MILAGROS MATA GIL –
Fotos/ Juan Raydán
Allí va Isak atravesando el campo. Sembrando. Un coloso, un tronco. Va vestido con la lana que le proporcionan sus rebaños, y calza zapatos de la piel de sus propios terneros y vacas. Conforme al uso piadoso, va con la cabeza descubierta mientras siembra. Es calvo en la parte superior del cráneo, pero una corona que forman sus cabellos y su barba encuadra su cabeza. Es Isak, el margrave.

Tal es la imagen ideal del hombre que propone Hamsun: temeroso de Dios, inclinado hacia la tierra para ganarse la vida, dueño de lo que tiene porque todo lo ha obtenido de su trabajo; apartado de las veleidades e hipocresías de los hombres, enemigo del facilismo que allana las labores, explorador y domeñador de tierras nuevas.

(Del Prólogo de la obra Bendición de la Tierra, de Knut Hamsun)

I.

El Tigre es una población del suroriente de Venezuela. Mixtura de elementos disímiles: obreros petroleros, artesanos, ejecutantes de profesiones liberales, aventureros de todo tipo, frailes mendigantes, guerreros envejecidos, agricultores tercos y románticos de oficio, ni siquiera ha llegado al siglo. De hecho, se ha aferrado tercamente a la existencia, aunque han profetizado con mucha frecuencia que correrá el destino de otros campos petroleros que apagadamente subsisten como caseríos semi-rurales. Porque El Tigre se inició como un campamento (léase bien: campamento y no campo) y fue conformándose de acuerdo con los vaivenes de la industria petrolera urbi et orbi. Capas y capas de inmigrantes. Sedimento tras sedimento. Durante años los petroleros fueron los privilegiados.

En algún momento, otros inmigrantes, hombres que llegaron de otras tierras descubrieron que la verdadera promesa de progreso, vida y salud no estaba en el subsuelo sino en el suelo generoso. Fue en uno de esos momentos en los que se había decretado la muerte del pueblo. Y llegaron Sixto Hinojosa, Ernesto Cantores, Gilberto González, Miguel Dorta, Luis Berardi, Cecidio Cervi, Joel Macuare, Mario Fontanari, Mauro Barrios, Napoleón Guevara, Saturnino Romero, Juan Raydán, Hernán Lozada, José Luis Ferrera Tejeda. La enumeración no es completa. Fueron hombres que tenían sus raíces en tierras muy lejanas, pero que decidieron voluntariamente instalarse en Guanipa y hacerla su patria.

Uno de esos hombres, José Luis Ferrera Tejera, llegó a la Mesa de Guanipa hace 47 años, contratado por esa grande y productiva empresa que fue Agroisleña, malamente destruida por el régimen. Descendiente de una larga tradición familiar de hombres de la tierra, gente tal y como la plantea Hamsun, decidió en algún momento quedarse, más bien sembrarse, en este paisaje. Llegado de las Islas Canarias, aquí concilió con otros isleños, los de Margarita, y le fue fácil mestizar su humor con el de por aquí. Así que se instaló y tuvo descendientes y fijó raíces.

II.

El vestíbulo es minúsculo y adecuadamente conformado por paneles de contraenchapados que alternan colores claros y oscuros. Tras el mostrador de recepción, una joven con rostro de madonna de Rafael Sanzio y largos cabellos oscuros manifiesta su amabilidad, lo que no me impide cierta sensación de ahogo, pues estoy habituada a espacios abiertos y ventanas desplegadas. Mientras espero, inexorablemente, y bebo de la minúscula tacita un traguito de café, me fijo en el pendón que anuncia la empresa de mi entrevistado. Me llama la atención la paradoja del logotipo, silueta de elevadas montañas, colocado sobre una foto donde siembras ordenadas se abren en la planitud y hacia el horizonte despejado. El mensaje es sugerente, aunque enigmático.

III.

Cuando José Luis Ferrara me habla de Arafo, no puedo evitar pensar en Ávalon, la mítica isla celta donde nada envejece, donde la inmortalidad es posible: en Ávalon abundan las manzanas, que son recogidas por mujeres, gobernadas por nueve hadas, una de las cuales es Morgana, ya redimida. Arafo es el lugar de donde partió la vida de José Luis: una población entre montañas, donde el verde y las cabras predominan. Pueblo inmutable en la memoria, con el olor a las vides familiares (Mi hermana, dice, tiene actualmente la Bodega Ferrera, para conservar el apellido de mi padre. Busco la información en el inefable Google: la Bodega Ferrera es una de las mejores de vinos y la hermana mencionada tiene un gran parecido con el entrevistado: cuerpo sólido de isleños de Tenerife, ojos pequeños y rasgados, roja la color de las faces, vigor en el gesto, parecida la sonrisa, gesto de gente luchadora)

José Luis Ferrera – La tierra es el alma de un pueblo¿Qué es Arafo? ¿Dónde queda? En el libro Pasado y presente de las islas Canarias: Tenerife, de Juan José Martínez Sánchez (1995) encuentro abundante información y una pequeña mención de Arafo, que tiene menos de 120 habitantes por Km2. Goza de un excelente clima, de una sólida y antigua tradición, cuyas raíces se nutren aún de los antepasados guanches. La economía se basa en la producción de vinos, papas, tomates, cebollas y la ganadería. Con orgullo, José Luis Ferrera dice que Arafo tiene dos bandas de música y varias orquestas de nivel internacional, que han ganado varios premios. Tiene un ateneo, que fue inaugurado en su momento por el rey emérito Juan Carlos I. Tiene dos clubes sociales grandes con bibliotecas, y una biblioteca pública, por supuesto. Tiene importantes instalaciones deportivas para prácticas de fútbol y de lucha canaria (José Luis aprovecha los interludios de esta conversación para mencionar que en su juventud practicó lucha canaria, que es una de las más vigorosas manifestaciones de la cultura popular, junto con la devoción a la Virgen de La Candelaria)

Por Arafo, el logotipo son siluetas de montañas, para conservar la tradición. La palabra preferida de José Luis Ferrera es conservar y eso no deja de sorprender en una época y en un lugar donde los cambios acelerados van devastando hoy lo construido apenas ayer. De Arafo no solamente guarda recuerdos, idealizados en su mayoría, sino la imagen de un pueblo que, superando las dificultades y por el amor de sus hijos tiene hoy una intensa actividad económica, cultural y social (dentro de las formalidades de una sociedad eminentemente agraria, acota) que ha superado exitosamente el reto que le lanzó el repunte de la actividad turística (que fue en su momento tan traumática como lo fue el petróleo en la vida económica venezolana)

IV.

José Luis Ferrera es, pues, como se ha dicho, un hombre de isla, lo que lo predispuso genética, casi moralmente, para quedarse en El Tigre, que es una especie de isla de llanura y casarse con una mujer de las islas venezolanas (Me casé con una isleña de Margarita, Luisa Cedeño Millán, en 1977, y yo ya tenía cuatro en Venezuela. Es una mujer extraordinaria, de las que sabe su papel. Aún hoy se levanta a prepararme el desayuno y entiende el trabajo del campo. Hemos tenido tres hijos: Yosleidi Ferrera Cedeño, quien es licenciada en Administración, y actualmente reside en Errentería, población del País Vasco, donde fue electa concejala; Gabriel Ferrera Cedeño, ingeniero de Sistemas, actualmente en las Islas Canarias, y Darwin Ferrera Cedeño, ingeniero agrónomo, que está dando un enfoque moderno para continuar la tradición de la familia y de la empresa)

Es un hombre amplio y expansivo, muy inteligente, que se ha creado un ámbito gerencial que no es frecuente por estos lares. Su fenotipo parece catalán, pero ya se sabe que, por aquella conflictiva posición geográfica, las Canarias han recibido el influjo Mediterráneo y Atlántico, y por allí se han vertido cien pueblos, desde Siria hasta Estambul, dice Serrat. De hecho, desde Trípoli a Barcelona, desde Rabat a Ponta Delgada.

Las Canarias fueron, durante mucho tiempo, apunta el libro de Juan José Martínez, escala obligada para las embarcaciones que hacían trayecto con América. En los puertos de las Islas debían repostar y avituallarse para la larga travesía atlántica. Muchos canarios aprovechaban esta circunstancia para viajar al Nuevo Continente. En el siglo XVI y principios del XVII, los tinerfeños iban a América como soldados, si bien una vez terminada su etapa militar solían quedarse como colonos. A partir del siglo XVII, comenzó a desarrollarse en Tenerife el cultivo y procesamiento de la vid, lo que hizo bajar las tasas de emigración. En el siglo XVIII, debido a la crisis vinícola, volvió a incrementarse la corriente emigratoria con destino a Venezuela. A principios de siglo, eran canarios, por ejemplo, la mitad de los habitantes de Caracas. Las razones por las que los tinerfeños dejaban su tierra eran de variada índole: la alta densidad de población para los recursos de la Isla, elevados precios y bajos salarios, la atracción de los países americanos o para eludir el servicio militar.

La mayoría de aquéllos que emigraban eran hombres jóvenes, s o l t e r o s y, en gran porcentaje, analfabetos. Los lugares preponderantemente elegidos eran Cuba y Venezuela. Pese a todas las dificultades y sacrificios, los hombres de Canarias han contribuido largamente con su impulso al auge de países iberoamericanos, especialmente de esos donde se asentaron .

(Mis abuelos Ferrera y Tejera, ambos, hicieron parte de su capital en Cuba, durante la segunda mitad del siglo XIX y parte del siglo XX. Se iban y regresaban para invertir lo que conseguían trabajando ardua e inteligentemente en el cultivo del tabaco. De hecho, aún hoy la producción de tabaco en Cuba está en manos de descendientes de isleños españoles. Es posible que en eso influya también el carácter específico de los habitantes de las islas. Hubo un momento de mi vida, estimulado por aquellos discursos idealistas y bonitos del Fidel Castro de los primeros años, que quise irme a Cuba como voluntario para las zafras y después, quién sabe. Porque el isleño siempre está viendo el horizonte, aunque sea de montañas, como yo. Lo cierto es que la carta que envié no llegó, o no la respondieron, y mejor así)

V.

En la infancia se forma el carácter y el carácter decide el destino.

Algo tiene el habla, a veces arrítmica, afanosa de abarcamientos, de este entrevistado: tiene la cadencia con que se suceden las estaciones: la lluvia y la sequía, las noches y los días, la vida y la muerte. Pero en todo su discurso, la gran protagonista es la tierra, rural o urbana, mítica o memoriosa, actual y activa, pero siempre feraz y grandiosa. Un hombre, que, por estirpe y práctica vital, no entiende la vida ni la felicidad sin una relación íntima con la tierra.

No obstante, también llama la atención cómo cita, naturalmente y al desgaire, igual a Azorín que a Herrera Luque, a García Márquez y a Unamuno, a Gallegos y a Otero Silva. No es admirador a ultranza de Bolívar y coincide con Álvaro Mutis, el gran poeta colombiano, en que el peor error que se cometió fue habernos independizado de España. Es un monárquico convencido de que esa institución es la que mantiene unida esa conflictiva Madre Patria. No le inhibe reconocer que cree en los protocolos y los ritos como una forma de mantener unida las sociedades y le menciono aquí lo que plantea Giorgio Agamben sobre la necesidad de mantener los rituales para dar consistencia a la sociedad. Cree Ferrera en la influencia de las tareas de clase social y también en los parentescos de clase, los parentescos emocionales, que nos hacen acercarnos a ciertas personas más que a otras. Y cree en el determinismo de la genética y la raza en la conducta de los humanos, pero en ese estilo llano de conservación de tradiciones que se da, por ejemplo, en Angostura, o en Mérida. Coincido, por lo demás.

Su padre, Tomás Ferrera Martín, era un hombre recio del campo: carácter severo y perfeccionista (Mi hijo Darwin se le parece, aunque más suavizado, dice) tanto en el trabajo agropecuario como en la cacería. Su madre, Maruca Tejera Gil, era una de esas mujeres de las que uno lee en los relatos de la Guerra Civil en España: capaz de bordar y de atender el huerto, de criar a los hijos y cantar mientras levanta la colada, de revisar los tiempos de cosecha y memorizar poemas, aunque esas damas las encuentra uno también en cualquier campo de Iberoamérica. Como acabo de terminar de leer una novela de Cari Arino, El latido del tiempo, que es la saga de varias mujeres españolas de medio agrario desde 1920 a 1995, no me cuesta nada pensar que Maruca era como Benita, una de las protagonistas de la novela: emprendedora, incapaz de dejarse vencer por las dificultades, y empática.

VI.

En el año 1972, con apenas 23 años, José Luis Ferrera llegó a Venezuela empleado como técnico asesor por la empresa Agroisleña. Por esta causa, recorrió gran parte del país, que en aquellos momentos estaba buscando ampliar su horizonte económico hacia las actividades agrícolas y pecuarias, y eso le sirvió de aprendizaje, no solamente de las características del paisaje y de la tierra, sino de la idiosincrasia de los habitantes. Un año después se instaló en El Tigre. Él es un pionero nato, un fundador natural y vio las potencialidades: ésas son las características de lo que es un líder de empresarios. La característica de esos hombres es su capacidad de ver el futuro por encima de los eriales o las ruinas calcinadas por el sol o los incendios. (Yo vine casi desde las aulas de la Universidad de La Laguna, donde me gradué de Ingeniero Agrónomo. Antes, había estudiado en el Colegio San Ildefonso, del grupo La Salle. Aún conservo amistades de aquellos tiempos.)

Ya tempranamente intuyó (o más bien afloraron en él los ancestrales instintos) que apostar al país es apostar a la tierra: apuestan al país los agricultores, los ganaderos, los que compran bienes raíces. Ferrera dice: Muchos venezolanos no aprecian la tierra, que en otras partes es un bien inestimable y hasta ocasiona pleitos y guerras. La gente no se da cuenta de que, pasadas las crisis, porque siempre pasan, la tierra se va a revalorizar de manera exponencial. Lo mejor que le pudo ocurrir a El Tigre fue la recesión petrolera de los años 60.

El maní unió a todo el mundo, repite, como un mantra

En esos momentos de crisis, personajes representativos plantearon al Gobierno central la necesidad de establecer un plan capaz de reactivar la economía local: apostaron al país. Y en 1966 fue puesto en marcha el Plan de Desarrollo Manisero, que constituyó el eje de la política estatal implementada para la Mesa de Guanipa. Este plan se construyó sobre la gran disponibilidad de tierras pertenecientes al Instituto Agrario Nacional (IAN) y en programas de crédito y asistencia técnica. El maní fue una especie de relumbrón verde de esperanza que otorgó alma al pueblo, y no sólo económicamente, sino entre las familias, en el ámbito cultural, en el medio social: allí está aún el tejido de ese renacimiento y existe aún un grupo de personas lo suficientemente tercas como para esperar que se revitalice. En aquellos tiempos se consolidó una “clase media agrícola” que aunque parece haber desaparecido en las actuales circunstancias, soterradamente conserva sus valores y tradiciones. O eso espero.

Y es que en aquella época no solamente se comenzó el cultivo del maní, sino el de otros rubros, como el merey, y en ese sentido, El Tigre tiene deudas de reconocimiento con Julio Dommar, el sorgo, donde la producción de semillas certificadas alcanzó calidad de exportación, y la ganadería, donde llegaron a producirse 70 mil litros de leche. La industria petrolera estaba en declive, pero el agro generaba ingresos abundantes y empleos. En una entrevista señalé que se cultivaban 30 mil hectáreas y se generaban unos 15 mil empleos directos. Tal vez el error fue empeñarse en cultivar oleaginosas para la producción de aceite, en ver de enfatizar, en el caso del maní y del merey, por ejemplo, las posibilidades confiteras. Pero es un error reparable.

Durante el gobierno de Herrera Campins, a pesar de su mal gobierno (no era corrupto, sino ineficiente) la agricultura y la agroindustria continuó porque la mayor parte del capital de inversión era, en verdad, reinversión, y los bancos eran relativamente considerados. El gobierno de Lusinchi, al que habría que reivindicar, porque hizo muchas cosas con pocos recursos, contribuyó bastante al sostenimiento de las actividades agrícolas de la Mesa de Guanipa: aquí venían de todas partes, de todas las universidades y centros especializados, para observar, comprender y explicar, el fenómeno de las tareas agropecuarias que realizábamos.

Pero entonces vinieron las políticas erradas de Carlos Andrés Pérez, quien, por lo visto, creyó que nunca se acabaría la bonanza petrolera y desestimó la importancia de la actividad agropecuaria. La debacle, la catástrofe. A mediados de los años 80 se produjo la liberación de las importaciones por parte del Ejecutivo Nacional, lo que impactó de forma contundente la actividad agrícola, con el criterio errado de que era más barato y rentable importar que producir.

Pérez tuvo ministros de primera línea, que intentaron poner en práctica modelos modernos, de avanzada. Pero su principal error fue dejar que Tinoco diera muchas prerrogativas a la banca desde el BCV. Los bancos subieron indiscriminadamente los intereses, muchos empresarios del campo fueron a la quiebra, y hubo otra quiebra: muchas mujeres abandonaron a sus maridos, porque no entendieron o no quisieron entender, la importancia del trabajo agrícola. Muchas familias emigraron o desaparecieron. Pero hubo gente que persistió, y persiste, ya lo dije antes, por terquedad, o porque siguen apostando al pueblo y al país. Y soy de los que creen que hay que prepararse para El Día Después, que está más cercano de lo que se cree.)

José Luis Ferrera – La tierra es el alma de un puebloVII.

Actualmente, lo que más le preocupa a José Luis Ferrera es la falta de generaciones de relevo

Se ha descuidado la formación: no hay una generación que sustituya la de aquellos hombres que en los años 50, 60, 70, moldearon este pueblo y le dieron posibilidades para seguir, a pesar de los vaivenes de la industria petrolera y de las ineficacias políticas. Eso, además de la carencia de tradiciones: en Arafo, las fiestas patronales de La Candelaria duran un mes: aquí no se planifican, no se extienden, y menos en los tiempos que corren. Además ¿dónde se ha visto que un pueblo no tenga la Plaza cerca de la Iglesia? Le aclaro que no hay aquí una Iglesia principal o catedral, sino que la dedicada a la Virgen del Valle, patrona por excelencia, fue una hecha en principio por suscripción de los primeros obreros del Campo Oficina, liderados, según dicen, por Jesús Subero. Me han dicho que en esa Iglesia funcionan las oficinas del arzobispado. Y que fueron los gerentes americanos los que diseñaron el pueblo como es, no como los fundados por los españoles sino de acuerdo a un diseño de los castra romanos: cuestión de poder, aunque fue un tal señor Ceballos el que, con topógrafos, plomadas y maquinarias, hizo el Pueblo Nuevo.

Abundando en la necesidad de restaurar un tejido cultural, incluso desde los festejos se mencionan las características del Centro Cultural Español de El Tigre, que ha mantenido cierto nivel de actividad.

Antes se celebraban aquí carnavales fastuosos, fiestas patronales nutridas en honor a la Virgen del Valle. En parte, porque los promotores de aquellos eventos, como los Clubes Sociales y de Servicio, como el Rotary y el Club de Leones, y los organismos culturales, y hasta las personas de esos sectores, andan deprimidos y de capa caída. Y en parte porque El Tigre no ha tenido suerte con los gobernantes que le han tocado. Tienes razón en señalar, en una entrevista, que el único que ha tenido comportamiento socio cultural de alcalde ha sido Horacio Guzmán Requena: fue el único alcalde que asistía a todos los actos, que convertía su gestión en algo institucional. Porque un experimento como el de GIO, que unió a profesionales independientes en una gestión municipal que hubiera podido ser brillante, que hubiera podido ser muy exitosa y refrescar la atmósfera política, se pervirtió. Los alcaldes de los últimos 20 años han sido poco efectivos administrativamente y torpes para entender la cultura y la sociedad de El Tigre, incluyendo a Paraqueima, al que muchos ven como un tipo que hizo “algo”, si aceptamos que “hacer algo” fue atender lo “decorativo”, que además fue tratado arbitrariamente. Quisiera mencionar algo que es muy importante: la memoria colectiva de El Tigre no ha abarcado ni la historia, ni los protagonistas de esa historia que le han dado consistencia y que tienen que convertirse en algún momento en los cimientos morales y culturales de este pueblo.

VIII. EL FUTURO ES HOY

Se está viendo un proceso de posicionamiento de los empresarios y las embajadas, con miras a aprovechar los inevitables cambios políticos, que, obviamente, arrastrarán cambios económicos y sociales importantes. Sin embargo, estos cambios van a requerir de transformaciones culturales significativas y dolorosas para algunos: la gente tiene que aprender a desprenderse del amiguismo, de la tendencia a conseguir las cosas sin trabajar. Por ejemplo, lo del bachaqueo: muchos abandonaron sus trabajos y hasta vendieron algunas cosas porque creían que les resultaría más fácil bachaquear alimentos y medicinas, y no pensaron que esa práctica no era duradera, ni estable, así que no invirtieron para el futuro. De la misma manera, algunos están emigrando porque creen que les será más fácil: venden sus casas por cantidades irrisorias, venden sus enseres, y no piensan que las dificultades del emigrante comienzan en el momento mismo en que se embarca y que todo eso implica un trascurso de desarraigos agudos y profundos. Y tampoco piensan en el regreso. Porque tal vez regresen.

Parafraseando un artículo de Miguel Ángel Santos, publicado en Prodavinci.com en 2018, Ferrera insiste en que no hay que confundir la fe y la esperanza que debemos mantener en todo momento, con la disciplina necesaria para confrontar los aspectos más brutales y crudos de nuestra realidad. Señala que en el país existe una demanda actual de 20 millones de kilos de maní. De esa cifra, se estima que en Venezuela sólo se producen 4 millones 900 kilos, lo que significa que apenas se satisface 24.9% del mercado interno. Considera que la Mesa de Guanipa sigue contando con formidables condiciones agroclimáticas para esa explotación. Todo eso, aunado a la experiencia de los productores, le permite ser optimista. Además, acotó, es un rubro que garantiza una alta rentabilidad debido a que se obtienen entre 3 mil 500 y 5 mil kilos por hectárea, dependiendo de la preparación del terreno. Su empresa, La Cumbre C.A. es un vívido ejemplo.

IX. ¿Y DESPUÉS?

Entre las propuestas interesantes para el futuro que se mencionaron en esta conversación, está una que siempre me ha parecido viable, oportuna y conveniente: la que hizo el poeta Helí Colombani de crear en el sur de Anzoátegui el estado Guanipa. La posición geopolítica de El Tigre lo convierte en un enclave de desarrollo estratégico tanto económica como políticamente, y eso trasciende a la explotación petrolera y hasta a la explotación agropecuaria.

Sin tener grandes atracciones, El Tigre pudiera ser una especie de hito turístico de paso. Eso, más allá de la connotación que la empresas extranjeras (ahora, las chinas) le han querido dar como ciudad dormitorio. (Desde Maracay, apunta, no hay ningún lugar donde detenerse si uno viaja hacia el Oriente y Sur: y eso es una ventaja competitiva). De hecho, en la actualidad, en una circunstancia digamos que fronteriza que a veces se tiñe de ilegalidades y arbitrariedades, El Tigre es una encrucijada y un activo mercado de intercambio con los núcleos mineros del Sur del país. Así que la creación del estado Guanipa sería un refuerzo de la circunstancia geográfica.

La otra propuesta es, obviamente, estimular y priorizar las actividades agropecuarias, la visión del valor de la tierra, en la Mesa de Guanipa (Apostar por el país, regenerar el alma de la ciudad) y paralelamente, hacer un vigoroso programa de educación comunitaria para, en primer lugar, difundir abundantemente la historia de eventos y realizaciones de El Tigre, El Tigrito, por ejemplo, y promocionar así un proceso de crecimiento de la autoestima ciudadana, que es fundamental. Los cronistas, los periodistas, los historiadores, tienen que actuar como observadores que comprendan y difundan la historia, aprovechando que aún viven muchos de los protagonistas, y que no se ha perdido aún del todo la memoria.

En segundo lugar, hay que rescatar el liderazgo de los criollos en el manejo del comercio, la pequeña industria y, sobre todo, la posesión inmobiliaria. Hay que preguntarse quiénes están comprando hoy día los fondos de comercio, los inmuebles y los terrenos, porque cuando nos vengamos a dar cuenta, El Tigre será de los árabes.

En tercer lugar, hay que cauterizar, sanar y tratar profilácticamente a la sociedad, para eliminar las malas mañas heredadas, los abusos, la corrupción arraigada durante años y años, la partidocracia (Que es la política mal entendida, dice Ferrera) y para evitar las consecuencias de las venganzas por causa del resentimiento. Acoto que pienso que la emigración ha funcionado como la Peste Negra, en el siglo XIV, de la Edad Media, que, mediante la eliminación de gran parte de la población, dio lugar al Renacimiento con el remanente. Recuerdo a Isaías: Una vez más los sobrevivientes de la tribu echarán raíces abajo, y arriba darán fruto (Pero muchos regresarán, dice, y le contesto que esperemos que los malandros no.)

PANDEMIA

No me parece desacertado mencionar aquí, y creo que a Ferrera le encantará, que Giovanni Boccaccio, en la introducción a la “Primera Jornada del Decamerón”, calcula que murieron 100.000 personas, entre marzo y julio de 1348, en su Florencia natal, cifra que quizá representara la totalidad de la población de la ciudad. En aquel entonces se pensaba que la mortalidad alcanzaba incluso un 90%, pero dichos cálculos se han visto reducidos por las investigaciones modernas. A pesar de ello, las cifras aceptadas hoy por los historiadores siguen siendo elevadas.

Se calcula que a finales de 1350 había muerto un tercio, o más, de toda la población europea y está demostrado que en las áreas más afectadas de Europa, más de la mitad de la población pereció. Sin esa catástrofe, todo lo que implicó el Renacimiento (y que se inició en Italia, en Florencia, muy puntualmente) en arte, tecnología, descubrimientos geográficos, progreso espiritual y material, no hubiera sido, tal vez, posible como lo fue.

Milagros Mata Gil, narradora venezolana. Reside en El Tigre, estado Anzoátegui.

 

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