Cinco años ha debido esperar el sociólogo venezolano Alejandro Arratia para ver publicado su compendio comparativo de las transiciones más emblemáticas hacia la democracia en el siglo XX (Chile, España, Checoslovaquia y Venezuela). La editorial Kalathos, en España, le ha interrumpido la fatiga: antes del verano europeo (finales de junio) estará en las librerías Transición a la democracia, cuyo prólogo está firmado por Luis Ugalde, exrector de la UCAB.

Arratia reside en Madrid. Fue profesor en la UCV entre 1977 y 2010, jefe de la oficina Central de Personal (Venezuela) entre 1991 y 1999, magister en Comunicación en las Organizaciones por la Universidad Complutense de Madrid, asesor, docente e investigador en organismos internacionales como el CLAD y la Unesco.

Cuando ya tenía el primer borrador de este volumen (unas 500 páginas) consideró que la definición de partida de los Procesos de Transición a la Democracia (PDT) debía incluir un conjunto de situaciones políticas y sociales que en tiempo indeterminado conducen a la evolución del autoritarismo a un régimen de libertadores. Observaba que los demócratas procuran que los medios de lucha sean pacíficos, no promueven acciones de fuerza, aunque no excluyan la posibilidad de ocurrencia. Concluye que no existen modelos de transición, cada situación es particular y demanda comprenderla en profundidad, por lo que la tendencia a calcar es altamente nociva.

En su análisis, ya en formato impreso que fue compendiado en la mitad de las páginas previstas, enaltece el carácter pacífico del cambio.

“El carácter no violento –establece en las consideraciones finales del estudio- es intrínseco a la acción de los actores principales que trabajan en la búsqueda de construir mayorías, y en lograr el consenso de los líderes partidistas, sociales, militares, profesionales y religiosos. Sin imposición, convenir entre diferentes ideas y maneras de concebir el futuro. Las confrontaciones, a veces cruentas, y que manchan el período, las provocan; por un lado, los que detentan el poder; por otro, los fervientes del autoritarismo; y, por último, los que se lucran a su sombra. A ellos hay que sumar la aversión al cambio de grupos civiles o militares, dispuestos a luchar hasta el final por la continuidad del sistema autoritario. Del lado contrario, se manifiesta, por diversos medios, la intención entorpecedora de sectores intransigentes que rechazan «por principio», cualquier acuerdo”.

El sacerdote jesuita Luis Ugalde, exrector de la Universidad Católica Andrés Bello, resalta en el prólogo una de las muchas virtudes del libro: “Está libre de ideologías y de categorías que encierran la comprensión de los hechos”.

Presentación del libro “Transición a la democracia”

LUIS UGALDE, s.j.

Prólogo de Transición a la democraciaA Alejandro Arratia no le es ajena la lucha política, ni carece de experiencia en la gestión gubernamental, ni en la tarea académica. La combinación de esos tres aspectos de su vida le ayuda a abordar el tema de las transiciones políticas de la dictadura a la democracia; tema acuciante para todo venezolano. Este libro, que nos entrega tras un detallado y reflexivo estudio, es muy útil para la reflexión y una contribución a la necesaria superación de la ruinosa dictadura venezolana. El lector encontrará insumos extraordinarios sin que se le imponga un camino, sino como una invitación al discernimiento y a inventar un camino original.

El lector tiene, en sus manos, la presentación y el análisis reflexivo de cuatro experiencias de transición de la dictadura a la democracia en la segunda mitad del siglo XX, Chile, España, Venezuela y Checoslovaquia. Cada una parte de una dictadura específica y se juega en campo distinto con circunstancias históricas que la diferencian de las otras. También es específica la configuración de la democracia a la que se abren. Es común a las transiciones el hecho de que no existe en las sociedades un capítulo final con democracia definitiva. Basta recordar que ahora, en Chile y en España, para muchos, es casi una moda criticar la exitosa transición y cuestionar sus resultados, incluso hasta poner en riesgo esas democracias, luego de indudables e importantes logros. También el caso venezolano, que celebró la caída de la dictadura el 23 de enero de 1958, luego de vivir cuatro décadas de afianzamiento democrático con logros extraordinarios, cayó en inercias decadentes, cuyo descontento dio alas a una nueva aventura militar dictatorial envuelta en una esperanza mesiánica con fórmulas y banderas autocráticas fracasadas en todos los países, pero bautizadas como nuevas con el nombre de “socialismo del siglo XXI”.

Quiero subrayar brevemente algunas cualidades que el autor nos aporta en este libro.

1-Está libre de ideologías y de categorías que encierran la comprensión de los hechos. Arratia logra presentar las historias y los hechos específicos de cada dictadura en el contexto propio de su país. Hace un esfuerzo serio y exitoso por comprender la dinámica y la lógica de cada proceso, sin vaciarlo en un molde ideológico con categorías de análisis previamente establecidos y que suelen terminar forzando los hechos para que calcen en el molde. Así, tanto la dictadura respectiva como la transición de ella a la democracia, resultan originales. Deja hablar a cada situación con sus causas específicas que llevaron a la dictadura y luego a salir de ella hacia la democracia. Esta nunca es perfecta, ni definitiva.

2-Distintas coyunturas de cambio hacia la democracia. La presentación de cada caso con sus circunstancias y hechos que resultan decisivos nos parece bien lograda, de manera sintética suficientemente documentada y con abundantes referencias bibliográficas.

Al no dejarse llevar por un prurito cientificista, da entrada a auténticas sorpresas que se dieron en cada país, como el entendimiento que, a priori, parecería imposible entre el comunista Santiago Carrillo y el falangista Adolfo Suárez en España, o la convivencia acordada entre la Concertación Democrática chilena con el dictador Pinochet al frente de la Fuerza Armada, luego de la derrota electoral de este. No menos sorprendentes son la caída del “Muro de Berlín”, sin disparar un tiro, y la transformación de la autocracia de la Unión Soviética y de todo el “Bloque Soviético”, sin enfrentamientos armados y sangrientos, y sin represalias posteriores que pudieran considerarse inevitables.

3-De renovar la dictadura a removerla. De una u otra manera, en los diferentes casos, la inevitable crisis de los regímenes que analiza Arratia, lleva a pensar y a ensayar renovaciones de la dictadura sin renunciar al control del poder, sino con ánimo de mantenerlo. Pero la dinámica de los hechos lleva a dejar en evidencia la insuficiencia o la imposibilidad de la renovación y a la necesidad de remover la dictadura abriendo paso a la democracia.

En esa transición se demuestra lo que dijo el demócrata cristiano chileno Patricio Aylwin —opositor de Allende y de Pinochet— primer presidente demócrata luego de la dictadura pinochetista: a veces es necesario jugar con las reglas (ilegítimas) que impone la dictadura para llegar a superarlas.

No es menos cierto en las transiciones la imposibilidad de la justicia perfecta y el castigo a todos los atropellos cometidos por las dictaduras. Esa pretensión termina creando un nuevo infierno demasiado condicionado por la dictadura precedente. Como dice el polaco Michnik Adam, “quien busca una justicia perfecta no debe olvidar que solo son perfectas las ejecuciones”.

4-La tendencia a calcar es altamente nociva”. Arratia deja al lector abiertas las puertas de la reflexión. Obviamente el venezolano que lea el libro, frente a los dramáticos hechos que torturan a nuestro país, tendrá el ansia y la tentación de copiar los ejemplos de transiciones exitosas. Toda inspiración es bienvenida, pero siempre que sea recibida con libertad y creatividad propias. No hay fórmulas hechas y cada proceso de cambio es original.

5-La fuerza subversiva y creadora de los valores humanos. Los pueblos oprimidos por las dictaduras nunca renuncian a los valores más profundos de su condición humana, aunque a veces parezca que el fuego de los valores está apagado por la resignación e incluso por el envilecimiento. En esas situaciones pareciera que fuera necesario producir efectos (democracias) superiores a la causa (dictaduras). Aunque las prudentes inteligencias racionales se inclinen a dictaminar su imposibilidad, la historia muestra que hay fuerzas humanas ocultas y latentes que irrumpen indetenibles para producir democracias nutridas de valores que brotan con fuerza primaveral luego de inviernos congelados y desoladores.


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