PABLO GONZÁLEZ ALONSO Y ALEJANDRO VALERIO (FSP) –
La crisis en Venezuela ha ido en aumento en los últimos años, en la medida que la escasez de productos, el malestar social y los enfrentamientos políticos se han agravado.
En agosto, el presidente de Venezuela Nicolás Maduro formó una asamblea constituyente para reescribir la constitución venezolana (contra la voluntad de un poder legislativo democráticamente elegido y controlado por la oposición), recibiendo la condena de varios países de América Latina y la Unión Europea, que se han negado a reconocer la legitimidad de la nueva asamblea. El presidente Trump señaló que no descartaría la posibilidad de una opción militar en Venezuela, y su administración ha impuesto recientemente sanciones económicas al país sudamericano.
Sin embargo, es improbable que la crisis del país se convierta en un hecho importante para los ejecutivos regionales y centros corporativos de América Latina, al menos desde el punto de vista empresarial. Esto se debe a que la mayoría de las multinacionales han huido del mercado venezolano en los últimos tres años, en medio de las crecientes dificultades para repatriar los beneficios; la importación de materias primas y productos terminados al mercado local; la dificultad para recibir el pago de los socios locales y del gobierno venezolano, y más recientemente debido a expropiaciones y confiscaciones de fábricas –todos los problemas derivados de la abrupta reducción de dólares en la economía venezolana- desde que los precios del petróleo comenzaron a caer en abril de 2014.
De hecho, el petróleo representa el 96% de la canasta de exportaciones de Venezuela, constituyendo la principal fuente de entrada de dólares en el país. Desde 1958, el gobierno venezolano no ha logrado diversificar la matriz productiva del país, atando el futuro de la nación a los ingresos por petróleo. Además, la mala administración de la petrolera estatal PDVSA llevó a recortes adicionales en su producción de petróleo, lo que redujo las reservas internacionales del país.
ÉXODO DE MULTINACIONALES
Nuestra empresa, Frontier Strategy Group, recientemente entrevistó a 20 gerentes generales de América Latina sobre las contribuciones de Venezuela a sus ingresos regionales. Venezuela representa sólo el 1% de los ingresos totales. Es el segundo mercado más pequeño de América Latina, una diferencia marcada en comparación con hace pocos años, cuando competía con mercados como Argentina, Chile y Colombia como el tercer mercado más grande de la región, después de Brasil y México. Parte de la disminución puede explicarse por la fuerte depreciación del bolívar, pero en su mayor parte refleja decisiones proactivas de las multinacionales para salirse del mercado.
El éxodo corporativo de Venezuela ha tomado diferentes formas. Incluye salidas completas de corporaciones como Clorox, una de las primeras corporaciones que cesaron sus operaciones en el mercado en 2014 (sus instalaciones fueron confiscadas por el gobierno venezolano), y empresas como Bridgestone y General Mills, que vendieron sus negocios en Venezuela a grupos industriales locales e inversionistas privados en 2016. Pero también incluye empresas que redujeron significativamente sus operaciones venezolanas y aquellas que han llevado a pérdida su negocio en Venezuela en sus resultados comerciales y financieros en Latinoamérica. Las razones de esto incluyen el derrumbe de la monedavenezolana, que ha provocado pérdidas de miles de millones de dólares para empresas como Pepsi, intromisiones políticas, controles de precios, interrupciones de la cadena de suministro e imposibilidad para repatriar sus beneficios.
Al final del año pasado, al menos 64 compañías del índice de Standard & Poor’s 500, alrededor del 13% del total, informaron a los inversionistas sobre cancelaciones o exposición a devaluaciones de activos, ya que el bolívar continuó perdiendo valor frente al dólar estadounidense. Mirando solo a las firmas estadounidenses, la lista de compañías que desde el año 2014 han salido del mercado venezolano o bien suspendieron temporalmente la producción, o cancelaron sus operaciones en Venezuela, incluyen corporaciones como Mondelez, Liberty Mutual, Colgate, Procter & Gamble, Ford, Kimberly Clark , General Motors, Ford, Coca-Cola, y los ya mencionadas Clorox, Bridgestone, Pepsi y General Mills, y compañías aéreas como Delta, United y American Airlines.
Las compañías estadounidenses han liderado el éxodo de las multinacionales de Venezuela, pero es probable que las compañías de otros países claves en comercio e inversión sean seguidoras si las condiciones de operación en el país no mejoran pronto. Sólo España cuenta con unos 5.000 millones de euros en juego, de las inversiones efectuadas de 1993 a 2017 por 100 empresas diferentes en sectores que van desde la banca y los seguros hasta las telecomunicaciones, la construcción, el petróleo y el gas, las energías renovables, los hoteles, el vestido y los alimentos y bebidas. Algunas de estas empresas son grandes multinacionales como Repsol, Mapfre y BBVA.
ALGUNAS ESTÁN DISPUESTAS A ASUMIR EL RIESGO
Compañías como Chevron, Valero Energy y Phillips 66 siguen apostando por la rentabilidad a largo plazo del mercado venezolano. Las empresas de energía tienden a gozar de condiciones de operación más favorables -ya que el gobierno venezolano trata de proteger a su principal industria- y están atrapadas en mayores inversiones de capital a largo plazo, que por naturaleza son menos vulnerables a la ciclicidad de las transiciones políticas.
Los productos producidos localmente también están ganando rápidamente cuota de mercado a medida que las depreciaciones de la moneda local y los productos importados se vuelven mucho más caros. Una vez grandes consumidores de whisky escocés, los venezolanos están cambiando al ron venezolano, cuyas marcas premium se han vuelto relativamente más asequibles que sus equivalentes de whisky. Esta tendencia se extiende a todas las categorías de productos, desde alimentos hasta suministros de limpieza. Las cadenas tradicionales de tiendas también están prosperando, como Día Día, que ha encontrado una manera de maximizar las ventas al combinar la proximidad de sus tiendas con los bajos precios de los grandes supermercados
Las empresas estatales chinas también apuestan por las inversiones de Venezuela, principalmente en el sector minero. Aunque las empresas chinas están plenamente conscientes de los riesgos económicos y empresariales inherentes a Venezuela, muchas de ellas continúan recibiendo préstamos a bajo tipo de interés por parte de los bancos chinos y gozan de acceso preferencial al mercado y recursos como el Fondo Conjunto China-Venezuela. Las inversiones chinas también reflejan las relaciones bilaterales más cordiales entre ambos países y el hecho de que Venezuela todavía debe a China 19 mil millones dólares en préstamos que se están pagando con petróleo. De ahí que los chinos tengan incentivos para mantener la economía venezolana a flote.
¿REANUDARÁN SUS INVERSIONES EN VENEZUELA?
Lo que alguna vez fue un mercado atractivo y rentable para las multinacionales, y dado sus vastos recursos naturales y la demografía favorable –en términos de una gran población adulta joven y altos niveles de educación terciaria– podríamos predecir que Venezuela es probable que recupere su atractivo en el futuro.
Pero debido a los profundos desequilibrios macroeconómicos y a la fractura social en Venezuela, el regreso al crecimiento probablemente será largo y doloroso y requerirá de reformas estructurales significativas en su economía, sistema político y en la mayoría de las instituciones básicas que han sufrido años de excesivo intervencionismo estatal desde 2001 con el fallecido Presidente Chávez. Esto significa que incluso en un escenario optimista, un retorno al crecimiento es improbable por lo menos hasta 2020.
Entonces, ¿cuándo sería el momento adecuado para que las empresas reasignen de nuevo recursos corporativos a Venezuela? Estamos asesorando a nuestros clientes en considerar diferentes escenarios políticos y económicos.
Por ejemplo, en un escenario negativo, en el que Venezuela se asemeja a Cuba, el actual gobierno podría decidir cancelar indefinidamente las elecciones presidenciales programadas para diciembre de 2018 y tomar el control sobre las actividades del sector privado con la ayuda de los militares. En este caso, la confrontación civil y un embargo por parte de los Estados Unidos y la UE probablemente se impondrían, lo que haría imposible que las multinacionales occidentales comercien con Venezuela durante el tiempo que persista el embargo y dejándolas sin otro recurso que salir del mercado.
En un escenario un poco menos pesimista, el gobierno del presidente Maduro mantendría las elecciones presidenciales en 2018, sólo para permitir que candidatos elegidos a dedo de sus propias filas y en la oposición se presenten a la presidencia. El nuevo presidente emprendería reformas económicas parciales para recuperar el acceso a los mercados de capitales, principalmente a través de modificaciones del actual sistema cambiario y controles de precios, pero evitaría medidas económicas más dolorosas para frenar el déficit fiscal y la inflación, tales como la reducción drástica del gasto público. En este caso, la recuperación económica podría todavía tener lugar en 2020, pero sería débil, y las condiciones de funcionamiento seguirían siendo un desafío para las multinacionales.
Potenciar el acceso a los mercados locales y a los equipos de relaciones gubernamentales sería clave en este escenario para alentar la reforma y asegurar que el gobierno venezolano estaría considerando los intereses del sector privado. Inversiones más ambiciosas serían imprudentes hasta que la economía muestre signos de estabilización a raíz de las nuevas reformas, o si los precios mundiales del petróleo se recuperaran inesperadamente.
En un escenario positivo, el gobierno venezolano permitiría elecciones libres y un gobierno recién instituido de la oposición buscaría un paquete de reforma económica más ágil y agresivo. Esto podría incluir una reestructuración de la deuda externa de Venezuela con la ayuda de instituciones como el Fondo Monetario Internacional. En este caso, la recesión económica se atenuaría a corto plazo, y se permitiría una recuperación más fuerte a principios de 2020 a raíz de la recuperación de la inversión. En este escenario, a las multinacionales se les recomendaría adoptar un enfoque más proactivo y reanudar las inversiones lo antes posible, negociando simultáneamente los créditos pendientes y la recuperación de los activos expropiados con el gobierno.
Los acontecimientos recientes sugieren que Venezuela se está inclinando más hacia el primer escenario pesimista que hacia el último escenario positivo. Las empresas deben entonces esperar lo mejor pero prepararse para lo peor.
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