La canciller venezolana comparó a los corresponsales de prensa extranjera en Venezuela con los medios que excitaron el odio en Ruanda y alentaron el genocidio en 1994.
FRANCOIS-XAVIER GOMEZ – LIBERATIÓN –

Por un comunicado del ministerio del Poder Popular para las Relaciones Exteriores, con fecha sábado 22 y colgado en la página web de la embajada de la República Bolivariana de París, nos enteramos de que la titular de la cartera, Delcy Rodríguez, así como el ministro encargado de Comunicación e Información, Ernesto Villegas, se reunieron en Caracas con periodistas extranjeros acreditados en el país con el fin de «instar a realizar coberturas informativas equilibradas» de los acontecimientos actuales: las manifestaciones de oposición al gobierno socialista para obtener elecciones anticipadas, cuyo récord es de 26 muertos hasta miércoles 26 de abril.

Al amenazar a la prensa extranjera, el régimen perdió el sentido de la decenciaHaciendo hincapié en la «importancia de los medios de comunicación en la promoción de la estabilidad y la paz de un país», la jefa de la diplomacia dijo que Venezuela era víctima «de una agresiva campaña global de medios» e invitó a los corresponsales acreditados a no «seguir tejiendo campañas de odio». «La violencia de los últimos días no ha llegado al 1% del territorio nacional, ha juzgado Delcy Rodríguez, pero desde cualquier país en el mundo la impresión que se da es que Venezuela es un país en guerra.»

Para ilustrar este punto, la ministra utilizó un argumento por lo menos impactante: «hay casos emblemáticos en el mundo donde órganos internacionales de justicia determinaron la responsabilidad de medios de comunicación al propiciar guerras civiles, como en el caso de Ruanda».

PERPETUIDAD

En diciembre de 2003, el Tribunal Penal Internacional para Ruanda condenó a tres ejecutivos de medios a cadena perpetua: el anfitrión de una revista y los fundadores de Radio Mille Collines, estación que había aumentado los mensajes de odio contra la población tutsi, y una vez que el genocidio comenzó, entre abril y agosto de 1994, informó a la milicia hutu, adónde se habían ido los tutsis y los hutus moderados. Los condenados no eran periodistas, sino activistas políticos que utilizan los medios de comunicación con fines de propaganda. No eran extranjeros sino ruandeses. Hasta donde sabemos, ningún corresponsal de prensa extranjera fue acusado de participar en ese genocidio.

Si Delcy Rodríguez quiere denunciar la manipulación de los medios de comunicación por parte de algún gobierno, no tiene que ir muy lejos. En su país, los periódicos que no transmitían la palabra del poder han tenido que cerrar, con una excepción (El Universal). El acceso al papel de impresión está prohibido. Las televisiones han sido asfixiadas y compradas por hombres de paja del régimen. Y el presidente Maduro monopoliza el espacio de los medios con su programa de radio diario y sus largas intervenciones que todas las estaciones de radio y televisión están obligadas a emitir.

Durante cuatro semanas, los corresponsales extranjeros han estado cubriendo las protestas, la represión, el saqueo y la extorsión de los colectivos (milicia civil chavista) en condiciones difíciles. Compararlos con los fabricantes de la guerra en un conflicto que se cobró 800.000 muertes entre abril y julio de 1994 (según la ONU), muestra cómo el régimen socialista venezolano ha perdido todo contacto con la realidad, todo sentido de la proporción y de la decencia.

Publicado en el diario francés Liberation (Francés)

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