Carlos Villalba, cronista de luces y capeas

Carlos Villalba, cronista de luces y capeas
VÍCTOR SUÁREZ

A mediados de los ´70, en tiempos de la dirección de Óscar Palacios Herrera (tan descendiente de Bolívar Libertador como aficionado al tendido de sombra), Carlos Villalba entró en son de columnista en la sección de Deportes del diario El Nacional. Escribiría de toros y toreos.

Se estaba armando ‘Pizarra’ (luego llamado ‘Pantalla’), el cuerpo deportivo especial de los lunes. Llegaron también Dámaso Blanco (beisbol), Pedro Zárraga (futbol), Leonardo Rodríguez (basket), Julio Bolbochán (ajedrez), entre otros.

El gran reportero taurino había sido Carlos Eduardo Misle (Caremis), pero ya no estaba en plantilla regular, y le había sustituido el español Pepe Luis Corujo. Caremis seguía escribiendo su ‘Corototeca’, pero no en ‘Pantalla’.

Cuando llegó Villalba al cuarto piso de El Nacional, en Puerto Escondido, algo le llamó la atención en la pared del largo corredor: una foto de Ramón Villa, gran fogonero gráfico de la fiesta brava. Le vi de perfil y me angustió su silueta angulada. Alto, flaco, pantalón de lino blanco y camisa manga larga también blanca, como los babalaos; menor de 40 años, un poquitín encorvado, pelo negro, paraguas en mano. La luz artificial le daba en la testuz, y su rostro era sombra, como si estuviera detrás de una cortina de baño.

-¡Verga! Se equivocó de puerta Anthony Perkins.

-¿Quién es Anthony Perkins?, preguntó Goiticoa, el mensajero de Deportes.

-El actor de ‘Psicosis’. A lo mejor viene a matar a Edith Guzmán por haber publicado un cable en el que aseguran que la actriz Victoria Principal le había robado la virginidad cuando él tenía 39 años. Estaban filmando ‘El juez de la horca’, dirigida por John Huston en 1972. La punta del paraguas es igual a una daga. ¡Mírala!

-No, vale. Ese estaba hace un rato en la Dirección y viene a hablar con el jefe Castrico Pimentel.

Cuando se acercó supe que era el profesor de los cursos de Criminología en la escuela de Psicología de la UCV, de la que nunca egresé. Palacios Herrera le había recomendado para una columna semanal sobre tauromaquia, no necesariamente noticiosa. Corujo continuaría con el seguimiento de plazas, ferias, empresarios y toreros, y Villalba se ocuparía de la poesía. «El toro no está en el ruedo; el toro está en los tendidos y en los medios», decía.

Prisiones y conductaPara disfrutar realmente de las crónicas de Carlos Villalba había que elevarse mucho. Abogado (UCV, 1961), con estudios de postgrado en ciencias criminológicas en la Universidad Libre de Bruselas, experto en penología (sociopolítica de las sanciones), brilló en esa especialidad en los postgrados de Ciencias Penales y Criminológicas de la UCV. Con el psicólogo Henry Casalta escribió ‘Prisiones y conducta’, publicado en marzo de 1968. A partir de ese texto, intercambiábamos cuando iba a entregar sus cuartillas.

En ese tiempo ocurrió el percance con Palacios Herrera. Una tarde, con unos cuantos brandis encima (a pesar de que se negaba rotundamente a que se bebiera en la redacción), cayó en sus manos una prueba de página de Deportes. La noticia principal no se refería a toros. La reseña de una corrida, con foto, ocupaba la parte inferior. Palacios armó un escándalo. «¿Quién pudo hacerlo? Es un imbécil. Esto merece ir arriba», apuntando al papel entintado. No sabía quién la había diagramado, y menos que quien lo había hecho estaba presente en la sala. Entonces, Mario Delfín Becerra, jefe de Secretaría de Redacción, tomó la página con una y con la otra me llevó al taller de composición en plomo. Sin tocar un solo lingote, sin dejar fuera alguna línea, la rehizo, al gusto del director bravío.

Villalba hablaba de Proust y de Juan Belmonte, no de Hugo Domingo Molina, el empresario local. Del toro con alma y de la desgraciada historia del andaluz Tragabuches. Del día de 1788 en que metieron preso a «un mulato, zurdo, fornido y picado de viruelas, ejercitado en hacer de banderillero en las corridas de toros». De Juanita Breña, la capeadora peruana. En la cátedra discernía solemne sobre crimen y castigo, y en el diario se reía de alguacilillos y espontáneos.

Jesús Cova, antiguo reportero especializado en boxeo y amigo de toreros, le recuerda así: “Muy atildado gentleman inglés, de densa educación, si los hay, y el cronista taurino de más poética y coherente prosa que jamás haya podido leer”.

Del toreo de las luces al toreo de las IndiasSobre la Fiesta Brava en Venezuela planteaba una tesis singular: Es un jolgorio trasladado de la calle a la plaza. Según su apreciación, la transición a la corrida nunca se efectuó plenamente, y mientras solo sea fiesta de vida, ebriedad y alegría, ese tránsito no se realizará.

Algunas de esas crónicas fueron incluidas en su libro ‘Del toreo de las luces al toreo de las Indias’, editado por Monteávila en 1992.

Carlos Villalba Anzola falleció en Caracas el domingo 23 de enero de 2022, a la edad de 85 años. En la Escuela de Psicología de la UCV se mantuvo desde 1967 hasta 2014, por renuncia. “El Consejo de Escuela reitera su reconocimiento y gratitud a la labor del profesor Villalba”, dijo el director de entonces Eduardo Santoro, quien ya estaba cuando llegó.

Con él, toda la luz estaba en la plaza y en el aula.

Víctor Suárez, periodista venezolano. Reside en Madrid, España.

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