trabajo estuviera preparado con antelación, sino que en el corazón de la política de ese país estaba gravitando una de las noticias locales más esperadas: el encuentro en París entre el nuevo presidente francés Enmanuel Macron y Vladimir Putin, el jerarca ruso, que contra todo pronóstico quedó en disminuido plano. Para quienes hemos pasado la vida periodística jerarquizando informaciones, esto que ha hecho Libération es realmente notable.
En Actualy.es hemos traducido a la libre la pieza principal del reportaje de Libération.

Venezuela, au coeur d´un modèle en faillite

ANNE PROENZA (Enviada especial de Libération a Caracas) –
Desde inicios de abril, la crisis extremadamente violenta ha dejado ya 79 muertos, según las ONG. En Caracas, donde las fuerzas policiales apoyadas por partidarios del presidente Maduro, y la oposición chocan casi todos los días y monopolizan el debate, algunas voces moderadas luchan por hacerse oír.

Libération - Ese país que se cae a pedazosUn día de por medio, la capital venezolana amanece dividida. En la parte este, donde se generan las protestas de la oposición, la atmósfera surge muy cargada; mientras que en el centro, tradicional santuario oficialista y sede de la mayor parte de los ministerios y oficinas gubernamentales, las calles bullen con cierta normalidad y pareciera a priori que no pasa nada. Pero ir de un lado a otro de la ciudad no es fácil en estas condiciones.

Algunas estaciones de metro permanecen cerradas, y ciertas empresas les permite a los trabajadores regresar a casa más temprano, con la idea de evitar los enfrentamientos violentos en los que terminan las manifestaciones. Una realidad extraña de la que queda la impresión de estar haciendo zapping en un filme de acción trepidante, del lado de las protestas, para luego trasladarse a una escena de telenovela en el centro de la ciudad.

El pasado miércoles 24 de mayo, por ejemplo, cerca del mediodía, la plaza Altamira, punto de reunión por excelencia de la oposición, estaba llena de gente de todas las edades, con familias enteras, estudiantes y profesionales en un ambiente tenso y cálido. En una esquina de la plaza, una especie de barricada ya había sido levantada y el aire empezaba a impregnarse de un olor de goma quemada. Varios jóvenes mostraban originales escudos caseros hechos de madera para protegerse de las bombas lacrimógenas y demás objetos, mientras otros usaban máscaras antigás y cascos. Algunos incluso más jóvenes se pasean con bombas molotov en sus manos. Un ingeniero mecánico y su esposa, que se identifica como profesora, afirman que se han incorporado a este movimiento de protesta para «acabar con este gobierno castro-chavista». Dos estudiantes del tercer año de Medicina, Mariela y Alejandra, esperan por sus amigos. Uno lleva un cartel que señala «Miguel Castillo, 05/10/17», en honor a un joven manifestante muerto durante una de las marchas. Integrantes de la clase media modesta, las chicas explican que la Universidad Central –entidad pública pero autónoma y que se considera antichavista– no ha recibido del gobierno ni un centavo, lo que les da la idea de ver su «futuro confiscado». ¿Tienen miedo? Si, desde luego. Pero «si no es nuestra generación la que se moviliza, ¿entonces, quién lo hará?».

Tras dos meses de manifestaciones casi continuas en todo el país, el registro de la violencia se hace cada vez más agobiante: 79 muertos, según las ONG; 55 del lado oficial hasta este miércoles 24 de mayo. A menudo, cuando un manifestante fallece, cada sector culpa al contrario de ser responsable. Mientras el gobierno habla de «mercenarios” y «fascistas» de la oposición, financiados por «fuerzas extranjeras», la oposición acusa a “paramilitares”, apoyados desde el poder. Las ONG denuncian también, en particular en el interior del país,  detenciones arbitrarias, hasta de ejecuciones extrajudiciales y de cientos de civiles juzgados por tribunales militares. La televisión gubernamental transmite una y otra vez un video en el que aparece el joven Orlando José Figuera, víctima de graves quemaduras sufridas en una manifestación. En su cama de hospital, Figuera asegura que sus agresores querían lincharlo al identificarlo como chavista.

«CHAVISMO CRÍTICO»

Libération - Ese país que se cae a pedazosPor su parte, Luisa Ortega, Fiscal General de la República desde 2007, sorprendió al país este 24 de mayo al afirmar que una de las víctimas de la violencia, Juan Pablo Pernalete, estudiante de 20 años, había muerto por el impacto de una bomba lacrimógena disparada por la Guardia Nacional Bolivariana durante las protestas ocurridas el 26 de abril. No es la primera vez que esta abogada de 59 años, muy cercana al fallecido expresidente Hugo Chávez (1999 a 2013), se distancia del gobierno de Maduro. Pero la implicación del Estado en esta muerte hizo ruido y desde ya ha adquirido imagen de «traidora» entre los partidarios del gobierno.

Pero, atención: Ortega Díaz no es la única chavista que ha increpado al gobierno de Nicolás Maduro. A pesar de ello, entre los dos extremos del espectro político -el gobierno y la Mesa de Unidad Democrática- las voces moderadas no han sido escuchadas todavía. Quince personalidades del «chavismo crítico» han lanzado un llamamiento a la «despolarización» y piden «detener la violencia». Entre ellos, destacaban al menos cuatro exministros de Chávez, varios exfuncionarios, dirigentes del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) y hasta un exgeneral cercano al difunto Chávez. Una de esas figuras visibles es Nicmer Evans, politólogo y exasesor del expresidente Chávez, y quien dirige el movimiento Marea Socialista. Para Evans la mayoría de los venezolanos no se encuentran hoy en el «gobierno autoritario desesperado por conservar el poder» ni en una «oposición que expone a la población a una confrontación estéril». Habla de una mayoría a la que deben hacer frente para detener la violencia. «Bajo Chávez, había un espacio de tolerancia a la crítica. Con Maduro, este espacio ya no existe «, se preocupa Nicmer Evans.

«¡BUENOS PARA NADA!»
La portavoz de la plataforma de «despolarización», exministra de Economía Popular, Olly Millán, con el pequeño libro azul de la Constitución de 1999 en la mano, aseguró en una conferencia de prensa confidencial: «Lloramos, nos duele el país, y más allá de nuestras diferencias, debemos detener esta espiral de violencia. El país es mucho más que los líderes de la MUD o del gobierno. Somos la mayoría».

Libération - Ese país que se cae a pedazosEl gobierno de Nicolás Maduro mantiene sin embargo apoyos indefectibles. Para Libertad Velasco, de 32 años, presidente de la Misión Sucre, uno de los organismos gubernamentales a cargo de la educación universitaria, «hay una escalada de violencia de tendencia fascista que el gobierno está respondiendo de manera no convencional». Esta activista de la primera hora estima que hoy en día, a pesar de las apariencias, hay mucha menos polarización que en el tiempo de Hugo Chávez. La opinión pública, asegura, está  ahora dividida entre «el chavismo duro que soporta a Nicolás Maduro, el chavismo crítico que se encuentra en plena confusión, y una amplia zona en el centro, sin filiación, muy permeables a los aparatos de propaganda que funcionan en tiempos de elecciones». Además de la derecha …

Desde esta perspectiva, la Asamblea Constituyente anunciada por el gobierno de Maduro a principios de mayo, y que será electa en el mes de julio, es una forma inteligente de moverse en las elecciones. Todas las encuestas son muy pesimistas. Desde que perdió las elecciones parlamentarias del 6 de diciembre de 2015, el gobierno dirige el país a golpe de decretos. La elección presidencial que se realizará a finales de 2018. Mientras tanto, el calendario prevé elecciones de gobernadores regionales -pospuestas durante un año y anunciadas finalmente para diciembre de 2017- y municipales, de fecha desconocida.

Si para la oposición la Asamblea Constituyente promete no ser más que una maniobra del gobierno para permanecer en el poder, sus seguidores responden. «La constitución de Hugo Chávez no era perfecta, él lo sabía, la quería reformar, y es por eso que vamos a transformarla ahora», exclama Eduardo Samán, refiriéndose al referéndum sobre la reforma constitucional que perdió en 2007. El profesor de farmacología y miembro del PSUV dirige, en camisa roja, un debate público a los pies del ministerio de Educación Universitaria en el centro de la ciudad  en el que explica a 20 personas los beneficios de la futura Constitución. «No vamos a permitir retroceso alguno en el proceso revolucionario», añade ante un público atento. Un poco más lejos, en una esquina de la Asamblea Nacional, el pasajero de un automóvil grita «Buenos para nada!» a un stand donde los activistas pro-gubernamentales están recogiendo firmas para apoyar la Asamblea Constituyente. «¡Putas! ¡Ratas!», replica gritando Gloria, de sesenta años, que hace el registro de firmas y forma parte del colectivo «Resistencia y rebelión», que ha hecho sede en esa esquina.

PIEDRAS Y GASES LACRIMÓGENOS
El coordinador de grupo Jorge Navas dice, bastante nervioso, que tiene «cuarenta combatientes» bajo sus órdenes, «formados con conciencia ideológica y amor a la patria». Asegura que los «colectivos» no están armados, contrariamente a lo que denuncian las ONG y la oposición, que los acusan de varias muertes perpetradas durante las protestas. Dice querer defender la continuidad de la Constitución y de la revolución bolivariana, en particular contra cualquier intervención extranjera «que transformaría a Venezuela en Siria».

En el otro lado de la ciudad, el miércoles 24 de mayo, la protesta terminó en gases lacrimógenos. Como de costumbre, la Guardia Nacional Bolivariana ha bloqueado el acceso al centro de la ciudad, esta vez en uno de los distribuidores de la autopista Francisco Fajardo. La cabeza del cortejo lanzaba piedras y cócteles molotov, y a continuación retrocedía ante el gas y los chorros de camiones de agua. Decenas de seguidores miran la confrontación. El aire es cada vez más irrespirable. En una situación de pánico, la multitud se dispersó y todos corrieron a refugiarse donde pudieron. Hasta la próxima reunión.

Versión original en Libération (por supuesto, en francés)

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