ELIZABETH ARAUJO
Fallecida en Lima por arrollamiento de una moto, esta abogada venezolana de 31 años deja en mitad del camino sus sueños de progreso como emigrante, pero el año de permanencia en Perú fue lo suficientemente grato para integrarse y dejar por escrito, en señal de agradecimiento, la donación de sus órganos al país que le abrió las puertas y al que ahora socorre ella salva la vida de cinco personas
El pasado 4 de mayo, María José caminaba por la avenida Arequipa en Lima en busca de una dirección cuando repentinamente una moto la arrolló y de inmediato fue trasladada en mal estado al hospital. Las autoridades de tránsito ignoran todavía si hubo negligencia del conductor o distracción de la transeúnte, pero lo cierto es que tras grandes esfuerzos de los médicos, la joven abogada de 31 años falleció al tercer día. Cuando su madre y hermanos viajaron desde el estado Táchira a Lima para recuperar el cadáver de su hija se hallaron con la voluntad escrita por María José de donar sus órganos a fin de salvar las vidas que ella no pudo continuar.
La historia de María José Álvarez Niño resulta tan conmovedora como la de muchos venezolanos que salen de su país en busca de superación. Especialista en Trabajo Social esta abogada llegó hace un año a Perú como parte de la ola migratoria de venezolanos que no cesa porque su patria continúa en manos de una dictadura con todas sus letras que obliga a no pocos profesionales y a familias enteras en busca de mejor destino en el exterior, mientras la comunidad internacional intenta por todos los medios de solucionar una crisis que en cierto modo los afecta porque el flujo de la diáspora venezolana ha colapsado en algunas naciones los servicios de asistencia social que los gobiernos han tenido de bien ofrecer.
En el caso de María José Álvarez Niño había un detalle hermoso que agregar: la joven abogada era una persona solidaria, no solo con sus compatriotas sino también con los peruanos que en su gran mayoría han abierto los brazos para acogerlos y brindarles seguridad, empleo y asistencia de salud. Lo subraya su mejor amiga, la periodista Gerali Rodríguez, residenciada en Barcelona, España, y quien al conocer la noticia de la muerte de María José afirma fue sacudida por una crisis, ya que, mantenía comunicación constante con su amiga y sabía que en sus ratos libres María José realizaba actividades en el ámbito humanitario.
Con la donación de sus órganos, María José retribuyó el buen trato recibido por Perú y salvó las vidas de cinco personas. De modo que cuando su madre y hermanos llegaron a Perú tuvieron tiempo para despedirse y cumplir la voluntad de su hija de donar sus órganos a fin de darles una nueva oportunidad a quienes aún siguen en la batalla por sus vidas.
El congresista Alberto de Belaúnde, amigo personal de María José, la recuerda como una venezolana emprendedora y asegura que no se le ocurría mejor gesto que honrar la memoria de una persona tan generosa. «Ella amó profundamente a este país y amó profundamente la vida, y siempre fue una activista de causas solidarias, como la de la donación de órganos”, aseguró.
María José fue cremada el pasado 10 de mayo y sus cenizas regresaron con sus familiares a Venezuela. Si es verdad lo que predica el verso de Calímaco de que “los muertos no descansan, y viajan sobre el mar como gaviotas”, entonces esta venezolana continúa su vuelo y permanece en las vidas de cinco peruanos quienes tal vez no la conocieron y ahora le están agradecidos.