Mientras el embajador Michel Mujica denuncia en la prensa cubana “ataques” contra la sede diplomática venezolana en Francia, el diario parisino Libération, insignia de la izquierda francesa, reproduce la carta en la que su hermana Andreína lo emplaza a tomar posición frente a la situación que vive Venezuela.
Hace un mes, la carta de la periodista Andreína Mujica a Michel se hizo viral. Pese a que la reconocida fotógrafa se cuidó en detalles para no herir susceptibilidades familiares, el silencio “oficial” de su hermano, embajador de Venezuela en Francia, ante el contenido del mensaje público estalló como cristales esparcidos en el suelo.
Y fue tal el ruido que despertó este silencio -¿complicidad, confort, cobardía?- en el funcionario, hijo del histórico dirigente del PCV, Héctor Mujica, para que se pronunciase ante la violencia desatada por el gobierno de Nicolás Maduro, lo que llamó la atención en un país como Francia, con vieja tradición izquierdista y afín a las causas de los pueblos.
En favor de la autora de “Carta a mi hermano, el embajador” habla mucho que no ha requerido jamás de la ayuda oficial ni familiar del representante diplomático de Nicolás Maduro para sobrevivir en Francia. Para quienes la conocen bien, Andreína Mujica es dueña de una personalidad indomable que une a su talento de fotoperiodista, y que no le da tiempo para el lamento en los momentos de dificultades.
Como su padre, Andreina Mujica cae y se levanta, y ha sido tal vez esta personalidad marcada por su transparencia lo que ha motivado que un diario como Libération se haya hecho eco de la “Carta a mi hermano, el embajador” y que su publicación haya reabierto el debate acerca de si quien gobierna en Venezuela es un presidente democrático o un dictador.
A continuación, nuevamente el texto:
Michel Mujica
Excelentísimo Embajador de Venezuela en Francia
Paris-France
En el nombre del padre, en mi nombre y por la libertad, te pido perdón, hermano. Sé que esto te va a doler, porque una discusión de años ahora la hago pública. No tengo armas con que exigirte. Soy, como el resto de los venezolanos, una mujer “desarmada” pero con el poder de la humildad, te pido que des el paso que ayude a salvar vidas en Venezuela.
Tú, como embajador designado en los tiempos de Maduro; sí, Nicolás, el dictador más perverso, cínico y desalmado en la historia de las dictaduras de nuestro querido continente, te pido que te pronuncies en favor de la democracia, aquella por la cual nuestro padre dejó pegada su salud a punta de torturas, electricidad en los testículos, mientras su cuerpo colgaba sobre un rin afilado para cortar sus pies por cansancio.
Mi padre, nuestro padre, no soportaría tantas muertes, tantas torturas, tal injusticia. Estaría marchando como un abuelo en silla de ruedas. Y aunque él se fue de pie, sólo su cuerpo se convirtió en cenizas. No así su legado por un país al que le dedicó su vida política, familiar e intelectual. Héctor Mujica, es (no fue) ES, esa Venezuela maravillosa que hizo país después de lo que pensábamos sería la última dictadura.
Estos muertos son los nuestros, son tuyos y míos, pero yo no ostento una posición en el poder; tú sí, hermano, y confío en tu rectitud, en tu honestidad. Es preciso que te pronuncies. Es decir, debes ayudarme, ayudarnos y ayudarte. Tienes cinco hijas, mis sobrinas, cuatro nietos, que no merecen cargar con la vergüenza de un padre y abuelo que se quedó en silencio ante la barbarie.
Yo no lloro más que otros, ni rezo más que los creyentes, ni sufro más que los que se levantan en nuestra patria con el poco aliento gaseado para volver a las calles y protestar. También estoy lejos.
Tú, hermano, eres un protagonista de esta terrible época que nos ha tocado vivir. Tus palabras y acciones pueden ser ejemplo para otros funcionarios diplomáticos en el mundo. Esto tiene que parar. Nuestro país vive la muerte a cuentagotas. De miles que salen a protestar cada día pidiendo democracia, elecciones, desarme de los grupos paramilitares, mal llamados “colectivos”, restitución de los poderes de una Asamblea Nacional elegida por votación popular, destitución de magistrados del Tribunal Supremo de Justicia, que dieron un golpe de estado, así como la exigencia de la liberación de más de un centenar de presos políticos, y apertura de un canal humanitario para salvar a los que hoy mueren de mengua.
Mi padre fue un preso político, torturado como los de ahora. Sí, nuestro abuelo, el doctor Pastor Oropeza, no hubiese levantado su voz contra la dictadura de Marcos Pérez Jiménez ninguno de nosotros hubiera nacido. Esto incluye a nuestros sobrinos y nietos. Yo te apoyaré hermano, tu serás nuestro orgullo y no parte del duelo con el cual ya convivimos.
El 4 de octubre de 1968, cuando apenas habían pasado 48 horas de la matanza de estudiantes en la Plaza de Tlatelolco, el poeta Octavio Paz renunció al cargo de embajador de México en India. No podía ser cómplice de un gobierno autoritario que nuevamente utilizaba a Tlatelolco como piedra de sacrificio. Ahora, para asesinar a sus jóvenes.
Cuarenta y ocho horas, Michel, con tan sólo una carta dejo claro en la historia su posición ante los viles que asesinaban sin la menor sombra de arrepentimiento. Estoy fracturada Michel, como todos, ayúdanos a recobrar la dignidad y la esperanza. Venezuela merece, por lo menos, esto.
Con todo mi amor y respeto, hermano, espero tu comprensión, no por mi, sabes que nunca te he pedido nada. Ahora no tengo otra salida. Callar es morir un poco.
Andreina Mujica
Paris-France