Radicado en Canadá desde hace 10 años, Jorge Thielen Armand decide viajar a su país para rodar un largometraje que lleva como fondo la Venezuela actual, a través del encuentro de dos clases sociales, la alta y la baja, a las que hoy la crisis económica las une, porque la falta de recursos para vivir se asoma como el verdadero drama.
En La Soledad, el inmigrante para llorar lo que dejó
Jorge Thielen Armand, director y coguionista del film «La Soledad»

Jorge recibe por WhatsApp la noticia de que la finca donde disfrutó su infancia y adolescencia, está en venta. Primero se le aparece la nostalgia y luego recuerda a José, el nieto de la señora que cuidaba el caserón, y atendía a la familia cuando iban de visita cada año. ¿Qué habrá sido de su vida? En búsqueda de esa y otras respuestas este cineasta de 27 años regresa a su “paraíso perdido”, y de lo que ve y sufre en carne propia surge La Soledad, un largometraje que es una especie de metáfora de un país rico que se desmorona en su propia miseria.

La soledad es una producción de La Faena y Alfarería Cinematográfica, desarrollada en 2016 con el apoyo del Biennale College Cinema de Venecia. Ha sido presentada en los festivales internacionales de Venecia, Cartagena y Miami, donde obtuvo el Premio del Público, y también se encuentra en la cartelera del Atlanta Festival Film que se iniciará el 24 de marzo. No ha sido anunciada fecha para el estreno en Venezuela.

LOS ORÍGENES DEL FILM

«La idea de la película se incubó cuando supe que mi familia iba a deshacerse de la casa, y yo sabía que mi amigo, José, a quien conozco desde niño, estaba viviendo allí», explica Thielen Armand al sitio www.hollywoodsoapbox.com. “Así que regresé a Venezuela, y  le pedí a mi padre que me llevara a la casa, y al visitarla me encontré con mi amigo José después de 15 años. Realmente no lo conocía como adulto, y al ver por lo que pasaba se me afirmó la idea de hacer juntos la película».

El filme toma el nombre de la casa pero no se trata de un viaje a la nostalgia sino que alcanza su mirada para ver el estado en que se encuentran dos clases sociales. La de Thielen Armand, perteneciente una clase media acomodada que hoy se ha venido a menos, y la de José, un joven atrapado entre la montaña y el mar, sin otra condición que la de sobrevivir en la Venezuela deteriorada de hoy.

Precisamente, en La Soledad Thielen Armand no elude la situación “sumamente difícil” que vive su país y, de hecho, dice que cuando la película habla sobre la clase alta, se refiere a la de otras épocas, “no de la del gobierno actual”. «Ellos (los del Gobierno) conviven en otro lado con mucho dinero».

Los verdaderos dueños dejaron “La Soledad” en manos de la empleada doméstica que trabajaba para la fallecida matrona familiar. Pero, con el tiempo, esta empleada, Rosina, ha ocupado la casa con sus hijos, nietos, bisnietos y amigos. La casa pertenecía a la bisabuela del director de la película.

Los demás personajes son también verdaderos ocupantes que se representan a sí mismos. No hay trabajo, no hay alimentos, no hay medicinas. Dejar la casa significa quedarse en la calle.

“Tengo una relación muy fuerte con Rosina y con José”, cuenta Thielen a la agencia AFP en Miami, en ocasión del Festival de Cine que culminó este fin de semana en Florida.

Tras años de ocupación -una ocupación sin enemistades debido al cariño que aún persiste entre ambas familias-, la antigua mansión está destartalada, las paredes podridas, las ventanas rotas, los muebles hechos añicos.

“La casa es un espejo de Venezuela y lo tenía que capturar. Es una casa que se quedó en el olvido, donde están las memorias de dos familias, de dos clases sociales que comparten ese espacio y se miran unos a los otros desde algo que tienen en común, que es la falta de recursos para sobrevivir», dice Thielen.

LA RIQUEZA FÁCIL

En "La Soledad", el emigrante regresa para llorar lo que dejó
Rodrigo Michelangelli, coguionista y coproductor de «La Soledad».

Pero lo que no reflejan las reseñas internacionales sobre el film es la naturaleza de la solución que le busca el protagonista a su desesperada situación. Es allí donde se encuentra la clave de la película. El rentismo aparece nuevamente, como ha sido siempre con el petróleo que le manó del subsuelo al venezolano desde hace cien años. La renta petrolera ha mermado, los beneficios sociales han desaparecido, la riqueza ha sido despilfarrada. Es lo que trasunta Humberto Sánchez Amaya, en el diario El Nacional, de Caracas:

«Entonces José se obsesiona con una idea. Si la mansión es tan vieja y en su momento fue la vivienda principal de una acaudalada familia, debe haber morocotas escondidas en algún lugar. ¡La salvación!

«Pareciera que el director, que escribió el guión con Rodrigo Michelangeli, presenta una metáfora sobre la riqueza. El nieto se desencaja ante el peligro de quedar sin casa, un lugar en el que habitó sin el mayor esfuerzo y del que tampoco se ocupó de mantener en buen estado. Entonces, ante el riesgo de perderla, espera que la aparición de un tesoro restablezca la aparente tranquilidad en la que antes vivía. De eso trata el filme, cuyo estreno nacional está previsto para este año.

“Es una lectura interesante comparar la búsqueda de morocotas con el rentismo petrolero. Sin duda, la intención de llevar la película por ese camino tiene que ver con el populismo, de resolver las cosas con lo fácil y la fantasía”, indica el director, quien recuerda que en su documental Flor de la mar está presente el tema.

LA AVENTURA DE FILMAR EN VENEZUELA

En "La Soledad", el emigrante regresa para llorar lo que dejó
José Dolores, protagonista de la película.

La parte más difícil del rodaje  de La Soledad no estaba en capturar el mejor rendimiento del elenco. Quizás el aspecto más desafiante estaba en filmar en Venezuela.

«Venezuela es un país que se encuentra en una profunda crisis económica en este momento», dijo Armand Thielen. «Cuando estás filmando, hay un constante temor de que vengan y te asalten y te roben la cámara. De hecho, el personal de seguridad pasó toda una tarde visitando tiendas para encontrar baterías de consumo habituales que utilizamos para el detector de metales, ya que son importados. … El técnico de sonido tenía que  apagar el micrófono en cada toma para ahorrar batería, y luego se le olvidaba encenderlo. O un asistente de cámara que usaba hasta el último tramo de cinta porque la cinta era muy difícil de encontrar en el país”.

Aún así, Thielen Armand considera a Venezuela como su casa; “es ahí donde las historias están más cerca de mi corazón», dijo. “Creo haber cumplido con la idea de hacer una película que es como un espejo para el público, en lugar de sólo una distracción, un espejo que más tarde puede provocar un mayor diálogo”.

El director recuerda que debieron rodar a la carrera con tan solo ocho meses de plazo, a partir de la fecha en que el programa de la Bienal de Venecia les entregó los fondos hasta el momento en que la película fue terminada.

Toda esta experiencia fue para Thielen Armand una manera de «volver a explorar esas memorias» y su «identidad como inmigrante venezolano», después de marcharse a Montreal, donde estudió, y vivir también en Florida antes de establecerse en Toronto.

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