JUAN PABLO LEÓN ALMENARA/ Fotos Bryan Albornoz
El primer recinto de venezolanos en la capital peruana se queda está quedando pequeño. El local que aloja gratuitamente a unas 80 personas de varias familias que huyeron de Venezuela por la crisis económica sirve para asistir techo y comida a los migrantes, inclusive hasta les ayudan además a encontrar trabajo
En la urbanización Canto Bello, en San Juan de Lurigancho, hay un pedazo de Venezuela donde nadie se acuesta con hambre por las noches, ni escarba la tierra por medicinas, ni protesta por desempleo. Es un espacio de 300 metros cuadrados y dos pisos convertido en una embajada no oficial, pero siempre diplomática: sus puertas metálicas están abiertas las 24 horas del día para todo el que arribe del país llanero en busca de un mejor futuro.
Es el primer albergue gratuito para venezolanos en Lima. Fue abierto hace cerca de un año, cuando el empresario textil René Cobeña decidió refugiar por unas semanas a un primer grupo de familias. A medida que estos extranjeros encontraban trabajo y se despedían de su cuidador para reiniciar su vida en una vivienda propia, llegaban más ‘exiliados’ luego de un viaje de una semana. La falta de dinero obliga a muchos de ellos a terminar el periplo a pie.
Hoy, este lugar ha quedado corto para los casi 80 venezolanos que como pueden se acomodan: unos duermen en el piso sobre colchones de aire, otros comparten un camarote con toda una familia, y hasta convierten la sala por las noches en un campo de refugiados. La cocina sí es sagrada: esta es una fábrica a tiempo completo de bombas, arepas y tizanas que luego sus cocineros venderán en las esquinas de Lima.
El éxodo de decenas de venezolanos que huyen de su país termina en este albergue gratuito, ubicado en San Juan de Lurigancho. Una vez aquí, comienza una vida nueva para ellos. «Si esto se sigue llenando, algunos deberán dormir a la intemperie. Necesitamos ayuda para estas familias. Cualquier espacio libre, un garaje, un piso o una terraza es útil para ayudar a estas personas. He tenido que dejar de pagar la universidad de mi hija para seguir abonando el alquiler de este lugar, pero la recompensa es ver cómo estas personas vuelven a nacer», dice Cobeña.
Las condiciones son como las de cualquier hogar: todos deben apoyar con la limpieza, mantener el orden y respetar las políticas de convivencia. La estancia promedio de un extranjero refugiado aquí es de unos 20 días, mientras se adaptan a esta ciudad y consiguen un empleo que les permita independizarse. Luego de eso, aquí todo es solidaridad y optimismo.
Cualquier ayuda será bien recibida. El teléfono de contacto es el +51 944-973-060.
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