El periodista Txomin de las Heras le ha hecho para Tal Cual una entrevista al dramaturgo venezolano Ibsen Martínez, exiliado en Bogotá, en la que el escritor y articulista del diario español El País vierte su visión sobre los procesos políticos que transcurren actualmente en Colombia y Venezuela, y de los encuentros y desencuentros históricos entre las sociedades de ambos países. Y también se refiere a la diáspora venezolana, con el ingrediente de que la de ahora es una emigración de los muy pobres. También habla de los rasgos xenófobos que en ambos países persisten.
El siguiente es un extracto de esta interesante pieza periodística:
HACERLE LA CRUZ A VENEZUELA
– Desde hace 10 años comenzó una importante emigración venezolana a Colombia. Primero llegó gente con recursos, profesionales y pequeños inversionistas, pero uno ya puede ver a venezolanos vendiendo baratijas en plazas y autobuses de Bogotá. Quisiera sus comentarios sobre este fenómeno de la emigración y cómo ha evolucionado.
– Antes, entre los venezolanos, se hablaba con asombro de la disposición que tenían los más jóvenes que habían tenido la suerte de estudiar afuera de no regresar y, después, poco a poco, ese asombro se fue desplazando hacia la vocación para emigrar, también de los sectores más jóvenes, y, sin querer contrariar los sentimientos que están detrás de ello, del dolor de mucha gente que valora su nacionalidad y su gentilicio al ver a los chicos apostillando sus papeles, hay que entender a los que han terminado una carrera y se van, que en gran medida provienen de la clase media empobrecida o tienen algún referente de posibilidades en el exterior. Creo que poco ganamos con lamentarnos, es un hecho económico, ahí entran en juego los incentivos. Considero que es inevitable que eso ocurriera. La gente se mueve a donde su esfuerzo gana mayor productividad y para que eso ocurra tiene que haber instituciones y condiciones de mercado que lo hagan posible. Lo que realmente resulta llamativo es la emigración de los pobres, de los muy pobres. Y eso sí me ha afectado muchísimo, tanto como que si viviese en Caracas me afectaría ver a alguien comer de una bolsa de basura. Hace unos doce o quince años ese venezolano que venía a Colombia era usualmente un binacional que regresaba a su país de origen. Ahora no es así, ahora es realmente alguien que considera que en cualquier otra parte, no importa cuán adversas vayan a ser las circunstancias, se va a encontrar mejor. Eso nos está hablando de una dictadura, nos está hablando del modo como una dictadura abierta aleja a sus nacionales del país, ya no selectivamente cuando se van los mejor datados, sino que se van los que se sientes humillados, los que sienten que podrían llevar una vida digna en otro lugar. Eso es nuevo. Es difícil de procesarlo. Y no creo que sea tema solamente para los especialistas en ciencias sociales, sino que es un tema para todos. Ya no es una cosa de la clase media que te dice que mi hijo mayor está en Milán y a la más chiquita la aceptaron en una universidad en Santiago de Chile. Me llama mucho la atención que ese venezolano le haga, como se decía en otros tiempos, la cruz a Venezuela. Le ha dado la espalda a su país y no creo que quede esperar otra cosa.
(LA EXACERBACIÓN DE LA XENOFOBIA NO ES MONOPOLIO DE COLOMBIA)
-El populismo de Trump tiene antecedentes, algunos tan cerca de nosotros como en la propia Venezuela, y pareciera que pudiera tener algunos imitadores en el futuro. Las declaraciones sobre los emigrantes venezolanos del vicepresidente de Colombia, Germán Vargas Lleras, quien se perfila como uno de los principales precandidatos a la presidencia, no son menos xenófobas que las del presidente estadounidense.
-Vargas Lleras es probablemente, en muchos años, el primer político colombiano con genuinas posibilidades de llegar a la Casa de Nariño que se permite expresiones tan procaces como la de utilizar el vocablo veneco y hacer la reclamación típica de que los venezolanos vienen a hacer uso de los servicios sociales, como si los servicios públicos hospitalarios colombianos fuesen los de Suiza, sin mencionar que los de Venezuela son desastrosos. Expresiones como esas van a ser inevitables porque por primera vez hay una emigración venezolana de extracción popular que además compite, como compite toda emigración aluvional, diciendo yo hago lo que sé por menos. En Venezuela vivimos la contrapartida, y no sé si lo que voy a decir vaya a llevarle la contraria a mucha gente. Recordemos la xenofobia que durante muchos tiempo, especialmente en los 70, sostuvieron el editor Miguel Ángel Capriles a través de su grupo editorial, José Vicente Rangel y el mundo militar venezolano con la discusión por el diferendo limítrofe del Golfo de Venezuela. De manera que la utilización política de la exacerbación de la xenofobia no es monopolio de Colombia. Lo que sí creo es que, en este momento, en los sectores populares colombianos, que no hacen consideraciones constitucionalistas, hay una gran simpatía por las posturas de Vargas Lleras. Lo que les llega a través de algunos medios son dos nociones muy simplistas: una, Venezuela está en aprietos, los venezolanos están huyendo hacia Colombia y nos van a quitar lo que tenemos. Ese tipo de prédica es muy difícil de contrarrestar con argumentos racionales. Vargas Lleras ha sido el vocero de esa postura. Y en el caso de él, que no es ningún exaltado sino una persona muy seria, cabe esperar que reincida. Una expresión de este antivenezolanismo puede verse en la reacción de la teleaudiencia ante la serie El Comandante. Lo curioso es que en un canal de señal abierta como RCN, la serie ha tenido un fracaso estruendoso. Eso expresa un aborrecimiento del tema y, curiosamente, en TNT, en el mismo mercado colombiano, la serie está de primera. El consumidor (de televisión por) cable sí la ve. El único alivio de todo esto es pensar que no ven en Chávez un modelo a seguir.