FERNANDO PEÑALVER –
Amarillo es uno de los colores primarios, junto al azul y al rojo. Pero en el contexto de la política chilena, «amarillo» es uno de los insultos más gruesos que pueda soportar un dirigente de masas.
«Amarillo» es, según los cánones de la extrema «izquierda», una persona que no se declara marxista-leninista, que no es el más «puro» guardián de los postulados que enterró la caída del anacrónico Muro de Berlín, ni llama a incendiar todo lo construido en 200 años de vida republicana en este país.
Gabriel Boric (35) es el «amarillo» que a partir del próximo 11 de marzo de 2022 despachará desde el palacio de la Moneda, coronando una carrera política que le llevó desde las luchas universitarias por una educación gratuita y de calidad del 2011, hasta llegar al congreso nacional en 2017.
«La esperanza le ganó al miedo y nunca más un presidente le va a declarar la guerra a su propio pueblo», expresó Boric en un discurso leído en la Alameda Central de esta ciudad, que atraviesa uno de los veranos más intensos, a 34 grados a la sombra. Y apenas empieza.
Boric fue el «amarillo» que en los duros tiempos del Estallido Social, fue agredido por un grupo de fanáticos en las inmediaciones de la Plaza Baquedano, hoy rebautizada por muchos como Plaza Dignidad.
¿Su pecado? Se atrevió a participar en el Acuerdo político en el Congreso de noviembre de 2019, que abrió la posibilidad de una nueva Constitución para Chile, texto que pondrá fin a los amarres legales que dejó la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990).
Boric es el «amarillo» que se atrevió a dialogar con quienes piensan distinto, especialmente con el poderoso mundo del empresariado, que ve en él una amenaza, ya que declaró su rechazo a las llamadas zonas de sacrificio ambiental, como Quintero y Puchuncaví, sumidas en una contaminación brutal.
Para buena parte de la comunidad venezolana en Chile, la elección de Boric ha sido vista también como la llegada al poder de un «aliado» de Nicolás Maduro, siendo que el hoy presidente electo ha denunciado las criminales vulneraciones a los derechos humanos, cometidas por el aparato policial de ese país y ha calificado a la administración caribeña como una dictadura.
Muchos venezolanos han anunciado que seguirán su periplo migratorio, porque dicen «haber vivido esta película» con Hugo Chávez vestido de civil.
La participación del Partido Comunista en la fórmula electoral de «Apruebo Dignidad» atizó los temores de muchos venezolanos y de no pocos chilenos.
Lo cierto es que a este «amarillo» le va a tocar lidiar con uno de los contextos políticos y económicos más complicados de la historia reciente de este país.
Va a estar severamente presionado por «amigos» y enemigos.