VICTOR SUAREZ – En Madrid, 9-10-2014 –

La eutanasia de Excalibur, primer animal sacrificado en Europa por presunto contagio del virus Ébola. España lo llora y por momentos olvida el destino de su dueña Teresa, primera infectada fuera de África. Las redes sociales olvidan también a los imputados en el caso de las «tarjetas opacas».

En «Un Perro Andaluz», el célebre corto de Luis Buñuel de 1929, no aparece ningún perro, ni siquiera como extra. Es considerada la pieza más significativa del cine surrealista. La vida, pasión y eutanasia de Excalibur, el perro de Teresa Romero, la auxiliar de enfermería española que se convirtió en el primer caso europeo infectado con Ébola fuera de Africa, y mascota consentida de su esposo Javier Limón, comporta todos los elementos para una producción más perturbadora aún que aquella peliculísima muda de 17 minutos que fundía delirios, sueños, hormigas y navajas de barbero en un solo turbión.

«El Perro de Alcorcón» contará con la efervescencia de las redes sociales, tiempo y espacio inmensos en televisión y prensa, emisiones en directo en radio, reflejos en los medios internacionales, tendencia predominante en Twitter durante tres días consecutivos, peticiones de clemencia en Naciones Unidas, manifestaciones callejeras con heridos y empujados, citaciones a ministros y funcionarios de Sanidad en el Congreso de los Diputados, sedaciones, en secuencia surreal hasta el momento en que Excalibur es incinerado a las 20:00 horas del miércoles 8 de octubre de 2014 en un crematorio de mascotas de Paracuellos del Jarama (Madrid).

La última luna sangrante del año estaba por emerger en el cielo español. Hay 83 sospechosos de haber estado en contacto con el misionero Manuel García Viejo, contagiado en Sierra Leona con el furioso virus. El religioso había sido llevado a España el pasado lunes 22 de septiembre y murió poco después en el Hospital Carlos III de Madrid. Esos 83 están aislados, en observación, entre ellos personal del hospital, los que lo trasladaron desde el aeropuerto y compañeros de misión que fueron a consolarlo.

Teresa Romero también, pero en otra calidad. Se la considera portadora del virus porque en su condición de enfermera que atendió a García Viejo en el hospital, tuvo contacto directo con él, estando vivo y estando muerto. Al parecer, se quitó los guantes e inadvertidamente se rozó la boca con los dedos desnudos. El Ébola se transmite por contacto directo con el afectado.

Teresa empezó a sentirse mal días después del fallecimiento del misionero y al declarar que tenía 38 y medio grados de fiebre, las autoridades de la Sanidad Pública determinaron que podría estar contagiada, con lo que se convirtió en el primer caso de Ébola contraído en suelo europeo. Tremendo peo.

Su marido Javier Limón también está aislado. Por supuesto que ha tenido contacto con Teresa. Y Excalibur también estaba aislado, aunque en su casa. Se le veía en fotos acurrucado en un sofá o en su nido de felpudos, y en otras en el regazo de su dueña y también posando con su otro dueño en un parque aledaño a su residencia en la barriada de Alcorcón.

El cotarro político está batiente y sangrante. Ha aparecido un escándalo nuevo. Hay 87 implicados en el caso de presunto uso indebido de tarjetas de crédito autorizadas por la antigua banca estatal Caja Madrid y su sucesor el intervenido y subsidiado por el Estado, Bankia, con las que se gastaron en 10 años algo más 15 millones y medio de euros, sin que ese gasto hubiera sido consignado en el ministerio de Hacienda y en las agencias tributarias. Son las llamadas «tarjetas opacas». Figuras del PP, PSOE, Izquierda Unida, de las centrales sindicales Comisiones Obreras y UGT, y hasta el jefe de la Casa Real de Juan Carlos I y actual consejero privado del rey Felipe VI, están entre los señalados. La platea se alza. Son unos mangantes. Pena, penita, pena. Pero de cárcel, piden en todas las instancias.

El perro de AlcorcónDESDE EL BALCÓN

Exclibur sale al balcón del piso de sus dueños. Como en la primera secuencia de «Un Perro Andaluz» (https://youtu.be/vNJwPrAxkB4), mira que las nubes pasan a lo alto y la luna se mantiene estática, y a una multitud arremolinada en la calle que grita clemencia a su favor. Un funcionario de Sanidad dice «hay que eutanasiarlo». Un médico sin fronteras declara que no está clínicamente probado que los animales porten y transmitan el virus. «Mi perra es su amiga», dice un vecino lloroso. La multitud se exalta, la policía custodia el lugar.

Luego, Teresa está tirada en un sofá, en el salón de su casa, con Excalibur al lado. «¿Le han llamado del gobierno?», le preguntan por teléfono desde el Canal 4. «No, nadie», responde. «¿En su caso se ha cumplido el Protocolo?», vuelve a preguntar el presentador Jesús Cintora. «No», responde Teresa. «¿Cree que al quitarse los guantes (cuando atendía al misionero infectado) pudo haberse rozado alguna parte del cuerpo?». «No, no creo. Tuve mucho cuidado».

DESDE EL CONGRESO

En lugar del ciclista disfrazado de monja que se cae aparatosamente justo debajo de su balcón, en la escena de Buñuel que interpreta Simone Mareuil, desde su balcón Teresa ve a sus vecinos que piden que no sacrifiquen a Excalibur. No es ella la que está en peligro, es el perro. Entonces su marido Javier se pone en marcha. Graba un video y lo sube a la red (https://www.youtube.com/watch?v=AYUNCw6lzAY). Intenta detener el sacrificio. Pide al pueblo español que le ayude a salvar a su perro, «que lo quieren matar, así por las buenas, sin seguir ningún procedimiento». Circulan peticiones en Change.org en las que se pide clemencia para Excalibur. Más de 400 mil firmantes se expresaron. En el centro de Madrid surgen manifestaciones de protesta porque en los centros de salud no hay suficiente medicamento para tratar a cientos de miles de afectados con Hepatitis C. La policía custodia.

EL PERRO DE ALCORCÓNSe agudiza el escándalo de las «tarjetas opacas». Llueven las dimisiones, las aclaratorias, las excusas, el yo no sabía. Aparecen las facturas de los gastos personales: mercados domésticos, trajes, viajes, restaurantes, hoteles, refacciones, vida muelle. Sólo 3 de los 87 salen indemnes: no las usaron nunca, pero las tenían a sus nombres y eran consejeros de los bancos.

El Rey cita a su despacho en el Palacio de La Zarzuela a Rafael Spottorno, su consejero privado que había sido pillado con la tarjeta en la mano. Spottorno estuvo al lado de Juan Carlos I en todas sus apariciones públicas entre 2011 y el fin de su reinado el 19 de junio de este año. Es un activo de ese palacio: ejerció el cargo de secretario general (Número 2 de La Casa) entre enero de 1993 y septiembre de 2002. Según los papeles desvelados, durante sus 8 años en la Fundación Caja Madrid, gastó 223.900 euros con la tarjeta. Ha devuelto gran parte (aún debe 54.000), pero debió dimitir, obligado por Felipe VI.

Como todos los miércoles en la mañana, este miércoles también hubo Sesión de Control en el Congreso de los Diputados. La oposición descarga al gobierno. Rajoy, la vice Sáenz de Santamaría, los ministros De Guindos (Finanzas), Rafael Catalá Polo (nuevo titular de Justicia) y Ana Mato (Sanidad) presentan cuentas. El hemiciclo está alterado. Ana Mato es el centro de atención. Una rueda de prensa del día anterior, en la que se anunciaron las medidas que estaba adoptando el gobierno tras el contagio de la auxiliar de enfermería Teresa Romero, había devenido espectáculo incomprensible. Ni protocolos que cumplir, ni preparación de personal clínico-hospitalario, ni adecuación de los centros de aislamiento, críticas por doquier. Lo único bien puesto eran los carteles en el Metro de Madrid, en los que se insta a la población a tener cuidado con el Ébola traicionero pero hasta entonces invisible.

En el corto de Buñuel, desde el balcón la mujer ve a otra mujer en el centro de la calle que de repente se encuentra atrapada en un círculo de hombres ensombrerados, que dan vueltas a su alrededor. La escena es cobijada por música de Wagner (que le fue añadida al corto en 1960). La mujer de la calle tantea con un bastón una mano humana tendida sobre el pavimento. Los vecinos miran desde las ventanas del barrio porque entonces no había TV que transmitiera en directo. Un policía recoge la mano y la deposita en una cajita coqueta, como las de los habanos. La mujer toma la caja y la aprieta contra su pecho.

En las Cortes, Mariano Rajoy, un tanto enfadado, resopla: «¡Caray, dejen trabajar a los profesionales!» Ana Mato recoge las críticas y los consejos de la oposición y los deposita en una carpetita de plástico, y se la lleva al pecho. Se queda sola, con las manos en cruz.

En Buñuel, la mujer en la calle ve venir a un automóvil a gran velocidad, que la atropella. Todo eso ocurre durante los primeros 9 minutos de la grandiosa «Un Perro Andaluz».

El perro de AlcorcónPRESOS DEL TERROR

Excalibur ha pasado la mañana escuchando gritos de los vecinos, que le aúpan, noticieros de radio y TV, que advierten su destino, declaraciones de sanitarios, que le condenan. Debió almorzar, pero no debió haber hecho siesta.

En Twitter la etiqueta #‎SalvemosaExcalibur reverbera. En los datos del día anterior que me suministra José Blanco Oliver, tomados de su exitoso servicio Trendinalia.com, Excalibur no aparece sino en el puesto 27.

En Madrid, para el martes 7, las tendencias dominantes eran estas:

1.- #‎AnaMatoDimision; 2.- #‎Vamosamorirtodos; 3.- #‎Alcorcon; 4.- #‎CarlosIII; 5.- #EbolaenEspana. Un escenario totalmente terrorífico.

A mediodía del miércoles, el escritor Arturo Pérez Reverte (autor de «El Capitán Alatriste» y de «No Me Cogereis Vivo», entre sus novelas que me gustan), lanzó por Twitter una granada de mano: «Propongo poner al perro en observación y sacrificar a la ministra». Ese lance a sus 907 mil seguidores había tenido eco (al cerrar este recuento) en 36.900 retuits.

«Se soltaron los caballos», llamaba a eso el boricua Cheo Feliciano, cuando la descarga de los metales salsosos cogía vapor.

«La policía va a por el perro, dirección Alcorcón», advierte un vigía.

En efecto. Llega un furgón blanco. Veterinarios, paramédicos, auxiliares, guardia urbana suficiente para contener a la multitud furiosa, invaden el escenario del crimen, antes de que se cometiera.

EL PERRO DE ALCORCÓN«Estamos siguiendo la normativa de Bienestar Animal de la Unión Europea», dice el jefe del equipo al entrar en el edificio donde vive Excalibur. «Os lo aseguro, será tratado con dignidad», intenta calmar a señoras y niñas que se histerizan más de la cuenta. Mostró un oficio, con sello y membrete: El Tribunal Superior de Justicia de Madrid informa de que el Juzgado de lo Contencioso-Administrativo número 1 de Madrid autoriza a la Consejería de Sanidad a entrar en la vivienda de la enfermera contagiada para que se proceda a coger al perro del matrimonio para su sacrificio. «Todo es legal». Pero el sacrificio ocurrió en su hogar. No atraparon al perro y se lo llevaron, sino que lo mataron allí mismo, ya rendido, como a José Ódreman, el jefe de los 100 Colectivos, en Quinta Crespo.

Un dardo con anestesia impacta un costado del perro, que estaba en su rincón, con cara de entregado, ningún colmillo desafiante. Una vez sedado, «inconsciente», con los ojitos cerrados y las patitas recogidas, los especialistas le administraron la inyección letal. Momento después introdujeron el cadáver en una bolsa de seguridad biológica.

Al salir a la calle, bolsa en mano, el equipo tuvo que enfrentar a la multitud, que gritaba «asesinos». Cinco personas se tiraron al suelo a modo de protesta y otros tantos entraron en llanto.

En ese momento, un detalle es harto notorio. A diferencia de los despliegues de medidas de seguridad para quienes han debido estar cerca del virus, tanto en el aeropuerto de Barajas cuando recibieron al misionero afectado en Sierra Leona, como en el hospital Carlos III (cuyos trajes espaciales, botas, cascos, guantes, les hacía parecer ensoñaciones de personajes que visitaban espacios ingrávidos), el chofer de la ambulancia canina iba en mangas de camisa.

La furgoneta sanitaria abandonó el lugar a las 18:27, mientras algunos de los manifestantes intentaban frenarla. No pudieron. Una señora mayor quedó tendida en el pavimento, con el hombro derecho lesionado severamente. Los alaridos de la gente seguían al vehículo y la jubilada quedó abandonada en la calzada.

En el crematorio de mascotas de Paracuellos del Jarama, a las 20 horas, incineraron a Excalibur.

SE OLVIDÓ LA RABIA

El perro de Alcorcón

A esa hora ya se sabía que el juez Fernando Andreu había llamado a declarar como imputados a los expresidentes de Caja Madrid Miguel Blesa y Rodrigo Rato y al exdirector Ildefonso Sánchez. El magistrado tomó la decisión después de que la Agencia Anticorrupción enviara un informe en el que apreciaba indicios de delito societario y de apropiación indebida.

#‎DEPExcalibur (Descansa en Paz, Excalibur) tomaba fuelle en Twitter. Son sus exequias. «Otro inocente que muere, mientras los culpables duermen tranquilos», dice uno. «Excalibur era un buen chaval, siempre jugando furbito», dice otro. «España llora por tu muerte», escribe @Raul_Alpe, en el éxtasis del réquiem.

En «El Gato al Agua», programa nocturno del canal InterEconomía, hicieron una encuesta telefónica: «¿Tiene Usted miedo ante la posibilidad de contagio de Ébola?» A dos horas de la incineración de Excalibur, 55% decía SI. A las 23 horas la proporción era 51-49%. Una vez que sonó Lavoe con «Todo tiene su final», a medianoche, una hora menos en Canarias, el pulso era 47% SI – 53% NO.

Las tendencias que reportaba Twitter para Madrid eran las siguientes, en ese orden: #DEPExcalibur; #‎PequeñosGigantes5; #‎Porta; #SalvemosaExcalibur; #‎Septiembre13; #Teresa.

Ni Rato, ni Spottorno, ni Blesa, ni ningún otro de los 87 involucrados en el fraude de las tarjetas opacas, aparecía en la mala lengua del público presente y ausente.

Víctor Suárez, periodista venezolano residente en Madrid, España

Texto publicado en la página web del diario El Nacional el 9-10-2014 (No accesible)


 

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