“Venezuela es el sueño de Pablo Escobar”

“Venezuela es el sueño de Pablo Escobar” - Roberto Giusti

 

ROBERTO GIUSTI –

Detective privada, devota de María Lionza, hechicera a veces y dueña de una discreta celebridad por la resolución de sus casos con la ayuda de la diosa venezolana, Magdalena Yaracuy es la heroína a la cual dio vida el escritor venezolano Juan Carlos Méndez Guédez para contarnos una historia que de inmediato atrapa al lector. Nacido en Barquisimeto, caraqueño por adopción, autor de novelas y avezado cuentista, Méndez Guédez incursiona en la novela negra con “La Ola Detenida” (Harper Collins, España, 2017), de la cual Magdalena Yaracuy es la protagonista. Con la visión que otorga la distancia, bajo la mirada de una mujer de acción y el conocimiento preciso de una Caracas que ya no existe, Méndez Guédez logra, más allá de la historia central, situarnos en un país que dejó de ser lo que era.

-¿Hasta qué punto han logrado los novelistas venezolanos transmitir a sus lectores la tragedia que vive el país?

“Venezuela es el sueño de Pablo Escobar” - Roberto Giusti-El escritor Ricardo Azuaje me comentó que era difícil igualar en las ficciones narrativas el espanto de lo que se vive en Venezuela. Hay absurdos que la verosimilitud narrativa no logra procesar. Cuando apareció mi novela “Los Maletines”, en España, los lectores de este país me preguntaban si yo no había cargado demasiado las tintas; les costaba un poco aceptar ese mundo de corrupción, de atentados, de espionaje, de negligencia, torturas y crueldad que es el chavismo. Pero ahora que Editions Métailié acaba de publicar esa novela en Francia (Les Valises), ya no percibo ese clima de perplejidad. Digamos que la buena prensa del chavismo ya es historia; el lector internacional ya no se sorprende al comprobar que esa dictadura que padecemos actúa como una sanguinaria, mentirosa y corrupta dictadura.

-¿No es diferente la reacción del lector venezolano, quien sufre en carne propia los desmanes del poder?

-El lector venezolano vive de tal manera el horror que no necesita a los novelistas para que les transmitamos su propia tragedia. Tal vez no estemos escribiendo solamente para ese lector, quizá lo estemos haciendo para los del futuro, para que nunca se olviden las escenas terribles que estamos viviendo estos años: niños muriendo en hospitales sin medicinas, gente desnutrida hurgando en la basura, miles de venezolanos huyendo del país, apagones, torturas, ejecuciones con armas de guerra.

-¿No se oculta ese clima dantesco bajo un discurso que expresa todo lo contrario de la verdadera realidad?

-El chavismo ha prostituido el lenguaje y lo ha convertido en una cloaca cuartelaria. Quizá una de las funciones del autor venezolano de este momento sea rescatar las palabras, lograr que de nuevo señalen la realidad, tengan olor, fuerza, textura.

¿Se puede escribir algo distinto a esa realidad que ha destruido al país?

-Claro que se puede y además es necesario. La literatura es el reino de la libertad. Nada más peligroso que cargar sobre los escritores el peso exclusivo de un único tema. Yo respeto y aplaudo a los autores que en este momento deciden realizar una obra de ficción que abarca otros espacios. Esa pluralidad es necesaria. El chavismo nos ha hecho un daño feroz en todos los niveles, no permitamos entonces que nos dicte la agenda literaria.

-¿No se valieron de la novela los escritores de los países del denominado “socialismo real” para denunciar el totalitarismo? ¿No deben hacerlo los venezolanos?

-Si bien dictaduras como la soviética, la cubana o la chilena generaron respuestas literarias, lo que ha perdurado de ese corpus son las ficciones que estéticamente tenían poderío imaginativo, trabajo sobre el lenguaje, trabajo sobre las estructuras. Por citarte un ejemplo, la obra de Osvaldo Soriano sigue viva porque era un estallido de imaginación. Soriano convirtió la oscuridad dictatorial argentina en novela negra, en novela de espías, en novela del oeste. Lo mismo puede decirse de ciertas obras de los venezolanos José Rafael Pocaterra o Antonio Arráiz; siguen vivas porque son buena literatura. La denuncia por la denuncia no basta. Y yo estoy convencido del valor literario de obras que testimonian el momento actual; obras de Gisela Kozak, Alberto Barrera Tyszka, Rodrigo Blanco, José Balza, Marcos Tarre, Israel Centeno, para hablarte en principio del género de la novela, pero también he leído verdaderas maravillas en los diarios de Castillo Zapata y Rojas Guardia, en los ensayos de Ana Teresa Torres, en las crónicas de Leonardo Padrón o Carlos Sandoval, en los poemas de Igor Barreto. Son muchos y como yo vivo fuera desde hace años, la lista de quienes se me escapa es importante.

-¿Consideras “una ladilla” las novelas de Rómulo Gallegos y Miguel Otero Silva tal y como lo planteó Jonathan Jakubowicz?

-No son mis autores de cabecera, desde luego. Pero Miguel Otero Silva tiene una novela maravillosa: “Lope de Aguirre, Príncipe de la Libertad”. Gallegos tiene cuentos estupendos que vale la pena releer; admito que sus novelas siguen sin decirme nada; tienen una carga sociologizante que me desinfla. Pero gente talentosa como Miguel Gomes o Rodrigo Blanco insisten en que se trata de estupendas novelas. Esa es la maravillosa libertad del lector. Yo sigo pensando que la gran figura de ese mundo “clásico” de la narrativa venezolana es Teresa de la Parra; en ella está todo lo que me importa en literatura: ironía, conciencia lúdica, inteligencia narrativa, personajes entrañables y de gran agudeza.

-¿No sientes que existen lazos entre Magdalena Yaracuy y Mario Conde si consideramos que ambos personajes van más allá de la novela negra?

-Me halaga esa similitud que encuentras con el protagonista de las novelas de Leonardo Padura. Yo creo que la narrativa de “detectives” al tener una estructura estable debe centrar su peso en la creación de personajes poderosos. Mario Conde lo es. Ojalá Magdalena Yaracuy también consolide esa conexión con los lectores. Por lo que me van contando los que han leído la novela, en Magdalena se percibe a una mujer de una inteligencia profunda, de una libertad humana inmensa. Brillante, enamoradiza, apasionada, independiente. Una criolla de armas tomar que no necesita que la controlen y no necesita controlar a nadie. Ojalá eso sea cierto, ¿no? Por eso su misión en Venezuela para rescatar a una española que ha desaparecido provoca un cataclismo y un montón de acciones y de aventuras de todo tipo.

-¿No aparece en tu libro la transformación ya no solo de Caracas como metrópolis ruinosa y oscura sino de toda una generación que ignora la vida en democracia?

-Venezuela es un milagro de destrucción. En el momento en que entran al país los mayores ingresos económicos la dictadura propició la peor debacle social y económica de su historia. Así que se entiende que en “La Ola Detenida” mi protagonista se mueva dentro de escenarios ruinosos, muy oscuros. Greene debía viajar a Haití, al lejano oriente, a África, para tener escenarios feroces en los que ubicar sus historias; tristemente a mí me basta con asomarme a la ventana de mi casa. Venezuela en la actualidad es el sueño de Pablo Escobar en los años noventa: un estado al servicio de estructuras criminales. Mi novela habla de ese infierno, pero lo ubica en esos sectores medios del chavismo que se dedican al cobro de impuestos revolucionarios, que trafican en pequeña escala, que invaden propiedades, que roban vehículos o mercancía, que ejercen el sicariato. Es otro nivel de la descomposición a la que te refieres. Y sí, es posible que los lectores perciban también la transformación de las personas que allí viven, supongo que también la de esos muchachos que no han conocido otra cosa que el horror y la escasez chavista. Lo dijo Vargas Llosa, las dictaduras no sólo destruyen países, principalmente destruyen personas.

-¿Tuviste la experiencia de convivir con los integrantes de los colectivos?

“Venezuela es el sueño de Pablo Escobar” - Roberto Giusti
La ola detenida Juan Carlos Méndez Guédez; Presentada en Madrid en noviembre de 2017; Nº de páginas: 320 págs.; Encuadernación: Tapa blanda; Editorial: Harper Collins; Lengua: Castellano

-Investigué mucho. Hay muy buena información sobre esos grupos delictivos que son una especie de Tonton Macoutes del chavismo. Luego está lo que puede uno contar o no contar sobre el trabajo previo para hacer una novela. Pero jamás conviviría con semejantes seres; yo te confieso algo, hoy en día evito sentarme en la mesa con cualquier mamarracho que justifique dictaduras.

-¿En la creación de un personaje como Magdalena, al final no prevalece la razón antes que la fe en María Lionza para la liberación de Begoña?

-Es posible. Magdalena Yaracuy tiene un gran drama; ama la brujería marialioncera pero no tiene mucho talento para ella y en cambio es una excelente investigadora y una mujer con mucho valor. El caso que Magdalena debe resolver en “La Ola Detenida” es complejo. Se encuentra en la ciudad más peligrosa del mundo, rodeada de militares delincuentes, policías y en un mundo de espías, grupos paramilitares, ladrones, sicarios. Y aparte de todo, carga encima un tremendo despecho… Para ella poder rescatar a esa chica española que ha desaparecido en Caracas debe combinar sus artes de bruja con su agudeza como detective. La investigación criminal es un asunto científico, pero una de las novedades de mi personaje es que ella también se ayuda con su fe. Las dosis en que una y otra parte de su vida le sirven para intentar resolver el caso que le han asignado sólo las podrá descifrar el lector cuando se dé un paseo por estas trescientas páginas. Pero te confieso que estoy contento con este personaje. No hace tanto un periodista en Barcelona me decía que le encantaría salir con una mujer como ella, y una lectora en Cádiz me dijo que toda mujer debía ser en algún momento Magdalena Yaracuy.

Roberto Giusti, periodista venezolano. Escribe desde Oklahoma, Estados Unidos.

 

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