ANDREINA MUJICA/ texto y fotos
A los 19 años Ernesto Brando decidió ser rapero, valiéndose de su único instrumento: la voz. En 2001 debutó en la serie juvenil “Los últimos” de Beto Arvelo. Pero lo suyo era la música y se entregó a la guitarra en Mérida con Johan Espinoza. El célebre jazzista le regaló lo que sabía: clases memorables de armonía. Luego vino el salto. De Mérida a Caracas y de ahí a Nueva York. Esta historia de esfuerzo personal continuará…
“A los 9 años vivía en Checoslovaquia y recibí mis primeras clases de guitarra, estoy seguro que en mi ADN hay algo de ese tiempo, en 1999 creé el primer grupo de Hip Hop en Mérida”, señala Brando. Pero reconoce que fue su amigo, el artista Sergio Barrios (El Hase), muy activo en la capital quien logra que vaya a Caracas, y luego con Félix Allueva y el Festival Nuevas Bandas se mete de lleno en la movida sonora, al punto de hacer el primer Festival de Nuevas Bandas de los Andes, Con ayuda de Allueva sacó un especial en su programa en el 2000. “Recuerdo a la gente de Pilla Records, Babylon Motorhome, la movida en Caracas era intensa, sabrosa, se movía maravillosamente”, evoca con cierta nostalgia.
En 2006 Brando comienza a trabajar en la gastronomía con su colega Simón Rodríguez (actualmente chef en Buenos Aires), paralelo a ello estudia en el TAS (Taller de Arte Sonoro) en Las Mercedes. “Ahí desarrollé un proyecto independiente llamado Mandinga y su cuarteto digital, luego vino Elemento Mentor. “Me gustaba el juego sonoro entre las palabras, cuando era chamo intentaba inocentemente dar consejos a través de mis líricas, con total ingenuidad; de cualquier forma sirvió más para chalequeo que para otra cosa; finalmente opté por mi apellido, Brando, no me importa si creen que es por Marlon, tan célebre en el mundo del jet-set, bueno, compartimos apellido… qué le vamos hacer”.
LA GRAN MANZANA
Dice que llegó a Nueva York sin nada y en seis años se dedicó a ahorrar centavo a centavo hasta llegar a montar su pequeño estudio. “Quise evitar problemas con aduana en Venezuela y me vine arrancando de cero”. Se unió a Sergio (El Hase) y junto a Alexander Chaparro montaron Santa Salsa en Brooklyn hasta conseguir ganar el mejor Hot Dog de Nueva York en 2012. Unos años más tarde volvería al carril de la música como el perro, con todo.
“Nueva York siempre tendrá algo que ofrecerte, tiene mucha apertura, a la hora de decir algo sobre tu trabajo, te lo dicen sin problema, dan aportes, aquí eres parte de algo más que está pasando; pero en Caracas se intenta aceptar algo nuevo que estás presentando, te hace sentir un poquito único, pero hay modestia, cierto temor a la hora de opinar. Mientras en Nueva York tengo más foco creativo, aquí la distracción es crecimiento creativo; pierdes el tren, sientes que te maltratan y hay un giro de 180 grados en tu cabeza y explota en creatividad, a la vez te exige mucho, te mueve, me falta mucho crecer como profesional, tal vez también está el tema imagotìpico que tenemos de la ciudad, pero se siente una libertad increíble”.
«En todos estos años seguía creando en mi cabeza pero sin tener los instrumentos para desarrollar los proyectos, seguí dibujando, ahora paso dos horas dibujando y después me siento a componer, a tocar hasta el infinito, este es mi proyecto audio-visual, ahora produciendo una serie de EP (Extended Play) donde me dedico no sólo a hacer la música sino las portadas y eso me excita parte del cerebro, me ayuda a completar el proceso creativo.
Musicalizar las imágenes o dibujar con ritmo, puede ser una pantalla donde se proyectan dibujos, texturas, es una manera de enriquecer un trabajo autoral.
CABARET SE MUEVE POR LAS CALLES
“Monté un grupo, Pepeto, con un gran baterista, Diego Maldonado, y un bajista excelente, Fernando Martínez, pero aquí es rudo pagar ensayos, estudio, todos hacemos varias cosas, todos andamos buscando la vida. Los músicos venezolanos son de gran calidad, con Rafael Urbina (baterista de Famas Loop) y Fernando tenemos Uggly Loco, grabamos en el estudio de José Luis Pardo (Amigos Invisibles), llevamos dos años de mucho trabajo, vamos pa’lante. Allí también graba Yordano, para mi es un gran orgullo compartir siquiera la silla con un músico de la talla de Yordano”.
El artista venezolano Diego Sierralta tiene una serie de time laps que ha venido trabajando por 4 años. Brando los trabajó, haciendo música en vivo en un cuarto oscuro los audífonos colgando del techo, una suerte de experiencia de texturas. Es lo que él denomina diseño sonoro, y es así como comienza a conceptualizar en vivo. “Ahora todo lo hago análogo, es mucho más enriquecedor y da más carácter de improvisación. En unos años me gustaría regresar a Venezuela con proyectos profesionales; sería feliz llevando talleres de producción musical, de cocina, poder sintetizar todo este proceso que es tan bonito como áspero para que la gente capte todo, y aprenda sin pasar por lo áspero”.
Andreína Mujica, periodista venezolana. Escribe desde París, Francia. @andreinamujica