AQUILINO JOSÉ MATA –
Desde finales de los años 50, cuando en plena adolescencia en su Cabimas natal formaba parte de un grupo de gaitas, Henry Stephen nunca dejó de cantar. Lo siguió haciendo al mudarse con su familia a Maracaibo, cuando intentó satisfacer su inclinación por el rock, con pasantías de corta duración por diferentes grupos. También cuando llegó a Los Impala, una formación juvenil con algo más de recorrido que lo reclutó como vocalista.
Con Los Impala se vino a Caracas, y entonces los contrataron para un programa televisivo de talentos emergentes. De ahí en adelante nunca se detuvo, hasta que le sorprendió la pandemia del coronavirus a sus 79 años.
Henry Stephen emprendió una carrera ascendente desde aquellos tiempos con Los Impala y se fue abriendo camino, con paso nada lento pero sí muy seguro. Fue apadrinado nada menos que por luminarias de la estatura del compositor y productor Chelique Sarabia, del animador Renny Ottolina y de un canal del alcance y proyección nacional como lo fue Radio Caracas Televisión.
UNA VIDA PARA LA MÚSICA
El cantante, fallecido el pasado lunes 5 de abril por complicaciones derivadas de la covid-19, que lo mantuvo recluido durante varios días en el Hospital Militar de Caracas, formó parte de una generación artística consistente.
Hablamos de la de comienzos de la década de los años 60, de la cual emergieron figuras como Cherry Navarro, José Luis Rodríguez, Mirla Castellanos, Mirtha Pérez, las hermanas Rosa Virginia y María Teresa Chacín, Trino Mora, Hugo Blanco. También brillaron Los Darts, Los Claners y Nancy Ramos, entre otras, que a partir de aquellos inicios desarrollaron carreras muy exitosas en la animada vida venezolana del espectáculo, la música y la televisión.
En el caso de Henry Stephen, desde que llegó a la vieja sede del Canal 2, situada entonces de Bárcenas a Río, en el centro de Caracas, atrajo como un imán la atención de los cazadores de talento, Chelique y Renny entre ellos. Y no se equivocaron.
Esta crónica y homenaje quiere contar cómo fueron esos primeros años artísticos y el posterior ascenso al estrellato de Henry Stephen, una de las estrellas más internacionales que diera la música hecha en Venezuela.
TESTIGOS DE EXCEPCIÓN
Los testimonios de cinco testigos o partícipes en la carrera de Henry Stephen nos ayudan a reconstruir esta historia. Son ellos: Rudy Márquez, el vocalista que lo sustituyó en Los Impala cuando decidió lanzarse como solista; Chelique Sarabia, su eterno mentor artístico desde que llegó de Maracaibo; María Teresa Chacín, del grupo de nuevas figuras surgidas, como Stephen, bajo la égida del autor de Ansiedad, y Luis Guillermo Rangel, músico e integrante como cuatrista del grupo de Sarabia en aquellos años.
La otra entrevistada es la show-woman Floria Márquez, quien cuenta una anécdota del impacto que le causó el artista la primera vez que lo vio cantar en vivo.
RUDY MÁRQUEZ VIO SU ARRASE EN ESPAÑA
Desde la ciudad colombiana de Medellín, en donde se encuentra desde el comienzo de la pandemia en marzo de 2020, Rudy Márquez habló telefónicamente con El Estímulo de su larga amistad con Henry Stephen, a quien sustituyó como solista de Los Impala y luego compartió con él en el mismo grupo y en épocas diferentes.
Rudy presenció el arrase que logró en España el intérprete de Limón Limonero, tema que convirtió en la “canción del verano” en 1967 en aquel país. Sus ventas lo colocaron como el primer venezolano en obtener un Disco de Oro por un millón de copias vendidas.
-Lo conozco desde que éramos unos adolescentes. La primera vez que recuerdo haberlo visto fue en el cine Río, que quedaba en lo que hoy es el bulevar de Sabana Grande. Allí Venevisión organizaba todos los diciembre unos eventos benéficos llamados “El Venemaratón” y en uno de ellos trajeron a un grupo de gaitas de Maracaibo que se llamaba Blanco y Negro, del cual Henry era el bajista y uno de los cantantes. Luego estuvo en un grupo llamado Los Flippers.
De Maracaibo a Madrid
-Junto con Los Flippers, ya existían unos Impala en Maracaibo, iniciativa de un muchacho de origen mexicano llamado Servando Alzati, pero él luego se fue del país y se disolvieron. Renny Ottolina llama a esos primeros Impala y los presenta en su show de televisión. Eran Nerio Quintero, un norteamericano llamado Paul Buch, Edgar Alexander y el cantante era Paco Piedrafita.
Tiempo después, cuando volvieron a reconstituir el grupo, entró Henry como cantante, con Edgar en la primera guitarra, Francisco Belisario en la segunda guitarra, Nerio como bajista y la batería la tocaba un muchacho llamado Omar Padahui, quien murió hace tiempo.
Este es el grupo que contrata Chelique para Club Musical en el año 1964 y se quedaron en Caracas definitivamente. En una época en que parecía que Henry iba a abandonar el grupo, me llamaron a mí para que lo sustituyera, pero no se fue y quedamos los dos cantando con Los Impala. Eso fue en 1965. Al año siguiente nos fuimos para España y Henry ya estaba trabajando como solista.
-¿Cómo logran ser contratados en España?
-Renny se va, en uno de esos años sabáticos que él se tomaba, y su coreógrafa, Sandra LeBrocq, quien se había hecho muy amiga nuestra, organiza para irnos a Madrid. Ella se fue adelante y consiguió una casa disquera, los pasajes y toda la parafernalia para que nos fuéramos. Viajamos en septiembre de 1966. Fue una estadía con altibajos. Cuando llegamos todo estaba muy bien, aparentemente, pero después las cosas se complicaron. Como éramos suramericanos, los españoles no nos respaldaban mucho, en ningún aspecto. Nos fueron cerrando las puertas para que nosotros no estuviéramos más allá de lo que ellos consideraban que teníamos que estar. Y así las cosas se fueron como derrumbando, hasta que en 1970 regresamos a Venezuela, ya para separarnos definitivamente.
Mi limón, mi limonero…
-En la época en que estábamos en España, llega Henry con una fuerza impresionante y pega Limón, limonero. Había grabado ese disco previamente en Venezuela, ya como solista, y jamás pensaron que podía ser un éxito. Los de la disquera fueron luego a España con ese disco bajo el brazo, porque Henry iba al Festival de Montjuic, en Barcelona, a participar con Mirla Castellanos con la canción Mi ciudad, de Gloria Martín, que quedó en el segundo lugar.
-Clemente Vargas Jr. y no recuerdo quién más de la disquera, aprovecharon esa coyuntura y fueron a la RCA Victor y les ofrecieron las canciones que él ya había grabado y a los españoles les encantó Limón, limonero. A la vuelta de muy poco tiempo, el tema era número uno en todas las radios españolas. Se erigió como “la canción del verano” de 1967. Henry no tenía fecha libre, a veces hacía tres y cuatro galas en diferentes ciudades y lo tenían que trasladar en helicóptero para poder llegar de un sitio a otro. Una verdadera locura. Los Impala seguíamos en España, pero nunca con el éxito de Henry.
-¿Cómo fue la relación con Henry cuando decide lanzarse como solista?
-Éramos como hermanos; de hecho, cuando Henry fue la primera vez a España, que todavía no lo conocía nadie, lo primero que hizo fue venirnos a buscar a nosotros. Recuerdo que llegó de noche a Madrid, cuando tocábamos en una sala de esta ciudad. No sé cómo hizo para averiguar todo y se fue hasta allí. Cuando entró estábamos en escena y la sorpresa nuestra fue grande al verlo arribar con otros amigos venezolanos. No te imaginas los abrazos después en el camerino, aquello fue una locura. Siempre fuimos grandes amigos, hermanos, queridísimos, toda la vida.
-¿Qué reivindicas de él como persona y como artista?
-Tenía una personalidad muy particular, irradiaba una cosa mágica que le encantaba a la gente. Siempre tenía una sonrisa enorme y a todo el mundo le daba abrazos. Era un tipo queridísimo y cariñosísimo, y te hablaba con esa forma maracucha que tenía él, que era muy graciosa. La gente lo amaba. Cuando se montaba en un escenario adquiría una magia especial. Yo recuerdo la primera vez que llevé a mi hermana Floria a verlo y cuando ella lo vio cantar, tenías que verle la cara, como si hubiera visto al Espíritu Santo (ríe). Era impresionante la cara de mi hermana cuando por primera vez en su vida vio a Henry montado en un escenario. Si algún día hablas con Floria, pregúntale.
-No creo que haya nadie que diga que Henry era un tipo antipático; todo lo contrario, era encantador. Además, consciente de su popularidad, a todo el mundo le prodigaba un abrazo. Cuando lo saludaban por la calle se abrazaba con la gente y se tomaba fotos. Era un personaje.
-¿Se veían con frecuencia?
-Nos veíamos constantemente. En 1990, cuando volvimos a formar Los Impala con todos los miembros originales, y estábamos por supuesto él y yo, siempre fuimos inseparables. Hicimos un primer concierto en el Hotel del Lago, en Maracaibo y aquello fue una locura.
“Te he perdido” tiene su historia
-¿Qué opinas de su interpretación como baladista en Te he perdido, su otro gran éxito discográfico?
-Pegó esa canción en 1974 y lo recuerdo porque yo tenía pegada ese año No lo puedes negar y luego El amar y el querer. Al poco tiempo irrumpe él con Te he perdido, con la particularidad de que el compositor de esa balada era un italiano que vivía en Venezuela, autor de Al di la, una canción que ganó en el Festival de San Remo de 1961 y luego utilizaron como tema musical de una exitosa película norteamericana llamada Los amantes deben aprender, que yo vi como cinco veces. El autor era abogado de apellido Martori. El nunca la compuso en italiano, sino en español y después Henry le pidió que le hiciera una versión en italiano y la grabó.
-¿Cómo llegó esa canción a él?
-No lo sé, pero creo tener entendido que él buscó a Henry porque quería que se la cantara.
-¿A qué atribuye la permanencia de la generación de ustedes como artistas?
-Mirla, Mirtha, Estelita del Llano, las hermanas Rosa Virginia y María Teresa Chacín, José Luis Rodríguez, Nancy Ramos, Trino Mora, Henry. Esa es nuestra generación de cantantes. Sin ánimo de ofender a nadie, pero yo no sé hasta qué punto se podría de decir ahora, por ejemplo, que hay una generación de relevo. No encuentro a nadie de la estatura de los que te he mencionado. La realidad es la realidad.
CHELIQUE SARABIA:
DESCUBRIENDO A UNA ESTRELLA
El autor de Ansiedad, Cuando no sé de ti y otros temas de éxito, además de destacado compositor de legendarios jingles publicitarios, se desempeñó también como jefe de producción de Radio Caracas Televisión a comienzos de la muy fructífera década de los 60. En Radio Caracas puso de manifiesto, no solamente su habilidad para desarrollar programas de buen rating, sino también su pericia como descubridor de nuevos talentos, entre los cuales estuvo el grupo marabino Los Impala, pionero destacado del rock nacional.
-Llegó con Los Impala a Caracas en 1964. Hicieron conmigo Club Musical, programa juvenil que se transmitía por Radio Caracas Televisión, además de otros espacios que yo también producía para el canal, como Media hora con Chelique y Gogoteca. Grabamos varios discos con María Teresa Chacín, que habíamos lanzado como cantante de rock en Club Musical.
Supe de ellos porque el muchacho que era su representante me llamó por teléfono. Y aquí se quedaron desde entonces. Henry Stephen era como mi hijo. Tiempo después se une a Los Impala Rudy Márquez. En Club Musical alternaban con Los Supersónicos, Los Claners y Las Aves Tronadoras. Todos esos grupos pasaron por mis manos en ese programa.
Fines de semana de gira
-Club musical se transmitía de lunes a viernes, y los fines de semana hacíamos giras por todo el interior del país. En la parte musical iban Los Impala por un lado y mi conjunto por el otro, respaldando a María Teresa Chacín, Henry Stephen y Cherry Navarro, entre otros de los que casi siempre viajaban con nosotros. Fue una maratón que nos metimos durante mucho tiempo.
-Volviendo a Los Impala, quien logró llevárselos y colocarlos allá en España fue Sandra LeBrocq, que era la coreógrafa de El Show de Renny y Renny Presenta, donde Henry debuta como solista, pues el animador era un gran admirador de su estilo interpretativo. Tuvieron allá mucho éxito, pero Henry ya se había separado del grupo y empezó a hacer carrera como solista también en España. Ya había grabado aquí Limón,.limonero para la disquera Sonus, con Johnny Quirós, autor de esa canción, que fue la que lo catapultó. Ya en esa faceta, estrenó una canción mía, Un hombre un niño, en un Festival Venezolano de la Canción. Siempre fuimos muy cercanos, al igual que con María Teresa y Cherry.
-¿Qué otras canciones suyas interpretó?
-En el Festival Mundial de Onda Nueva estrenó Y llueve todavía. También le hice Un hombre solo y Pasajero del tiempo. Las he rescatado en estos días, que he aprovechado de buscar, encontrar y aguardar algunas cosas que tenía por ahí “realengas”. Con Luis Guillermo Rangel como productor estábamos haciendo un disco con la Rondalla Venezolana, donde Henry cantaba boleros y yo otras canciones mías. Pero en eso se nos murió Luis Arismendi, el director de la Rondalla y luego vino la pandemia, por lo que estábamos esperando que pasara un poco todo esto para continuar el proyecto.
De la “Generación de oro”
-¿Qué característica distintiva le atribuyes como cantante?
-Henry tenía un estilo único, con una voz ronca, pero que subía lo que le diera la gana, además de ser muy expresivo. Tenía el gusto por la música anglosajona por su ascendencia trinitaria, pues su papá era de allá. Formó parte de esos cantantes que en los 60 interpretaban temas en inglés, toda una novedad. Era uno de los promotores de esa tendencia, pues hablaba muy bien el idioma. Era sumamente versátil. Hicimos una grabación de un tema mío, Más allá de la ternura, en tiempo de vals pasaje, cuyo original lo hice con él en ese ritmo y quedó estupenda. Yo tuve dos caballitos de batalla, a los que llamaba mis “pilotos de prueba”, que fueron Henry Stephen y Carlos Bereciartu.
-¿Cómo era como persona?
-Increíble. Lo quise como un hijo.
-¿Por qué se separa de Los Impala?
-Es como un instinto natural querer hacer carrera como solista, aunque ellos no se separaron definitivamente, pues de repente hacían presentaciones como Henry Stephen y Los Impala. Inclusive, cuando se les contrataba para cantar juntos, se hacían los contratos por separado. Los Impala eran como su caballito de batalla, sus músicos de cabecera, sus hermanos, pues.
-¿Qué confluyó para que, en una misma época, surgiera un grupo de cantantes tan interesantes, que harían luego exitosas carreras?
-Yo siempre digo que la generación de oro fue esa de los 50 y 60. Había un movimiento musical artístico inmejorable. Esa transición entre el cantante y el compositor tradicional hacia los cantantes y compositores de avanzada a nosotros, nos tocó fuerte. Ahí nace el rock moderno, la música venezolana empieza a actualizarse también; en fin, resultó algo coyuntural que terminó dando muy buenos frutos.
MARÍA TERESA CHACÍN:
“ERA ÚNICO Y MÁGICO EN ESCENA”
En la época en que conoció a Henry Stephen, María Teresa Chacín acababa de ser lanzada por Chelique Sarabia como intérprete de rock y otros géneros juveniles entonces en boga, como la bossa nova y la balada pop. Formó parte de los talentos más prometedores de la cantera del Club Musical, hasta convertirse en la notable intérprete de música venezolana que es hoy día. Recuerda cómo en aquellos inicios y a sus 17 años de edad conoció e hizo amistad con otras figuras emergentes, como Cherry Navarro, José Luis Rodríguez y, por supuesto, Henry Stephen, de quien siempre admiró su virtuosismo y particular manera de cantar, además de su afable manera de ser.
– Yo cantaba rock entonces e hice cuatro long plays acompañada por Los Impala. Chelique me hizo varias letras, que eran versiones al español de diferentes autores de afuera, de los Beatles, de los Beach Boys, de Chris Montez. También Hugo Blanco me hizo la letra de Poquito a poco y Elisa Soteldo la de La hija del predicador. Después trabajamos con Renny Ottolina. Henry con todos nosotros era muy afectuoso y durante todos estos años, cada vez que nos veíamos o coincidíamos en algún lugar, yo sentía de parte de él ese cariño, ese respeto.
Buenos recuerdos de una gran época
-En años más recientes, en este siglo XXI, compartí en los diferentes shows que hice con Carlos Moreán y él recordando la década de los 60. La nuestra era una amistad de toda una vida de canto y de compartir mucho.
-¿Cómo lo valoras como cantante?
-Era un gran cantante, extraordinario, realmente único, de allí ese éxito que tuvo en España. Fui testigo de eso cuando fui con Chelique para Vigo a competir en un festival de canciones y llegó Henry como invitado. Aquello era como en la época de euforia de Menudo. Las muchachas gritando por la emoción de verlo con su traje blanco y esa elegancia que lo caracterizaba, esa manera de él moverse en escena. Era realmente impresionante. Uno se pone a recordarlo y no puede más que llegar a la conclusión de que era un cantante fuera de serie, francamente extraordinario, con una voz muy particular. Su padre, que llegó de Trinidad para trabajar en los campos petroleros, era como todos los que llegaron en aquella época, gente buena, y Henry heredó esa cualidad.
-De Te he perdido hizo una interpretación insuperable. Tenía un repertorio con muchas canciones particulares, a tono con su singularidad vocal e interpretativa. A Renny Ottolina le encantaba y por ello era un invitado frecuente de sus programas.
-¿Qué recuerdas de las giras de fin de semana que hacían en la época de Club Musical?
-Que fueron una experiencia invalorable. Además de Henry, Cherry, José Luis y otros más que, como nosotros, iniciaban sus carreras bajo la tutela de Chelique, estaban también en ese grupo Guillermito González, Toco Gómez y Napoleón Deffitt, que eran los que hacían los sketches cómicos. Fue una época realmente hermosa. Por ello siento a Henry como a un hermano de la vida.
LUIS GUILLERMO RANGEL:
LE GRABÉ DOS BOLEROS CON LA RONDALLA VENEZOLANA
Como cuatrista del grupo de Chelique Sarabia, Luis Guillermo Rangel ha sido testigo de no pocos momentos estelares en la historia de nuestra música popular. Uno de ellos ha sido el de la génesis profesional de un grupo de nuevos talentos que irrumpió de la mano de su también mentor, vía Club Musical, para dominar con su arte durante décadas en escenarios nacionales e internacionales.
En ese grupo el músico cosechó grandes amistades, que el tiempo ha consolidado firmemente, entre ellas la de Henry Stephen, cuya muerte lo tiene literalmente inconsolable.
-Lo conocí en Radio Caracas Televisión, cuando llegaron Los Impala al Club Musical. Yo tocaba el cuatro en el conjunto de Chelique Sarabia, a quien ayudaba también en la producción del programa. En ese grupo de jóvenes artistas había una gran camaradería. En los recesos nos reuníamos a departir en el bar Rico, frente al canal, donde a menudo iba también Carlos Bereciartu, quien buscaba ubicarse como cantante. De los adultos, éramos muy consecuentes con Margot Pareja, la actriz, que vivía a una cuadra del canal e íbamos de vez en cuando a su casa a cantar y pasar el rato. Ese grupito de nosotros, que creció progresivamente, lo formaban Alfredo José Mena, José Luis Rodríguez, Cherry Navarro, María Teresa Chacín y Henry Stephen, además de Chelique, por supuesto.
Club Musical vs. El Club del Clan
Competíamos con El Club del Clan, el programa musical juvenil del Canal 8 que animaban los hermanos Richard Herd y José Hernández. Trino Mora estaba de aquel lado, así como Nancy Ramos, La Pavi y Los Darts, todos amigos nuestros. De este lado teníamos a Los Supersónicos, Ivo, Los Claners y Los Impala. En Club Musical también se presentaron Los Trashmen, unos norteamericanos que popularizaron El pájaro bañista. Antes de irse, vendieron aquí su equipo de sonido, que era bastante avanzado. Se lo compraron Los Impala por iniciativa de uno de sus integrantes, el guitarrista Francisco Belisario.
-¿Cómo catalogas vocalmente a Henry Stephen?
-Siempre lo catalogué como un cantante con mucha personalidad y un estilo único. Puso de manifiesto su versatilidad en los dos boleros que cantó en el disco que hacíamos con la Rondalla Venezolana, que quedaron excelentes en su voz. Desafortunadamente, ese álbum ha quedado en receso por la prematura muerte de Luis Arismendi, el director de la Rondalla, y por la pandemia del coronavirus que llegó después. Ojalá podamos continuarlo después que pase todo esto, pues hay cosas muy interesantes, como Chelique cantando varias de sus canciones, así como las canciones en italiano que grabamos con Mauricio Portagnuolo, ex vicecónsul de Italia y excelente cantante.
-En cuanto a Henry, los dos boleros que grabó con la Rondalla fueron No puedo ser feliz y Una mujer, este último a dúo con Carlos Meleán. Él se entusiasmó cuando le propuse participar en el disco. Era un amigo muy consecuente, muy familiar. Éramos como hermanos.
UNA ANÉCDOTA CON FLORIA
Floria Márquez relata la impresión que le produjo ver por primera vez en escena a Henry Stephen, un artista del que hasta entonces, la época de los inicios de ella, no conocía demasiado:
-Fue algo muy hermoso. Yo estaba comenzando mi carrera y Henry no me conocía, ni yo a él personalmente, porque antes de ser cantante yo nunca lo fui a ver, pues estaba casada con un hombre que no le gustaba ir para ninguna parte. Para mí resultó una sorpresa, porque además de todo, me habían puesto en una mesa al final del Salón Naiguatá del Tamanaco y cuando Rafael Tudela (entonces propietario del hotel) me vio en esa mesa tan apartada, me dijo qué hacía yo allí tan lejos, y me ubicó en la de él, en primera fila, frente al escenario.
-Cuando Henry salió a cantar, eso fue mágico. No me imaginé nunca tener enfrente a ese hombre tan especial, con tanto despliegue de vitalidad. Era una cosa impresionante. Él no sabía quién era yo, y yo apenas sabía quién era él. Me causó tanto impacto, que él sintió toda la energía que yo le estaba transmitiendo desde la mesa en donde estaba sentada. Entonces tomó una rosa roja, se bajó del escenario y me la llevó.
-Ya después, cuando nos conocimos tras el escenario, no se me ocurrió otra cosa que transmitirle en broma lo que sentí: ‘Mira Henry, yo te vi de ojos azules, catire y buenmozo (ríe). A él nunca se le olvidaron esas palabras. Y a mí tampoco. Por eso las recordábamos cada vez que nos veíamos. Hoy lloro su lamentable e inesperada desaparición, como he tenido que llorar a mucha gente querida que se ha ido, entre ellas mi amiga Brenda Fígallo y otros entrañables amigos.