OMAR PINEDA
Hay quienes apuestan al factor sorpresa para que una noticia impacte. Quizá fue la estrategia que le vendieron a Maduro para que, como la sombra de un espectro, se apareciera, escoltado por Cilia Flores, Elías Jaua y Jorge Arreaza, y anunciara la tarde del 5 de marzo de 2013 que Hugo Chávez había muerto. Casi no hubo asombro. Los venezolanos especulaban con esa noticia desde 2012. En diciembre circularon en las redes sociales variados rumores del deceso. La noche del 31 de diciembre, a punto de recibir año nuevo, un familiar me dijo con tono circunspecto que el coronel con quien trabajaba en Miraflores lo había llamado para informarle, lloroso y con tres whiskis encima, que el jefe de la revolución se había ido. Una “primicia” que lancé al cesto de las murmuraciones.
El 2013 empezó sin que cesaran los comentarios. Una mañana de enero en el Metro, cuando pasábamos por la estación Carapita, un tipo vio con perplejidad su celular y le susurró al compañero “verga, chamo, ahora sí… el tipo se murió”. Otra tarde la vecina de enfrente nos confió en el ascensor, citando a esos familiares extraños que están en el sitio indicado, que “en verdad” Chávez ya no estaba entre los vivos. Salvo el deprimente show de Ernesto Villegas ofreciendo partes médicos (“se levantó y pidió café” o “anoche nos reunimos hasta tarde”), nadie daba un bolívar por el Comandante. Incluso una enfermera del Hospital Militar que ganó fama al jurar que Hugo se le atravesó y saludó en un pasillo debió desmentirse.
Por mucha sal que le pusieran a sus relatos, ya nadie les creía a los voceros oficiales, y el cadáver de Hugo Chávez, como en el poema de César Vallejo, “ay, siguió muriendo”. Llegó la tarde del 5 de marzo. En mitad de la rutina del periódico –tan inerte que las chicas preparaban el cumpleaños sorpresa de Melanie para el día siguiente– ocurrió entonces lo que esperábamos. Apareció Maduro. Habló compungido, los ojos enrojecidos. Oficializó la hora exacta del deceso. En un instante el país se paralizó. Para muchos empezábamos desde cero. Ahora sí se arregló esto. Quién será el presidente encargado que convoque a elecciones. Sin Chávez no son nada. De eso hace 1.460 días. Se había marchado la peste que azoló a Venezuela, pero sin saberlo, entrábamos en la peor pesadilla.