VÍCTOR SUÁREZ –
La protegida y subrepticia entrada a España de Brahim Gali, líder del Frente Polisario y presidente de la República Árabe Saharaui Democrática (Rasd), ha sido el punto culminante de la crisis diplomática y política que enfrenta en la actualidad al Reino de Marruecos con el Reino de España. En represalia, unas ocho mil personas entraron ilegalmente a la ciudad española de Ceuta en apenas unas horas, bajo la mirada complaciente de las autoridades marroquíes. Marruecos y el Frente Polisario se enfrentan desde hace décadas, uno por anexionarse al Sáhara Occidental, el otro por lograr la autodeterminación. Gali ingresó a un hospital de Logroño en grave estado por coronavirus y se teme por su vida. En territorio español han muerto dos grandes líderes del Polisario, el representante ante la ONU Ahmed Boukhari, en 2018 en un hospital de Bilbao, y en 2020, en un hospital de Madrid, Mhamad Jadad, jefe de relaciones internacionales. Pero hoy Gali es el principal enemigo de Marruecos, que considera inamistoso su acogida en España “por razones humanitarias”.
EL NEGOCIADOR PRINCIPAL
FORJÓ SU CARRERA EN CARACAS
Ahmed Boukhari es considerado un mártir en el Sáhara Occidental, con una trayectoria muy respetada en el mundo diplomático.
Cuando llegó a Caracas en 1985 y se acreditó como embajador de la Republica Árabe Saharaui Democrática (RASD), casi nadie sabía qué era el Frente Polisario ni a qué se debía su lucha en el Sáhara irredento. El periodista Freddy Balzán, sí. Luego de las reuniones de la directiva del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Prensa (SNTP), en los años 75-77, pasábamos el rato hablando de la descolonización en Asia y África. Sus casos favoritos eran cuatro: Timor Oriental, Namibia, Yemen y el desierto del Sáhara. De ello no podía hablar en Noti Rumbos y encontraba en mí un escucha atento. De manera que cuando conocí al embajador saharaui, ya tenía pólvora para la conversa.
La Doctrina Betancourt, entonces vigente a medias, establecía que Venezuela no reconocería gobiernos producto de golpes de Estado, por un lado, y propiciaría relaciones diplomáticas en el marco de la promoción de la democracia y la cooperación internacional, por el otro. A esta segunda faz se amoldaba la postura de reconocimiento y mantenimiento de relaciones diplomáticas con países del llamado Tercer Mundo. Durante el gobierno de Luis Herrera Campins (1979-1984), Venezuela continuaba abriendo brechas hacia el Caribe y hacia Asia y África, como reflejo de esos procesos de descolonización y de apertura hacia nuevos horizontes.
La historiadora Sadia Aguilar Linares, en una publicación fechada en 1989 del Instituto de Estudios Hispanoamericanos de la UCV, señala que el reconocimiento venezolano el 3 de septiembre de 1982 resultó de las conversaciones entre diplomáticos saharauis establecidos en Panamá (primer país latinoamericano en establecer relaciones con la RASD) y el gobierno de Copei, que a su vez había solicitado opinión de Acción Democrática y este partido había expresado su acuerdo puesto que ya habían adelantado conversaciones cuando eran gobierno (Simón Alberto Consalvi, CAP I).
-Este reconocimiento -dice Aguilar Linares- se basó en los principios de autodeterminación, libertad de los saharauis para definir y decidir su propio destino y darse el gobierno que deseasen, en contra del colonialismo y en defensa de la paz. Las bases sobre las que se decidió tal reconocimiento son las resoluciones de la ONU sobre el particular.
El canciller venezolano era José Alberto Zambrano Velasco y el embajador en la ONU era Andrés Aguilar. El negociador principal por los saharuis era Ahmed Boukhari.
Es decir, Venezuela reconocía a la RASD y a su soporte político el Frente Polisario.
Ahmed Boukhari, abogado de 33 años de edad nacido en una ciudad colonial española llamada Villa Cisneros, hoy Dakhla (La Puerta), se aposentó en 1985 en una quinta en Altamira, y comenzó a hacer migas con sociólogos, politólogos, analistas políticos y periodistas. Era el Polisario Number One en el primer país suramericano que reconocía a la RADS como Estado independiente, que entonces se encontraba en guerra abierta con Marruecos, la potencia colonial que pretendía sustituir a España y a Mauritania, las cuales habían abandonado “sus” territorios. Su misión en Venezuela culminó en 1988.
Si no habían visto a un berebere, allí estaba uno, de ojos aceitunados, tez cobriza, de habla hasanía, variante del árabe. Si no habían visto a un beduino genuino, allí estaba uno, que conocía el desierto arenoso y despoblado con temperaturas que suben a 45 grados en julio y agosto y bajan a cero en las noches de diciembre y enero, pero llueve poco o nunca. Si no conocían a un nómada impenitente, allí estaba uno que montaba camello y se enfrentaba a las potencias enemigas a lo largo de un muro de arena y piedra de 2.400 kilómetros, ribeteado de minas de extremo a extremo. A quienes lo escuchaban les embobaba con sus mil y una noches de lucha, luna y arena.
Ahmed hablaba perfecto español, sus modales eran absolutamente occidentales y en sus ojeras se reflejaba el exquisito don de las sirenas. Villa Cisneros se encuentra en la costa atlántica. Había hecho la carrera de Derecho en la Universidad de La Laguna, en Tenerife, islas Canarias, y se había doctorado en la Universidad Complutense, en Madrid. Fue el primer representante del Frente Polisario en España, designado en 1978.
La periodista Imperio Rodríguez, que trabajaba en el diario El Nacional, era la encargada de convocar a tomar el té con Ahmed.
Ceremonioso y galante. Recibía a sus invitados, en este caso periodistas, con la mano derecha sobre el pecho. En el amplio salón completamente alfombrado, sin zapatos, sentados en el piso o acuclillados, le veíamos preparar té moruno con hierbabuena, y escanciarlo con maestría de prestidigitador. “Somos colegas, decía; yo edité durante dos años el periódico Sáhara Libre”.
-¿Por qué se llama Polisario la organización de ustedes?, preguntó uno.
-Frente Polisario –explicaba- refiere a Frente Popular para la Liberación de Saguia el Hamra y Río de Oro. La península de Río de Oro se encuentra en la zona sur de la costa atlántica del Sáhara Occidental. Allí está Villa Cisneros, mi pueblo natal. El Polisario es mi organización desde el mismo momento de su fundación en 1973, la que inició la lucha armada contra España.
-¿La URSS les apoya?, preguntó otro.
Ahmed Boukhari mira al techo como presintiendo que ese tipo de preguntas le perseguiría durante el resto de su vida:
-Antes de ver siquiera la luz, un Estado saharaui ha sido catalogado de potencial satélite de la Unión Soviética, por si solo o por refracción vía Argelia. No hemos tenido contactos y tampoco se nos ha permitido la apertura de una simple oficina en Moscú. Lo mismo pasa con China.
-¿Y con los españoles?
-Hemos luchado contra el colonialismo español. Una vez que se retiraron en 1976, y ahora que luchamos contra el colonialismo marroquí, tenemos aliados en España, como el PSOE y el presidente de gobierno Felipe González. Es que el colonialismo debe desaparecer en cualquier parte del mundo, como ha establecido la ONU en sus resoluciones.
Esas reuniones se fueron enflaqueciendo porque se hacían a las ocho de la noche y Ahmed solo ofrecía sucesivas rondas de té y conservas de avellanas, dátiles, nueces, maníes y pistachos. A esa hora, parte de la concurrencia lo que estaba buscando era güisqui saudita del bueno.
En una ocasión me regaló una vajilla de cobre y también me quedé con un par de floreros tallados que una periodista dejó abandonados en mi automóvil.
Pero en esas conversaciones interminables estaba en formación el líder saharaui que mejor y con mayor persistencia ha negociado la autodeterminación de su pueblo, a través de su representación en la ONU durante 26 años consecutivos, hasta su muerte a los 66 años de edad en un hospital bilbaíno, a causa de un cáncer de pulmón.
Esa lucha por la redención todavía está lejos de su final.