DOUGLAS ZAVALA –

Veo a Juan Requesens y recuerdo a Gloria Martín a todo pulmón tarareando el himno de los presos políticos: «Presos están / irreductibles son, / levantan bandera de redención«. Recuerdo al camarada y amigo ya desaparecido Napoleón Barreto. De dónde los recuerdo. De nuestra condición de prisioneros políticos recluidos en una quinta clandestina que mantenía el SIFA allá en Carabobo, a las orillas de la laguna de Guataparo. Cómo no recordar al Napo, si después de haberme tenido bajo tortura con corriente y demás menesteres típicos de los militares, me llevaron ante él para que dijera que me conocía. Napoleón estaba guindado desde una viga que atravesaba el techo, todo su cuerpo sajado y quemado por los corrientazos. Eran los días del «asesina primero y averigua después».

Napoleón Barreto salió de esa tenebrosa quinta rumbo al (cuartel) San Carlos y quien escribe al Campamento Antiguerrillero de Yumare (Teatro de Operaciones N°5 -TO5). A mi se me preguntó hasta al cansancio y al ritmo de la tortura si conocía a Kleber Ramirez y al Comandante Fausto, a quienes por cierto al salir en libertad, por esos correaje propios que teníamos en el PRV-FALN, lo primero que hice fue ir a verme con ellos allá en Mérida.

Volvió la tortura a la política venezolana. Siempre ha estado presente. Desde Juan Vicente Gómez con sus famosos grilletes, pasando por la oprobiosa dictadura perezjimenista, hasta llegar a los terribles días de los regímenes de AD y Copei, donde se instauró la modalidad de los asesinatos bajo los estragos de la tortura y su posterior desaparición del cadáver. Siempre nuestros gobiernos han impuesto el régimen de la tortura.

Con el gobierno del desaparecido Hugo Chávez, esa mancha oscura había desaparecido. A decir verdad, Chávez fue cuidadoso en eso de las violaciones a los derechos humanos a sus presos políticos, sino pregúntenselo a Henrique Capriles, quien fue su prisionero y nunca salió a denunciar haber sido víctima de tortura o tratos crueles.

A raíz de la llegada de Nicolás Maduro al gobierno reaparecieron las denuncias de prisioneros políticos sometidos a tratos crueles para sacarles información y obligarlos a delatar a sus compañeros de faenas políticas legales o ilegales. La famosa y tenebrosa Tumba esta allí como emblema de un régimen con prácticas terribles de vejámenes a la dignidad humana, que se llevará el torturador Nicolás a su propia tumba. Cachipo, T03, TO5, Jorge Rodríguez, cuartel San Carlos, Noél Rodríguez, los hermanos Pasquier y Soto Rojas recuerdan la era ignominiosa de violación de los derechos humanos en la cuarta república.

El último desaparecido político de los regímenes de la cuarta república fue «Tabanuco» Rogelio Gamarra. Lo recuerdo cuando salió de mi casa rumbo a Falcón y no volvió más. En el momento de su aprehensión por una comisión de los cuerpos represivos del gobierno de turno en una alcabala vía la serranía de Cabure, nos declaramos en emergencia y salimos en comisión Alí Rodríguez Araque, José Guerra y mi persona a casa del diputado José Vicente Rangel, quien de inmediato se puso a la orden para denunciar su detención. El gobierno copeyano lo presentó a los medios de comunicación moribundo por los efectos de la tortura y (luego) lo desapareció. ¿Te acuerdas, José Vicente? Eran días duros de aquella militancia intensa y riesgosa por la liberación nacional y el socialismo, donde por cierto el tal Maduro ni aparecía de repartidor de volantes clandestinos.

Volvió la tortura de manos de Nicolás Maduro, quién lo diría, para vergüenza, si todavía la tienen, de Alí Rodríguez, Julio Escalona, Julio Chirino, Saúl Ortega, Roy Daza, Fernando Soto Rojas y el resto de quienes aun acompañan a este defraudante gobierno del terror, instaurado y dirigido, no sólo por Nicolás, sino por los hijos de quien muriera torturado bajo las órdenes del ministerio de Relaciones Interiores de un gobierno adeco.

Cuando veo a Juan Requesens, y no tengo por qué poner dudas a su irreductibilidad, me es inevitable recordar a Napoleón Barreto, quien a los días de mantenernos presos, el Servicio de Inteligencia de las Fuerzas Armadas (SIFA) no quiso sacar unas fotos incriminatorias, adornada con uniformes guerrilleros y pertrechos militares, y aún bajo los rastros de la tortura, le dijo a uno de nuestros esbirros: “Okey sácanos la foto digepolesca a Zabala y a mi, pero no al lado de ese delator, que nos trajo hasta aquí”.

Cuando veo a ese muchacho, José Vicente, lleno de mierda por efecto de la tortura, maldigo la hora, porque sea precisamente a nombre del socialismo y la patria, y no de su fascismo, el que Nicolás Maduro y sus secuaces, quieran esconder sus crímenes y el regreso de la tortura como mecanismo de dominación política. Haz algo José Vicente, como en los viejos tiempos. Ellos son también prisioneros políticos, sea cual sea la causa de su detención y muchos son irreductibles como nosotros y ese joven diputado Juan Requesens.

Douglas Zavala, expreso político venezolano.

Publicado en Aporrea.org el domingo, 12/08/2018


 

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