RAFAEL GUÍA –
Tal vez transitar por ese piso multicolor, obra de Carlos Cruz Diez, del aeropuerto internacional de Maiquetía, sea el paso más doloroso en un momento de nuestras vidas, cuando nos toca abordar el avión y marcharnos del país que nos vio nacer. Es ir al encuentro de una situación totalmente inédita, llena de interrogantes, preocupaciones y algo de miedo.
Estar lejos de la familia, en un mundo con otras costumbres, dialectos desconocidos, es como empezar de nuevo a construir un tejido de sabores, colores, atardeceres y, sobre todo, de amigos y conocidos. Más difícil es cuando te encuentras en completa soledad y sin ningún amigo o conocido alrededor que te ayude a enfrentar la nueva situación. Aunque afortunadamente, en el caso de los venezolanos en Argentina ha comenzado a entretejerse una maraña de grupos que tienen como norte común ayudarse entre todos, compartir tanto la alegría como el dolor y reencontrarse en el afán de seguirse sintiendo venezolano aun en la distancia.
